Honduras

 por Lic. Josué Sevilla

En febrero de 1848, Karl Marx y Federico Engels publicaron el Manifiesto Comunista, en las oficinas de la Asociación Educativa de los Trabajadores en Inglaterra sujeta a la Liga de los Comunistas según el historiador marxista Eric Hobsbawm, en su brillante introducción de 1998, del Manifiesto (Hobsbawm, 2010). Fueron los años de juventud de ambos pensadores.

En ese maravilloso panfleto Karl Marx sentenció las siguientes palabras “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han aliado en santa cacería contra este fantasma: el papa y el zar, Metternich y Guizot, radicales franceses y policías alemanes (Engels, 2019, pág. 47)”.

En esta ocasión, analizaré la anacrónica campaña mediática que el Partido Nacional y Liberal está utilizando para satanizar a sus adversarios políticos de Libertad y Refundación (LIBRE), a una semana de celebrarse las elecciones en nuestro país. Ambos partidos políticos tienen una larga data como defensores del anticomunismo en Honduras como lo demostraré en este trabajo. Estos puntos de vista provienen de los avances de mi tesis de maestría sobre la historia del comunismo en Honduras.

¿Cuándo apareció el fantasma del comunismo en Honduras? ¿Qué actores promovieron el anticomunismo ideológico y cultural durante el siglo XX? El Fantasma del comunismo en Honduras inició concretamente entre las décadas de 1920 y 1930, cuando a través de los periódicos manejados por los comunistas hondureños –como el Forjador (1927), El Martillo (1928), El Trabajador hondureño (1929-30), y Justicia (1932) –comenzaron a señalar como vende patrias a las élites políticas ligadas al Partido Liberal y Partido Nacional, como Bestia Bananera –boletín de la Federación Sindical Hondureña (FSH) escrito  por Juan Pablo Wainwright– a las transnacionales norteamericanas y representantes del imperialismo a los cónsules de la embajada de EUA (Villars, 2010). Tres actores son identificables hasta este momento: los partidos tradicionales, la embajada de EUA, y las compañías bananeras.  

La revolución bolchevique de 1917 ganó la simpatía de varios hondureños quienes en 1927, fundaron el Partido Socialista Hondureño (PSH) y en 1928, el primer Partido Comunista de Honduras (PCH). La agenda social que presentó el PCH ante la opinión pública hondureña se basó en promover los derechos laborales (exigiendo 8 horas de trabajo), políticas de sanidad (hospitales) y sindicatos dentro de las compañías bananeras. Además presentaron una ley laboral en 1931, a través del FSH, la cual fue desestimada por el Congreso Nacional.

Otros actores que no congeniaron con los comunistas en esos años fueron la Iglesia Católica y el obrerismo artesanal de la Federación Obrera Hondureña (FOH).

Todos estos actores crearon la primera santa alianza (parafraseando a Marx) para luchar contra el Comunismo Internacional y los comunistas hondureños. Sin embargo, la primera generación de comunista se las ingenió para incidir en la población hondureña. El joven Manuel Cálix Herrera (1906-39) fue el principal promotor de la agitación comunista junto a otros brillantes hondureños Como Juan Pablo Wainwright (1893-1932), Maximiliano Ucles, María Luisa Medina, Zoroastro Montes de Oca y de salvadoreños radicados en Honduras como Graciela García (1895-1995) y su hermano Felipe Armando Amaya. (Invitó al lector a leer un artículo publicado en la Revista Cuadernos de Historia de descarga libre sobre el Primer PCH escrito por este servidor).

Los actores detentores del poder hicieron varias acciones para neutralizar el comunismo–el cual ubicó desde un punto de vista arqueológico al enfatizar la génesis de este fenómeno– persiguiéndolos, estigmatizándolos a través de los prejuicios ideológicos y religiosos (en una primera etapa por la Iglesia católica), ilegalizarlos políticamente a través de leyes, y creando métodos de espionaje a nivel estatal, ístmico e internacional.  

Invitó al lector a que analicemos algunos episodios registrados por la historiografía hondureña. En las semanas santas de 1931 y 1932 el Arzobispo de Tegucigalpa  Agustín Hombach publicó unos panfletos anticomunistas, según Graciela García

En el primero (1931), acusó a Graciela García (1895-1995) de promover el comunismo en una escuela nocturna que manejaba la Sociedad Cultura Femenina (Villars, 1991, págs. 62-64). En el segundo panfleto (1932) el arzobispo manifestó que “El monstruo está a las puertas Sí; Monstruo escapado de los antros infernales; no otro cosa es el odioso socialismo (Posas, 2017, pág. 244)”.

La iglesia católica azuzó el oído de sus feligreses  incultos, y humildes para decirles que los comunistas les privarían de sus pertenencias, que les negarían su derecho a rezar, y que les inculcarían el ateísmo como en la actualidad lo está haciendo el Partido Nacional en 2021. El fundamentalismo religioso de la iglesia católica encontró después otras tácticas para lanzar sus dardos anticomunistas.

La Prensa Nacional en la década de 1920, tuvo un intelectual que sentó las bases del anticomunismo durante la primera mitad del siglo XX, llamado Julián López Pineda (1882-1959). Este intelectual luchó desde el periodismo anticomunista en diferentes diarios hondureños como El Sol (de la década de 1920 y 1930), La Época (Periódico oficialista durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino) y El Día (periódico conservador ligado al Partido Nacional).

En el plano político el Partido Liberal y el Partido Nacional, fueron diseñando y aprendiendo como luchar contra los comunistas. La persecución política fue lo más general, pero más esquemáticamente ambos partidos crearon leyes para ilegalizar a los comunistas en diferentes momentos de la historia nacional del siglo XX.

El primer proyecto anticomunista lo presentó el intelectual Rómulo E. Duron (1931) durante la administración del liberal Vicente Mejía Colindres (1929-33), para frenar la primera oleada de revolucionarios hondureños, la cual buscaba “declarar como asociación ilícita a las organizaciones sindicales vinculadas a la CSLA, la IC, y la ISR (Sevilla, 2021, pág. 57).  

La Confederación Sindical Latinoamericana (CSLA), y la Internacional Sindical Roja (ISR) estuvieron vinculadas al activismo de la lII Internacional Comunista (Comintern o IC), que desde la Unión Soviética mantuvo la idea de una revolución a escala mundial, durante la primera mitad del siglo XX. La Comintern envió de manera constante agentes y literatura subversiva a todos los continentes captando seguidores y Honduras no fue la excepción.

Esperó no causar molestia entre mis colegas historiadores que admiran los trabajos históricos que Rómulo E. Duron realizó como intelectual. Sin embargo, él y su hermano Jorge Fidel Duron (Rector de la UNAH) fueron intelectuales conservadores y de la derecha política hondureña, y lo digo en voz alta.

La primera Ley anticomunista fue publicada el 7 de Marzo de 1946, bajo el Decreto 95 (se conoció como Ley Fernanda ya que fue redactada por el diputado nacionalista Fernando Zepeda Duron) al final de la dictadura de Tiburcio Carías.

La segunda Ley anticomunista se publicó el 3 de febrero de 1956 y se llamó Ley de Defensa del Régimen Democrático (Decreto 206), durante el gobierno del Nacionalista Julio Lozano Díaz (1954-56) (Alvarado, 1963, págs. 37-43).

La tercera Ley Anticomunista fue publicada el 26 de julio de 1959, con el nombre de Decreto 183, durante el gobierno del liberal Ramón Villeda Morales (Cid, 1983, pág. 151). Con esta ley se prohibió la novela Destacamento rojo de Ramón Amaya Amador. Villeda Morales fue un profeso anticomunista y lo demostró con este tipo de acciones.

A nivel del istmo, la primera estrategia anticomunista fue propuesta por el ministro de Relaciones Exteriores salvadoreño Miguel Ángel Araujo en 1935, donde afirmó que tenía “fuentes fidedignas que en Centroamérica está tomando rápido incremento la propaganda anticomunista (Meza, 1980, pág. 56)”.

Esta propuesta se realizó bajo el esquema de un Pacto Anticomunista Centroamericano. Durante la era de los estados dictatoriales Centroamericanos de las décadas de 1930  y 1940 –Maximiliano Martínez (1931-44), Tiburcio Carías (1933-49), Jorge Ubicó (1931-44) y Anastasio Somoza (1937-56) –  cada uno instaló sus aparatos de espionaje.

EUA, contento  se dedicó a estimular las iniciativas de los oligarcas centroamericanos. Esta afirmación personal comparte las novedosas propuestas de un texto reciente llamado La guerra fría y el anticomunismo en Centroamérica donde a grandes rasgos se evidenció el papel activo de las élites centroamericanas para detener la ideología anticomunista (García, 2017).

La visión clásica del anticomunismo presumió la idea que EUA fue el principal gestor pero las evidencias demuestran lo contrario. En conclusión, la prensa, leyes, estrategias regionales, y el fundamentalismo religioso fueron parte del accionar de los actores ligados al poder durante la primera mitad del siglo XX. ¿Qué paso durante la segunda mitad del siglo XX? Creo que tenemos el mapa general.

Los primeros comunistas fueron sometidos por el régimen de Tiburcio Carías Andino en la década de 1930. Sin embargo, se reagruparon en las décadas de 1940 y 1950, alrededor del Partido Democrático Revolucionario Hondureño (PDRH), de tendencia social demócrata. El PDRH, fue integrado por jóvenes profesionales de San Pedro Sula y Tegucigalpa. Esta juventud cansada del encierro, entierro y destierro de don Tiburcio Carías cuestionó el régimen cachureco a través de un Periódico llamado Vanguardia Revolucionaria.

En esos años, la  juventud del PDRH y los comunistas propusieron una agenda que despertó el interés de la clase obrera de los centros urbanos de la costa norte y Tegucigalpa exigiendo 8 horas laborales, seguridad social, un código de trabajo, vacaciones, y derecho a la sindicalización. Estos actores de oposición al régimen mantuvieron una denuncia continua contra las compañías bananeras y el estado. En Guatemala los trabajadores habían obtenido estos derechos después de la Revolución democrática de 1944-54. Esto despertó una vez más el fervor anticomunista de las élites hondureñas y de la embajada Yankee que entro en una paranoia generalizada. Honduras prestó su territorio durante la administración del nacionalista Juan Manuel Gálvez (1949-54)  para que se organizara el ejército de Castillo Armas para defenestrar el gobierno democrático de Jacobo Árbenz (1951-54) en Guatemala en 1954. Este hecho fue representado por Ramón Amaya Amador en su novela Destacamento rojo (Sevilla, 2021, pág. 59).

La voracidad de los señoritos burócratas de Tegucigalpa  y las compañías bananeras en la costa norte, no le proporcionaron respiró a las clases subalternas hondureñas quienes cargaron en sus espaldas medio siglo de desdén, frustración y explotación en el marco del capitalismo de enclave.

Los comunistas le imprimieron al PDRH, el arte de organizar a las masas y se metieron a crear círculos de estudio y educación popular en los oscuros y tétricos barracones de los campos bananeros en la costa norte.  Ramón Amaya Amador representó esta forma clandestina de organización en Prisión Verde, donde el Profesor Cherara y Máximo Lujan educaban a sus camaradas campeños por las noches (Amador R. A., 1999, págs. 170-172). Estas aseveraciones las tomó de los testimonios que brindó Julio Cesar Rivera (1918-2012) –el profesor rebelde de la ciudad de El Progreso quien comentó como les llevo varios años formar y educar los obreros entre 1946-1954 de forma clandestina– al historiador Marvin Barahona (Barahona, 2004) y al Ingeniero Andrónico Espinal (Oliva, 2013).

Durante la década de 1950, el obrerismo destruido por Tiburcio Carías –la FOH y la FSH– cobró vida gracias al accionar del PDRH, y la disciplina de los comunistas quienes fundaron varias plataformas obreras como el Comité Organizador Obrero (COO), el Comité de Unidad Sindical (CUS), y dos entes que incidieron en la huelga bananera como el Comité de Lucha Obrera (CLO) y el primer Comité Central de Huelga (CCH) en 1954 (Argueta, 2009). Voz Obrera y El Machete también fueron parte de la prensa obrerista de esos años.

Se destacaron en esos años personajes como Dionisio Ramos Bejarano, Ventura Ramos (1908-1992), Julio Cesar Rivera, Rigoberto Padilla Rush (1929-1998), Gabriel David, Juan B. Canales (1924-2009), Cesar Augusto Coto, Ramón Amaya Amador (1916-1966), Sebastián Suazo (1927) y Andrés Pineda.

El resultado del activismo político del PDRH y los comunistas desembocó en la gran Huelga Bananera de 1954, dirigida en una primera etapa por los comunistas (quienes refundaron un segundo PCH en abril de 1954). De los éxitos que obtuvieron los trabajadores después de la Huelga bananera de 1954 varias propuestas habían sido banderas de lucha de los comunistas. Esto fue borrado de la historia política de nuestro país por varios años con un propósito bien premeditado.

Los acontecimientos después de la II guerra mundial (1939-45) nos sitúan en otra etapa de la historia universal del siglo XX. Debemos de tener en cuenta que después de la división de Alemania en dos, el conflicto en Corea (1951-53), inició la Guerra Fría entre EUA y la URSS, la cual culminó a inicios de 1990. Los gobiernos oligarcas de Latinoamérica, Centroamérica y Honduras se comprometieron con el anticomunismo internacional.

Durante la segunda mitad del siglo XX, los actores anticomunistas hondureños asumieron otra cruzada para frenar el auge de los comunistas en el movimiento popular. El primer paso que dieron fue arrebatar el sindicalismo incipiente que se formó después de la huelga bananera de 1954 a los comunistas.

Un fuerte sindicalismo anticomunista fue orientado por la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT) y la American Federation of Labor (AFL). La ORIT y la AFL, fueron auspiciados por los partidos tradicionales (Honduras, 2004, págs. 49-50). Oscar Flores (padre del expresidente Carlos Flores), fue evidenciado como un resentido marxista que fomentó la persecución contra los comunistas cuando fungió como director del Ministerio de Trabajo en el gobierno de Ramón Villeda Morales (Cid, 1983, pág. 183). De alguna manera, la tercera ley anticomunista en Honduras hay que entenderla como una respuesta para contener el triunfo de la Revolución Cubana (1959) y el poder mediático de la misma. En esos años se puso en marcha La Alianza para el Progreso que implementó EUA en Honduras durante la administración de Ramón Villeda Morales (Funez, 1995, pág. 205).

Analicemos la década de 1960. Durante esta década la persecución contra los comunistas fue fulminante. El 3 de octubre de 1963, las Fuerzas Armadas modernizadas por EUA en la década de 1950 dieron su segundo Golpe de Estado –el primer golpe fue en 1956– arguyendo que el gobierno de Ramón Villeda Morales estaba infiltrado por elementos comunistas. Al mando de las Fuerzas Armadas estuvo Oswaldo López Arellano (OLA), quien utilizó como pretexto este falso argumento para tomar el poder. El PCH, en esos años era un pequeño partido que apenas iniciaba una vida orgánica según constata mi investigación de tesis.

Por otro lado, Ramón Villeda Morales fue un propulsor anticomunista dentro del Partido Liberal. Es decir, los argumentos de OLA, fueron inverosímiles. No obstante, el asalto del poder castrense en 1963 en Honduras coincide con el posicionamiento de gobiernos militares en Latinoamérica y las ambiciones de poder de OLA, quien fue el hombre que manejo el panorama político hasta 1975.

OLA mantuvo una política anticomunista durante la década de 1960 en una etapa que se caracterizó por la intolerancia política a los sectores de oposición. En la década de 1960, él reprimió al movimiento social y varias expresiones guerrilleras que surgieron en Honduras, incluyendo la del PCH, la cual fue aniquilada por las Fuerzas Armadas en abril de 1965, cerca de las montañas de la Ciudad de El Progreso (La Matanza del Jute), en la costa norte hondureña (Ramírez, 1974).

El Partido Nacional hizo cogobierno con OLA en esa década, ayudando a reprimir el movimiento social utilizando la Mancha Brava organizada por este partido y militares (Cid, 1983, pág. 195). Este ha sido un movimiento de choque utilizado por los nacionalistas desde su creación a la actualidad.

Sin embargo, OLA tuvo que cambiar sus posturas radicales después de la guerra honduro- salvadoreña de 1969, donde buscó aliarse con sectores enemigos en una búsqueda desesperada de apoyo frente a los reveses del conflicto armado el cual fue matizado por los comunistas como una guerra intraoligarca (PCH, 1971). Los comunistas hondureños aprovecharon esta coyuntura para oxigenarse. El PCH,  logro posicionarse aportando propuestas en la agenda del gobierno reformista de OLA (1972-75) de contenido popular.

No obstante, esa tregua política y la apertura democrática de OLA desapareció al tomar el poder el militar Juan Alberto Melgar Castro (1975-78), quien a juicio de Mario Berrios diseñó la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), con la que se persiguió a los movimientos revolucionarios y los comunistas en la década de 1980 (Berríos, 2005). El PCH, y el Partido Comunista Marxista Leninista Hondureño (PCMLH) en la década de 1970 tuvieron un crecimiento sustantivo y lograron formar una base social con presencia en el sector obrero, campesino, estudiantil y otros. Comparativamente el PCH, logró crecer más que el PCMLH.

Analicemos la década de 1980. Debido al surgimiento de la Teología de la Liberación  y el apoyo de cierto sector de la Iglesia Católica a los movimientos revolucionarios centroamericanos, el cristianismo anticomunista que mantuvo la Iglesia católica durante el siglo XX, dio un viraje, en Honduras.

Aparecen las iglesias evangélicas pentecostales con una agenda diferente de fundamentalismo religioso. Las iglesias pentecostales ya existían en Honduras desde años, pero curiosamente la década de 1980 fue su despegue.

El cura evangelizador de antaño fue sustituido por los pastores protestantes que viajaban por el país en una nueva cruzada evangelista contra los movimientos sociales empleando medios como la radio donde no podían llegar (La Voz Evangélica). Además de esto, sus adeptos también se oponían en su predicas a la idea de una revolución social galopante en Centroamérica. Estos fueron financiados por los Yankees y el sionismo judío en la década de 1980 a juicio de la izquierda.

En el otro extremo, líderes estudiantiles, sindicalistas, comunistas, profesores, obreros y revolucionarios fueron víctimas de la anticomunista DSN. El resultado fue el desaparecimiento de 184 hondureños quienes murieron en nombre del anticomunismo y el fundamentalismo religioso de la década de 1980. El incremento de las condiciones materiales de la izquierda Centroamericana tuvo como respuesta la imposición de la DSN, después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.

La década de 1980 en Honduras, aglutinó varios actores anticomunista: militares, paramilitares (Caso de los Contras nicaragüenses en Honduras), empresarios, líderes de ambas iglesias (Católica y Evangélica) y organizaciones facistoides como la Asociación para el progreso de Honduras (APROH). Para enero de 1983, Roberto Suazo Córdoba (1982-86)  les dio su personaría jurídica (CEDOH, 1984).

El socialismo real de la Unión Soviética se desmorono con la perestroika de Gorbachov en 1991 y sentenció al desaparecimiento el primer estado que vaticinó la construcción del comunismo. Occidente aprovechó la caída de su rival para poner en marcha el fundamentalismo económico conocido como Neoliberalismo y destruir los sistemas de bienestar en la década de 1990.

En la década de 1990, los triunfantes anticomunistas hondureños se unieron a la implantación del neoliberalismo. Este modelo económico, destruyo las conquistas sociales que tanto le costaron al proletariado hondureño en el siglo XX. Privatizaron poco a poco las empresas estatales y sumergieron a Honduras a una etapa de desesperanza económica, y social la cual seguimos padeciendo. Los Partidos tradicionales, militares, los cristianismos fundamentalistas de las iglesias cristianas (evangélicas y católicas), y empresarios vencieron en su modo de pensar el comunismo que tanto los aterró durante gran parte del siglo XX.

No obstante, el triunfo del siglo XX pronto tuvo un estorbo en la primera década del siglo XXI: Manuel Zelaya Rosales. El demonio de izquierda había desaparecido en teoría pero desde Sudamérica el comandante Hugo Chávez (1954-2013) y algunos gobiernos progresistas trajeron al debate público, el comunismo y el socialismo una vez más en Latinoamérica y a nivel internacional.

El polémico gobierno de Manuel Zelaya Rosales (2006-2009) puso las alarmas en la embajada de EUA, la burguesía árabe-judía hondureña con sus acercamientos el sector obrero, el Socialismo del siglo XXI y un discurso severo contra el BMI, EUA, y los oligarcas del país.  

Manuel Zelaya se había ganado la simpatía del pueblo con un programa mínimo de reformas basado en recuperar la empresa ENEE (actualmente la EEH), bajos costos del combustible, regulación de la deuda externa con los Organismo de financiamiento Internacional (OFI), y el aumento al salario mínimo. Este último, causo el ataque de la empresa privada hondureña (COHEP) quienes utilizaron sus monopolios de la comunicación como la radio, la TV, y la prensa escrita (El Heraldo, La Prensa, La Tribuna, y el tiempo), para desacreditar a Manuel Zelaya.

Sin embargo, lo que más molestó a la oligarquía hondureña fue la convocatoria a una consulta popular denominada Cuarta Urna. La misma propuso en forma de pregunta la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente para crear otra constitución, en el siguiente gobierno. Los actores militares, políticos, económicos y religiosos sentenciaron el gobierno progresista de Manuel Zelaya (Mel Zelaya como se le llama popularmente en Honduras) defenestrado el 28 de junio del 2009. Se levantó el supuesto de que Mel Zelaya buscaba la reelección. Lo cierto es que, quienes atacaron con saña a Mel Zelaya guardaron hipócritamente silencio cuando JOH violó la constitución para reelegirse en 2017 y ganar mediante un fraude electoral (Sevilla, 2020).

Los oligarcas hondureños utilizando viejas tácticas como el corte de la energía eléctrica, y una campaña de pacifismo en las radios y canales de televisión (como si no hubiera pasaba nada), pensaron que el pueblo hondureño se quedaría encerrados en sus casas como en el pasado.

Lo contrario. El pueblo hondureño se lanzó a una batalla de meses en las calles, aunque sin una dirección inteligente. Jamás olvidaré la manifestación del 5 de julio del 2009 frente al aeropuerto internacional de Toncontin de Tegucigalpa, donde convergió un mar de personas tras años de rabia y frustración de gobiernos neoliberales. En 2009, se formó el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) que logró acaparar la dirección de las manifestaciones pero me parece que les quedo corta esa camiseta a muchos pseudo líderes populares y supuestos revolucionarios. La escuela política de las personas en Honduras ha sido la calle, las balas y bombas lacrimógenas.

Mientras se formaba un nuevo movimiento social hondureño los oligarcas desempolvaron sus manuales anticomunistas y echaron andar todo tipo de discursos del pasado, como en la actualidad lo está haciendo el astuto y bizarro Partido Nacional.

En consonancia con el resurgimiento del anticomunismo del siglo XXI, ha llamado mi atención en estos días como el liberal Yani Rosenthal Oliva (ex convicto por narcotráfico), y el Partido Nacional de JOH (líder de cartel de los Hernández), y Nasry Asfura (señalado en los Panamá Papers y quien enfrenta 5 acusaciones por malversación y abuso de autoridad) mantienen el mismo discurso anticomunista en sus anuncios radiales, de TV, y las redes sociales. Antropológicamente el político nacionalista es cínico, descarado, corrupto, elitista, mediocre, astuto y mordaz (igual que el ala conservadora del partido liberal). Son expertos en jugar con la miseria del pobre hondureño.

Son tristes los debates en los que está presente un cachureco dado su pobreza cultural. Beatriz Valle (candidata a diputada de LIBRE) recientemente cuestionó a la diputada Lissi Cano (Programa 30/30) y el presidente de la bancada del Partido Nacional Nelson Márquez (Programa La Entrevista de Canal 11) dejándolos en ridículo por sus inverosímiles argumentos.

Este partido no ha evolucionado políticamente pues están utilizando el fundamentalismo religioso de los hondureños y una campaña sucia contra la oposición política que lidera LIBRE.

¿Quiénes representan generacionalmente al Partido Nacional? Para el caso tenemos una vieja generación de arribistas integrada por  personas como Oswaldo Ramos Soto (el abogado del mal e intelectual orgánico de la derecha), Antonio Rivera Callejas (su abuelo fue presidente del Congreso Nacional durante la dictadura de Tiburcio Carías y su padre durante el gobierno de OLA), Fernando Anduray (Vocero mediático del Partido Nacional) y la nueva generación con personajes que no presentan una evolución política como David Chávez (acusado de actos de corrupción en el INFOP), y Kilber Beltran (un narrador deportivo y tonto útil coaptado por el Partido Nacional).

El señor David Chávez nos ha mostrado el tipo de persona que es en realidad con algunos episodios que circulan en las redes sociales: amenazó al Perro Amarillo (Milton Jiménez) a quien le ofreció sonarles las tapas, y vociferó en un programa de un joven  youtuber diciendo que Marcos Bogran la cago. Que terrible sería para los capitalinos que este tipo –que llegó con Toño Chocoyos repartiendo patadas en el CNE– tomará la alcaldía de Tegucigalpa. Sin duda, es la expresión de la mancha brava que formaron los cachurecos en la década de 1960.  

La campaña de “Votar por Xiomara Castro es permitir el aborto y el comunismo” parece una bofetada a nuestra inteligencia, pero desde la teoría de la desinformación (estrategia posiblemente aconsejada por JJ Rendón asesor del Partido Nacional  en las últimas elecciones) es efectiva  en un pueblo enajenado por el fundamentalismo religioso y sometido a la pobreza cultural. En este momento las iglesias neo pentecostales me parecen más peligrosas que la católica –pienso en el pastor Ebal Díaz, Evelio Reyes, Alberto Solórzano– dado su presencia, en los barrios, aldeas y ciudades de nuestro país. Muchas de estas iglesias son altamente dogmáticas y mantienen un discurso de obediencia desmedida a las autoridades sin cuestionar su accionar. En las últimas elecciones (2013 y 2017) he visto como pastores llamaron a votar por JOH y defender la supuesta democracia hondureña.

El Partido Nacional, y Liberal le ha apostado a manipular a través del fundamentalismo religioso la conciencia del hondureño. Sin embargo, me parece oportuno señalar que también hay sectores de ambas iglesias cristianas con un sentido de crítica al régimen nacionalista. Este pequeño sector esta marginado de las Confraternidad Evangélica y otros espacios.

Desde mi punto de vista, el socialismo es una filosofía que aspiró en el siglo XX, a neutralizar el desigual sistema capitalista que crearon los occidentales europeos y los EUA, en los últimos siglos. La propaganda mediática del modelo eurocéntrico democrático basado en la supuesta libertad económica y política es una farsa.

Los europeos se enorgullecen del modelo democrático. Sin embargo ese modelo que tuvo sus raíces en la sociedad griega fue desigual en sus orígenes. Los únicos que tenían derechos en la democracia griega eran los hombres libres dado los privilegios que proporcionaba ese modo de producción, basado en la esclavitud. Ese modelo le enterró las garras a muchos seres humanos en el pasado, marginándolos a una vida mísera y llena de frustraciones. La clase trabajadora actual somos los esclavos posmodernos de la sociedad burguesa neoliberal.

El socialismo no aspira a la igualdad capitalista sino a la equidad social. En la práctica el sistema democrático eurocéntrico le permite a un sector vivir privilegiadamente en detrimento de las mayorías. Al sector obrero neoliberal, si, ese que vive de vender su fuerza de trabajo como lo dijo Karl Marx, está diseñado para meterle por los ojos las mercancías que producen en masa los capitalistas. El pecado de las filosofías socialistas, comunistas y anarquistas es haber denunciado los desastres sociales y culturales que ha provocado el capitalismo desde su surgimiento hasta la actualidad: pobreza, crisis económicas, guerras mundiales, explotación, imperialismo y una actual pandemia.

Ese es el modelo que defienden los históricos anticomunistas hondureños, quienes han practicado una democracia representativa que margina las mayorías. En 200 años, este modelo no nos ha dado una alternativa de mejora. Nuestras élites le apostaron a la ignorancia cultural y a la enajenación religiosa para anestesiar a las masas y utilizar como válvula de escape esta dicotomía social en momentos que han visto en peligroso el statu quo hondureño.

En la superestructura –concepto marxista que tiene que ver con los aspectos culturales e ideológicos– los oligarcas fomentaron el anticomunismo en el ambiente hondureño a través de la educación, la religión, la ideología, y los medios de comunicación (radio, la TV, y la prensa escrita), durante el siglo XX. A la gente humilde e iletrada se le infundió el temor del peligro que representaba el comunismo. Esto provocó que el anticomunismo en la actualidad sea un patrón cultural en la población hondureña. La implementación en las formas culturales tuvo un efecto en las mentalidades hondureñas.

Desde el Golpe de estado del 2009 a la actualidad, nuestras élites promueven a lo que definiré como el anticomunismo del siglo XXI. Primero, reaccionó el ala oscura del Partido Liberal defenestrando a un correligionario del poder (Mel Zelaya). Como olvidar los anuncios que el facho de Roberto Micheletti Bain –quien asumió como presidente de facto– patrocinó en el canal 8 del estado (Pueden verse algunos de estos anuncios en el documental Quien dijo miedo) para satanizar a Mel Zelaya. No obstante, como olvidar el pueblo en las calles reunidos contiguo a la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), cada día para manifestarse durante el 2009.

Segundo, los liberales conservadores (Carlos Flores Facusé, Elvin Santos, Micheletti) nos sentenciaron a 12 años de dictadura, entregándole el poder al Partido Nacional con quienes han seguido haciendo sus asquerosos negocios. Los Nacionalistas en cambio se han fortalecido y nos han impuesto una dictadura de partido que el pueblo debe de derrotar (Sevilla, 2020). Pero no como se ha estado haciendo sin organizaciones de base y con líderes populares que también tienen arraigadas prácticas nocivas para el cambio social. En el sector popular también tenemos figuras gastadas (que usted conoce) que deberían de darle paso a la juventud, sin heredarle el sectarismo, y el narcicismo que caracterizó al movimiento popular en el siglo pasado.

Mis reflexiones finales son las siguientes.

Primero, el anticomunismo de los partidos tradicionales (Liberal y Nacional) es histórico y antropológico (cultural).

Segundo, siempre han utilizado tácticas de manipulación para sembrar el temor al modesto pueblo hondureño utilizando la radio, la prensa escrita y la TV como medios. En la actualidad se suman las redes sociales.

Que instalen rótulos en Tegucigalpa y San Pedro Sula, diciendo que con Xiomara viene el comunismo no es nada extraño. Que convoquen a manifestaciones contra el aborto y el comunismo no debe de ser una sorpresa para usted pueblo hondureño, pues esto responde al carácter anticomunista de ambos partidos tradicionales. Sin embargo, resulta anacrónico que sigan sosteniendo está campaña cuando la Unión Soviética y el socialismo real ya no existen siendo parte de los restos de la historia política del siglo XX, aunque no la idea de una sociedad más justa.

Tercero, desde el golpe de estado del 2009, se puso en marcha una estrategia anticomunista del siglo XXI. Los nacionalistas le están apostando a manipular a las personas recurriendo a su fe cristiana para levantar una campaña de falsos contra el Partido LIBRE y la alianza política que lideran como en el pasado lo hicieron contra los clandestinos e ilegales Partidos Comunistas Hondureños (pro chino, pro soviético y demás expresiones de izquierda), quienes se dedicaron a luchar por reformas sociales, que en la actualidad goza el pueblo hondureño. Esto no lo dicen los textos de historia escritos por intelectuales conservadores.

Cuarto, es momento que el movimiento popular le apueste a crear verdaderas estructuras de base y le den paso a la juventud para que no se apaguen las banderas de lucha social en Honduras. Ese fue el éxito que tuvieron en el pasado el PCH y el PCMLH.

Quinto, LIBRE debe de evolucionar, y retomar aquella idea que surgió dentro del FNRP en 2009 de organizar  cada pueblo, caserío y ciudad de Honduras con una verdadera formación política.

Sexto, el comunismo como sistema tuvo muchos éxitos en la antigua Unión Soviética (Rusia) durante el siglo XX en el campo de la ciencia, el arte, la cultura, la carrera especial, la industrialización y en el ámbito militar. El sistema de bienestar social de los soviéticos en algún momento fue envidiable. Estos aspectos, los textos de historia poco objetivos tampoco lo van a decir. El Partido Comunista Chino (PCCH), ha sacado millones de personas de la pobreza y en la celebración del centenario del PCCH (junio del 2021) volvieron a demostrarle al mundo los triunfos que tiene esta nación. También reconocemos los errores en ambas tendencias comunistas. Pero en la pobre mente del cachureco hondureño y el bizarro liberal hondureño no existe razón sino un testarudo sesgo ideológico.

Séptimo ¿Cuál es la herencia de 12 años de gobiernos cachurecos? Corrupción, violencia, narcoactividad, las ZEDE, neoliberalismo y pobreza. Tengo la esperanza que a partir de estas realidades la población hondureña decida de manera autónoma e independiente su voto en las elecciones del 28 de noviembre del 2009. Basta ya, del latrocinio e inicuo proceder de las cúpulas del poder en Honduras. No a la continuidad de la Narco dictadura.

Referencias

Alvarado, R. J. (1963). Las fuerzas armadas, la democracia y el comunismo. Tegucigalpa.

Amador, R. A. (1982). Destacamento rojo. Tegucigalpa: Editorial universitaria.

Amador, R. A. (1999). Prisiòn verde. Teguciglpa, Honduras: Litografìa Lòpez.

Argueta, M. (2009). La gran huelga bananera. Los 69 dias que estremecieron a Honduras . Tegucigalpa: Editoria Universitaria.

Barahona, M. (2004). El silencio quedó atrás. Tegucigalpa: Guaymuras .

Berríos, M. (2005). Los comandantes . San Pedro Sula: Pacura Editores.

CEDOH. (1984). Boletín infomativo del Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). Tegucigalpa: CEDOH.

Cid, M. P. (1983). La construcción del sector público y del Estado Nacional de Honduras (1876-79). San Jóse : EDUCA.

Engels, K. M. (2019). Manifiesto Comunista. Madrid: Alianza Editorial.

Funez, M. (1995). Los deliberantes: el poder militar en Honduras . Tegucigalpa: Guaymuras .

García, R. (2017). La guerra fría y el anticomunismo en Centroamérica. Guatemala: FLACSO.

Hobsbawm, E. J. (2010). Introducción a El Manifiesto Comunista . Biblioteca Omegalfa .

Honduras, B. h. (2004). Mario Posas. Tegucigalpa: Editorial UPNFM.

Meza, V. (1980). Historia del movimiento obrero hondureño. Tegucigalpa: Guaymuras .

Oliva, A. E. (2013). Por los caminos de una nueva sociedad. Tegucigalpa: Litografía López.

PCH. (1971). VI pleno del Comite Central del Partido Comunista de Honduras. Honduras.

Posas, M. (2017). Las luchas de los trabajadores organizados (1880-1993). Tegucigalpa: Editorial Universitaria.

Ramírez, A. (1974). El maoísmo en Honduras. Tegucigalpa: Ediciones Compol.

Sevilla, J. (2020). A una década del golpe de estado del 2009: actores sociales y políticos, élites económicas, remilitarización y narcotización de Honduras. Revista de Centroamérica .

Sevilla, J. (26 de febrero de 2020). El Socialista Centroamericano . Recuperado el 23 de abril de 2020, de El Partido Nacional generador de dictaduras : https://www.elsoca.org/index.php/america-central/hondu/5335-honduras-el-partido-nacional-generador-de-dictaduras

Sevilla, J. (2021). El primer Partido Comunista de Honduras (1927-35): organización, La Comintern, antiimperialismo y actores de la época por Josué Sevilla. Cuadernos de historia , 38-50.

Sevilla, J. (2021). Prisión Verde y Destacamento Rojo de Ramón Amaya Amador: Representación política, actores sociales y enclave bananero. Revista Perspectivas Sociales del departamento de Ciencias Sociales de UNAH-VS, 50-67.

Villars, R. (1991). Porque quiero seguir viviendo: habla Graciela García . Tegucigalpa: Guaymuras.

Villars, R. (2010). Lealtad y rebeldía: la vida de Juan Pablo Wainwright. Tegucigalpa, Honduras: Guaymuras.