Costa Rica

Por Eduardo Villalobos

La pandemia del Covid-19 ha demostrado muchas cosas a nivel mundial. El capitalismo como sistema es incapaz de solucionar las más elementales necesidades de las masas. En una coyuntura como la que vivimos, todas las falencias de este sistema cobran un dramatismo exacerbado. La vivienda, la salud, el trabajo precario, el medio ambiente. Todos y cada uno de los componentes de la vida muestran su rostro más oscuro producto de las enormes desigualdades que, durante tiempos “normales” logran pasar desapercibidas.

En el caso de nuestro país, estas desigualdades se han agigantado producto de más de treinta años de contra reforma neoliberal. El sistema educativo, el de salud, las garantías sociales y todo el andamiaje de la Suiza Centroamericana se ha visto corroída por el virus neoliberal.

Paralela y simultáneamente, fenómenos como el crecimiento y posicionamiento de los partidos neo-pentecostales en el panorama político nacional, no son sino un reflejo de esta situación.  Por un lado, el país que se veía sostenido en el campo político por una pequeño burguesía urbana con acceso a un “estado de bienestar” impulsado por los gobiernos burgueses de los años 50 a finales de los 70 del siglo pasado. Por otro lado, el declive en las condiciones de vida de este sector, la pauperización creciente del conjunto la clase trabajadora y la ausencia de una alternativa de lucha en contra de la nueva rapiña neoliberal, hicieron posible que un importante giro a la derecha se produjera y abarcara ideológicamente a amplias capas de la población. El estado benefactor se ve remplazado por la promesa de prosperidad impulsada por las iglesias evangélicas altamente subvencionadas por el imperialismo.

Cambio acelerado de nuevas formas de producción

Costa Rica del siglo veinte es un país cuya economía fundamentalmente se basa en la exportación de dos productos: el café y el banano. Este patrón subsiste durante casi todo este periodo hasta que, a finales del siglo, el país se ve enfrente de una feroz reconversión que abarca el sector agrícola.

Bajo la égida del gobierno de una organización empresarial CINDE, el gobierno de Luis Alberto Monge (1982-1986) emprende todo un plan para reconvertir la producción agrícola con el objetivo de hacer desaparecer los subsidios estatales a los productores de granos básicos y, por ende, la desaparición de muchos agricultores de este sector, en primer lugar.

En segundo lugar, el reemplazamiento de los denominados cultivos tradicionales por los no-tradicionales. En esta aventura neoliberal, también se apuntaba a la destrucción de una institución estatal, el Consejo Nacional de la Producción, CNP que compraba gran parte de la producción de granos y otros productos básicos. Además, el CNP administraba comercios, los estancos, que ofrecían estos productos a menor precio que los que se conseguían en las tiendas y supermercados privados.

Todo este sistema de producción y distribución fue desmantelado y o privatizado. Dentro de esta ofensiva neoliberal, sostenida por las administraciones que le sucedieron a la de Monge, los estancos fueron privatizados en primer lugar bajo la forma de cooperativas de antiguos empleados del CNP, que a la postre se vieron en bancarrota y vendieron los puntos de venta a la gran corporación de supermercados de esa época, los Perimercados.

Las experiencias con los productos no tradicionales no fueron tan exitosas como lo pintaron en la propaganda estatal y de CINDE. Muchos productores se vieron sumidos en la ruina por problemas relacionados con la fragilidad y volatilidad del mercado de estos productos. Al mismo tiempo que Costa Rica se adentraba en ese dominio, otros países lo hicieron igual, desatando una competencia feroz.

El control de la agroindustria y por ende de los mercados internacionales se dio casi de la misma manera en todo el planeta. La concentración de tierras agrícolas en cada vez menos manos y la fijación de precios para favorecer a las grandes explotaciones que se asientan fundamentalmente en los países ricos, fueron posibles gracias a la ruina de los pequeños productores que no pudieron hacer frente a la ofensiva de los bancos y de las grandes corporaciones del sector.

En nuestros países, esto también pasó por la desaparición de muchos pequeños productores, pero también por la creciente importación de productos agrícolas esenciales, bajo el paradigma liberal que pregonaba la importación al ser según ellos más barata que la producción en el país.

“Fue, sin embargo, en término de las exportaciones donde ocurrieron los principales cambios en los años después de 1983, …Especialmente de notar fue el cambio de distribución entre los sectores exportadores… la proporción de las exportaciones tradicionales de origen agropecuario pasó de manera dramática, de más de 60% a solo 14% del total. Los productos no tradicionales agropecuarios, tuvieron un alto crecimiento entre 1980/83 y 1990, pero luego se mantuvieron en poco más del 10% del total. Pero en el período los productos primarios agropecuarios se redujeron drásticamente del 65% del total a solo un 25%!”

Es, sin embargo, el período de 1984 a 2003 cuando porcentualmente se observa el cambio más notable en términos de la composición de exportaciones, tanto en cuanto a la relación entre productos primarios agropecuarios y productos manufacturados, como en cuanto a cambios en el peso relativo de los productos agropecuarios “tradicionales” y “no tradicionales” de exportación.

La magnitud de dicho cambio se manifiesta al observar que para los años 2001-2003 …, el valor de las exportaciones agropecuarias se redujo a sólo el 25% del total (14% tradicionales y 11% no tradicionales), mientras que las industriales representaron un 19%, y notablemente las exportaciones atribuidas a los llamados “regímenes especiales de exportación”, que en 1984 eran sólo el 10% del total crecieron casi en seis veces, alcanzando a representar en promedio un 57% del total entre 2001 a 2003!

Respecto al crecimiento de las exportaciones no-tradicionales agropecuarias, estas se tratan en la sección subsiguiente, al considerarlos bajo un enfoque de ciclos de exportación de productos primarios.

Respecto al crecimiento relativo de las exportaciones bajo regímenes especiales en relación con el crecimiento de la exportación total después de 1984, como se mencionó anteriormente, ésta ha tenido un impacto notable en las exportaciones totales, representando en promedio para el último trienio 2001-2003, el 57% del total…, y constituyéndose en el principal impulsor del sector de exportaciones” (Comercio Exterior de Costa Rica en siglo XX-1880 a 2000 Jorge León).

Con estos datos también podemos observar la otra tendencia que a la postre desataría no solamente la destrucción de varias de las conquistas sociales y de la reestructuración del aparato estatal. Esto fue y sigue siendo la causa de pugnas entre distintos sectores de la burguesía que se vieron desplazados de sus fuentes de privilegio (préstamos blandos en la banca estatal, entre otros) para verse relegados por los nuevos sectores vinculados con la exportación de maquila bajo los regímenes especiales.

Sectores importantes que se dedicaban al agro se vieron desposeídos de las tierras o de los créditos y del andamiaje que les permitía la distribución de sus productos. Estos poco a poco desaparecieron quedando algunos pocos. La sustitución de la producción local por la importación de granos básicos y otros productos primarios hizo que la ganancia se concentrara en los grandes importadores. La producción local tuvo que alinearse a los precios mayoristas fijados por los grandes distribuidores, como los supermercados que poco a poco fueron a tomando un gran peso.

La aprobación del TLC fue un gran golpe para estos sectores denominados tradicionales o primarios ligados a productos tradicionales y al mercado interno. Los grandes ganadores fueron estos que, como se ve en la cita anterior exportaron productos de maquila de alto valor agregado (equipo médico, por ejemplo) o de productos no tradicionales como la piña que ha invadido los mercados internacionales.

“El enorme crecimiento de las exportaciones de regímenes especiales en los últimos 20 años, y cuyos destinos no se enumeran en las estadísticas oficiales disponibles, oscurecen los resultados en el último período. De información puntual disponible, es posible conjeturar que en la práctica no han cambiado mucho los destinos, pues más del 50% de los productos de zonas francas van a los EE. UU. y al menos otro 10 a 15% a Europa. De ser generalizable esta situación, los destinos de las exportaciones se han mantenido similares a través de las últimas cuatro décadas del siglo XX.” (ídem)

Esta opacidad que evoca el autor de la cita no es algo casual. Es la manera en que la burguesía ha logrado montar sus negocios para evadir todos los controles posibles para escapar en primer lugar a los impuestos y trasladar esta pérdida fiscal sobre los bolsillos de la población de manera desigual.

“En consecuencia, las liberalizaciones de comercio y flujos de capital han erosionado las bases de los impuestos al comercio exterior y a la renta, que han sido compensadas por aumentos en la imposición al consumo y a los salarios en América Latina.6 Estas tendencias, similares en los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), tienen un efecto negativo en la equidad de los sistemas tributarios.” (www.cepal.org, 2004)

Gracias a este sistema, las grandes empresas tienen la posibilidad como se logró evidenciar durante la huelga contra el combo fiscal, de declarar 0% de utilidades. El andamiaje que también ha salido a la luz con los diferentes estudios investigativos de la prensa, Panamá Papers y otros, muestran el cinismo de la burguesía imperialista y sus aliados en nuestro país, para trasladar enormes sumas de dinero a esos paraísos fiscales y de esta manera evadir cualquier forma de imposición.

Además, en un periodo de 15 años, el porcentaje del PIB proveniente del comercio exterior pasó de un 4,38% en 1985 a 1,03%. Es claro que la factura ha sido trasladada a otros. Con respecto al aporte que estos significan con base a la participación total de ingresos tributarios, los impuestos indirectos representaban hace dos décadas 0,75% mientras que los impuestos a la importación solamente el 0,08%, siendo el porcentaje mas bajo del área centroamericana. (ídem)

En contrapartida, las cargas impositivas no hacen mas que aumentar para la clase trabajadora, vía los impuestos mas regresivos como los impuestos sobre el consumo que castiga más al que menos ingresos tiene.

La manera de redondear este asalto a los bolsillos de la clase trabajadora, ha sido por el mecanismo de la deuda interna y de la deuda externa. En el caso de la primera, esta se ha quintuplicado en un lapso de 20 años, el mismo casi desde la entrada en vigor del TLC con los E.E.U.U. La deuda pasó de 7664 millones de USD a 39 301 millones de USD. La deuda per cápita en ese mismo periodo pasó de 2012 USD a 7744 USD. El porcentaje del PIB que representa esta deuda también ha explotado pasando de 39,02% a 59,38%, el equivalente del 20% del PIB.

El mecanismo de la deuda interna y externa ha, sido diseñados para expoliar por un lado a los estados nacionales al poder del imperio. Por otro lado, el arma de la especulación financiera que sirve de base para los bonos de la deuda interna de los países atenta contra las conquistas laborales y sociales de la clase trabajadora. Después de la crisis del 2008, países como España, Grecia y Portugal se vieron presos de la voracidad de los grupos que poseen los bonos. Entre la BCE y los mercados internacionales, lograron imponer draconianos planes de austeridad, cercenando los salarios mínimos, la inversión en educación, salud y protección social. Este mismo escenario es el que estamos viviendo en Costa Rica. El famoso “hueco” de 900 000 millones de colones que dejó el gobierno de Solís, ha sido el disparador de toda la ofensiva para llegar a lo que estamos asistiendo hoy en día.

Para satisfacer la voracidad de los poseedores de los bonos, el estado tiene que seguirse endeudando, lo que nos lleva a un pozo sin fondo. Este contexto, dentro la lógica del capital, lleva a pasar la diferencia de lo percibido por la reducción de impuestos a los grandes grupos de exportadores e importadores a los trabajadores. La ley de Empleo Público no es sino la más desvergonzada manera de pasarle la factura a uno de los sectores más grandes del país. Este sector, es casi el único que a partir de la segunda mitad del siglo XX logró mantener un nivel de sindicalización bastante importante. El grueso de los sindicatos del sector publico han sido dirigidos por miembros de los partidos patronales, a escasas excepciones. En el “mejor” de los casos, estas direcciones han sido ocupadas por militantes de los partidos reformistas.

Las consecuencias políticas de estas direcciones sindicales se traducen en una ausencia de democracia sindical y una postración casi permanente de las direcciones sindicales a los dictados de la patronal. Salvo cuando las bases han hecho irrupción y han logrado imponer en ciertas luchas la discusión democrática de los acuerdos y de los objetivos de la lucha, el resto del tiempo, los sindicatos han sido manejados con opacidad y practicas casi mafiosas para mantenerse en el poder.

En este momento, el nivel de sometimiento de la burocracia sindical alcanza el máximo nivel de paroxismo. No han llegado ni siquiera a organizar la mínima lucha en contra de la ley de empleo publico. Salvo algunos comunicados lastimeros y lastimosos, la perspectiva para los dirigentes de ser incorporados a la planilla del estado, los convierte casi en el equivalente de las asociaciones solidaristas que emergieron en el país como parte de la ofensiva patronal en contra de la organización sindical.

Una nueva relación de fuerzas

Todo ese “milagro” económico con el cual una capa de la burguesía nacional reconvertida y aliada de la burguesía imperialista han podido acumular una enorme riqueza, de la cual también un sector cada vez más minoritario de la pequeño burguesía logra sacar provecho.

En este sentido el índice de Gini, el cual mide la distribución del ingreso en el país, muestra el aumento de la desigualdad y de la concentración de la riqueza en pocas manos. En este campo, Costa Rica es uno de los países mas desiguales del planeta. En el decenio pasado, entre 2010-2016 este se elevaba a 0,52 aproximadamente, siendo cero el ideal donde la riqueza se distribuye equitativamente.

Pero existen otros factores que han venido a acrecentar la pobreza. El acceso a servicios básicos de calidad se ha venido restringiendo producto de lo que se citaba anteriormente: la destrucción del aparato estatal por parte de la reacción neoliberal. La salud, como se puede ver en la presente crisis de la pandemia, se ha visto menoscabada producto del recorte en la inversión en la estructura y en la contratación de personal. Esta tendencia es todavía mas fuerte en las zonas que se encuentran fuera del GAM.

Por otro lado, la educación publica que durante décadas del siglo XX fue el estandarte del país, ha sido golpeada por los mismos factores, falta de inversión y de políticas educativas de corte liberal.

La pequeño burguesía ha apostado por el circuito privado de educación. Esto ha permitido que una explosión de escuelas y colegios secundarios crezcan a lo largo del territorio nacional. Evidentemente, los escasos controles de estos centros educativos hacen que la calidad casi siempre sea determinada por el valor de la matricula y la mensualidad. Este peldaño en el denominado ascensor social que significaba el sistema educativo publico se ha convertido en una mercancía más en el entramado neoliberal. Este sistema le garantiza, entre otras cosas, el acceso al sistema educativo estatal universitario. Cada año, los mejores promedios y los cupos para las carreras más cotizadas se ven copadas por los estudiantes provenientes de estos centros de enseñanza privados.

Para los estudiantes excluidos, las posibilidades para acceder la enseñanza superior, se reduce a caer en las garras de los centros privados, los cuales, bajo la óptica neoliberal, carecen de controles de calidad, pero les permiten a estos estudiantes acceder a un titulo. Pero el costo de este es muy elevado, lo cual implica en la mayor parte de los casos, que los jóvenes deban endeudarse para poder hacerle a los costos fuera de control de estos centros de mercaderes del conocimiento. Una deuda que toma varios años en ser pagada, luego de la finalización de los estudios.

La tasa de desempleo se ensaña con los jóvenes del planeta. Costa Rica no es la excepción. Pero en nuestro país es particularmente alta y esta misma se ha disparado con la pandemia. Un 42% de los jóvenes se encuentra desocupada, lo que lleva a Costa Rica a ocupar el podio de este indicador en la zona de América Latina y el Caribe (El Mundo 14/01/2020)

Este aumento de la pobreza en el país se acrecienta en las zonas que anteriormente se encontraban en esta situación, las zonas costeras principalmente. Pero en el GAM, la precarización de amplios sectores de la población ha sido acelerada en los últimos dos decenios del presente siglo. El numero de personas que viven de la economía informal no ha dejado de crecer. Esto va de la mano con la aparición de fenómenos de descomposición social como el aumento del trafico de drogas, el sicariato y otras actividades delictivas conexas. Esto atañe principalmente a jóvenes que se ven excluidos de cualquier perspectiva de futuro y los cuales como hemos señalado anteriormente se encuentran excluidos del mercado laboral.

Paraíso pentecostal

El fenómeno político de la aparición y crecimiento de los partidos evangélicos conservadores no es mas que un reflejo de la precariedad social y de la ofensiva ideológica que estas iglesias llevan adelante desde hace cuatro décadas de manera sistemática y coordinada.

Esta ofensiva se ha dado a largo y ancho de nuestro continente. El caso de la elección de Bolsonaro en Brasil, impulsada por el apoyo de estas iglesias o de Jimmy Morales en nuestra área centroamericana demuestran que esto no es un epifenómeno sino de que se trata de un retroceso en la conciencia de la clase trabajadora al sentirse por un lado sometida a una fuerte arremetida económica por parte de la burguesía y por otro lado de una ausencia de dirección de los partidos obreros y/o de los partidos reformistas.

El discurso reaccionario en todos los frentes de estas iglesias tiene consecuencias bastante graves y son una base social de apoyo para los gobiernos bonapartistas y si no se hace frente a esta tendencia, son también el sostén de posibles gobiernos dictatoriales fascistas.

El plan de paz de Arias y la derrota de la revolución centroamericana creó las condiciones propicias para que estos grupos pudieran expandir su influencia.

Al mismo tiempo, a pesar de enormes luchas en las que los trabajadores y los sectores populares mostraron mucha fuerza y determinación, los resultados de estas no se vieron plasmados en victorias contundentes. Lejos de eso, las direcciones sindicales como lo hemos enunciado antes y los partidos reformistas arropados en diferentes banderas, pero bajo una misma política han dejado el espacio libre para que estas iglesias desplieguen su influencia política sobre amplios sectores de la población.

Durante la lucha contra el Combo del ICE, el partido Fuerza Democrática, dirigido por José Merino, tuvo una importante participación para sacar del caudal de la movilización al movimiento que se había desarrollado, para desviarlo al cauce de la negociación opaca de la democracia burguesa, precisamente en el ámbito parlamentario. Precisamente, la lucha contra el Combo fue el inicio del fin de este proyecto bajo este nombre. La claudicación hizo que tres diputados y 22 regidores que obtuvieron en 1998 pasaran en 2002 a no obtener ninguno y solo 3 regidores.

En 2014, la nueva edición del partido reformista Frente Amplio (FA) obtiene 9 diputados y un porcentaje elevado en la votación presidencial. Este repunte que se vio motivado por la expectativa de las masas de lograr obtener una oposición consecuente contra el gobierno de Solís se vio frustrada por la política de colaboración de la dirección del partido. Cuatro años más tarde la bancada legislativa de FA se redujo a su mínima expresión y para colmo del oportunismo reformista, Patricia Mora se convierte en ministra de la mujer del gobierno anti obrero de Carlos Alvarado.

El espacio que ha abandonado la dirección del FA ha sido copado por la apatía o por las corrientes reaccionarias como los partidos fundamentalistas religiosos.