Nicaragua

Por Freddy Quezada

Introducción

Nada envejece más rápido que el tema de la juventud. Hay muchas lecturas y formas de dividirla ahora. Pero la juventud que aquí interesa es una que tiene espacio, tiempo y estratos específicos, junto a una categoría maestra que presidirá todas estas reflexiones.

El concepto maestro es la autonomía que no lo tomaremos de las definiciones jurídicas que se brindan en los textos fundacionales de la autonomía universitaria, sino de la definición que hace Cornelius Castoriadis (1975), un filósofogrecofrancés, más bien en términos de filosofía política. Dice más o menos que es la capacidad de las personas de saber que las leyes que se están brindando a sí mismas son creadas por ellas y criticadas, reformadas o derogadas por ellas mismas también, en una suerte de creación sin dirección teleológica, muy parecida a la del arte, instituyente.

En cuanto a las categorías concretas y reales, se trata de los y las jóvenes universitarios/as nicaragüenses desde 1958 en que se proclama la autonomía, hasta 2018 en que se vuelve a exigir, pasando por las grandes expectativas que se esperó de ella por parte de la revolución de 1979, cuyos dirigentes, casi todos, fueron formados a su amparo y bajo su espíritu.

Muchos/as jóvenes universitarios  defendieron y colocaron al servicio de sus proyectos, sueños e ilusiones, una autonomía para los/las que se formaron en la universidad pública que la empezó, la UNAN, y luego en las demás que la siguieron, y la llevaron como un habitus en su torrente sanguíneo, muchas veces sin estar conscientes de su circulación en las venas. Pero esa autonomía ha sido no sólo defendida con sacrificios y heroísmos, sino también expuesta a duras pruebas al grado de desconocerla, amenazarla y, por fin, destruirla, por muchos de sus propios habitantes en distintas épocas.

Tres fechas son tensivas en su curso fuera de la fecha de su nacimiento: la revolución de 1979, la derrota del FSLN en 1990 y la rebelión del 2018. Reflexionaremos brevemente sobre cada una de ellas. Primero la presentación de una división teórica de estos actores.

I.- Familias teóricas segun sentido

Las conceptualizaciones sobre la juventud, o “juventudes”, pueden ser comprendidas en tres familias, según el sentido asignado a lo que buscan por su naturaleza, alteridad y derechos, tendencias cuyos referentes más representativos, agrupables por afinidad, son Karl Marx, Edgard Morin, Jacques Lacan, Jacques Derrida, Antonio Gramsci y Michel Foucault, a los que distribuiremos alrededor de tres árboles paradigmáticos, en lo que a juventudes se refieren.

1.1.- El paradigma del “cambio y la utopía” (Marx/Morin):

Los jóvenes son vistos como inventores y los agresivos de las sociedades. Esta familia sigue vigente y se emparenta con el paradigma de los cambios y emancipaciones; muy popular en su versión del joven revolucionario por su condición etaria y biopolítica. Marx, no hizo alusión a los jóvenes como categoría social separada e independiente de las clases sociales. Todo lo que después de él se señalarán como virtudes juveniles revolucionarias, serán tomadas de las cualidades que cargó al proletariado: arrojo, determinación, amor por el cambio, sed justiciera, fuerza e imaginación.

Edgard Morin (1992), en uno de sus primeros trabajos, El Paradigma Perdido, decía que en todas las sociedades, incluso entre los animales, son siempre los jóvenes los más creativos, los que descubren y experimentan cosas que terminan revolucionando a la comunidad. Más tarde evolucionaría hacia paradigmas de complejidad, sin renunciar a la idea seminal de cambios como expresión de energía, creatividad, salto, vitalidad y empuje que vinculó con los jóvenes.

En el llamado “tercer mundo” no sólo los jóvenes revolucionarios sustituyeron al proletariado como agentes revolucionarios, trasladando virtudes de fábricas a universidades, sino que también el cambio descansó sobre sus cuerpos, frescos y vitales, reencarnando la fascinación prometeica de obreros con conciencia de clase, como los ofreció Marx.

De ahí, el sentido de creer que ser joven, era ser revolucionario. Ese cambio de actores (del proletariado  a la juventud, de Europa a las ex colonias) se volvió portador de lo nuevo en la historia.

En las ex - colonias el fenómeno se combinará desigualmente con los paradigmas dominantes de lo “nuevo” y lo “diferente” y las juventudes portarán lo nuevo pero como “otras” y su locus real serán las universidades públicas con sus autonomías.

1.2.- El paradigma “identidad/alteridad” (Lacan/Derrida): 

Promueve, dentro de la tradición estructuralista proveniente de la lingüística y la antropología, el principio de la definición por alteridad, por el "otro". 

Los continuadores de este paradigma de cara a los actores sociales son los que se preocuparán más por problemas de identidad y diferencia. “Cuando se es joven, uno  no sabe que lo es”, decía Lacan (2005). Lo sabemos hasta que dejamos de serlo; o generalmente “otro” con el poder para hacerlo, nos nombra.

Se debe estar claro, que la definición de juventud no la hacen los jóvenes. Son objetos de una mirada adultocéntrica e intelectual y de otros actores a los que les devuelve su “marca” subalterna. Este esquema se mueve pendularmente entre afirmarse como identidad y defender su alteridad, y la de otros/as, a través del derecho a la diferencia.

Según Jacques Derrida (1989), el término subordinado (juventudes frente a adultos, en este caso), la fuente de identidad del dominante es la que sale ganando, por el simple “poder bautista” de nombrarlos. 

Si los jóvenes dispusieran de sí mismos, muy probablemente lo hicieran más a través de sus propios dispositivos (música, TV, electrónica, internet, redes sociales, video-juegos, etc.) y menos con recursos escriturarios.

1.3.-  El paradigma “poder/justicia" (Gramsci/Foucault):

Este modelo es el que destruye el concepto juventud por la vía de la pluralización y su descentramiento espacial en contextos “otros”, subordinados y rebeldes a un sistema, pero desplegando estrategias microfísicas de poder a caballo de unos movimientos sociales que, a diferencia del tipo anterior, se anclarán más categóricamente en los derechos y la justicia.

Básicamente de Gramsci (2018) se tomarán las coordenadas hegemonía/subalternidad que se emplearán para inscribir a los actores dentro de los planos de un poder todavía prometeico, aunque rico en estrategias que, en manos de Foucault (1993), terminarán por presentarse escépticos con respecto a universos utópicos y que sus discípulos postmodernos acabarán por renunciar a objetivos emancipadores. 

Más allá de estos escenarios eurocéntricos, nos llegarán las escuelas subalternas indias y latinoamericanas (de raigambre gramsciana), que se bifurcarán,    a su vez, en postcoloniales y decolonial (de raigambre foucaultiana, explícita una e implícita la otra).

¿Podemos hablar, también, de una libertad autopoiética, que se crea “haciendo sobre la marcha” sin exterioridades? Es posible abrir un cuarto subconjunto si cruzamos las concepciones de Cornelius Castoriadis (1975), quien decía que los humanos construimos de manera autónoma, sin flechas teleológicas, nuestras propias ideas emancipatorias, dejándonos dominar después por ellas, con las de Humberto Maturana y Francisco Varela (2003) quienes dicen que todas las cosas tienen un comportamiento autocreador sin intervenciones externas.

II.- Autonomía universitaria y revolución (1958-1979)

Este modo de abrir el tema de las juventudes a través de familias teóricas de sentido, acaso nos autorice el atrevimiento de imaginar la toma del poder en la Nicaragua de 1979 como el ascenso de jóvenes universitarios a través de una organización guerrillera de masas como el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), cruzando el rechazo de un modelo de autonomía universitaria de donde aprendieron a ejercitarse en política democrática en contra de rivales de todo un espectro político imaginable y un tributo tardío, que hoy  podríamos llamar postcolonial, al mayo del '68 francés, combinado con un hippismo kitsch, un guevarismo romantizado y una teología de la liberación llegada de colegios religiosos de clase media y sectores populares alrededor de sacerdotes progresistas.

El modelo de autonomía universitaria en Nicaragua, aprobado a través del Decreto No. 38 de marzo de 1958 por Luis Somoza Debayle, puede ser, y ha sido, referencia y a la vez consecuencia en algunos casos, de modelo de sociedades abiertas y democráticas que, para el caso de la Nicaragua bajo el régimen somocista, funcionó como un oasis, mucho más amplio que la definición que se hizo a sí misma La Prensa, como república de papel. Las únicas dos instituciones con reglas democráticas en medio del control y vigilancia férrea durante el régimen somocista.

La UNAN (Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua) antes de 1979, fue un paradigma de libertad de pensamiento y expresión, rudo es cierto, del que gozaron todas las organizaciones estudiantiles de izquierda, de centro y hasta de derecha, de este país en aquella época. Fue un oasis democrático bajo asedio dictatorial

Existían muchas organizaciones estudiantiles, como brazos universitarios de partidos políticos, incluyendo el del poder, que funcionaban legal o ilegalmente en Nicaragua.

De 1958 hasta 1979, subdivisible en dos períodos, las organizaciones políticas juveniles desde las liberales somocistas JEL (Juventud Estudiantil Liberal), FEL (Frente Estudiantil Liberal) y después FERNA (Frente Estudiantil Revolucionario Nacionalista), socialcristianas FDC (Frente Demócrata Cristiano), JUC (Juventud Universitaria Católica), IRC (Izquierda Revolucionaria Cristiana) y sandinistas FER (Frente Estudiantil Revolucionario),  fueron las protagonistas principales, durante la primera parte de este período de tiempo que iría, digamos, de 1958 a 1968, año este último en que Carlos Fonseca reconviene por su displicencia al FER, sin nombrarlo, ante las victorias sucesivas de los socialcristianos FDC y de la JUC con Hugo Mejía al frente del CUUN (Centro Universitario de la Universidad Nacional), que después se cruzará al FER. Período que será de lucha de la derecha contra la izquierda.

El segundo período irá, digamos, de 1969   hasta 1979, con las competencias, casi al final, entre sandinistas ya divididos (FER, FER M-L) pero dominantes aún y las izquierdas prosoviéticas UDE (Unión Democrática de Estudiantes), maoístas CLEU (Comité de Lucha de Estudiantes Universitarios) y trotskystas LMR (Liga Marxista Revolucionaria). Segundo período que será de lucha de la izquierda contra la ultraizquierda.

Ambos subconjuntos son la prueba no sólo de la pluralidad de expresiones políticas organizadas, amparada por la autonomía universitaria, sino por el ejercicio democrático que efectuaban periódicamente para optar a cargos públicos estudiantiles y su derecho, igual al de candidaturas independientes también autorizadas, a representar a los estudiantes en los órganos de dirección académica y administrativa del Alma  Mater.

Los dos FER que triunfaron como expresión del FSLN durante la segunda mitad de los '70, en vez de continuar el modelo de autonomía después del triunfo del FSLN en 1979, como honra al vientre de donde adquirieron sus hábitos democráticos, nada gentiles por cierto, pero tolerantes al fin, lo asfixiaron y permanecieron hasta hoy con la deuda.

A eso nos referimos cuando decimos que la revolución de 1979, la hizo la UNAN y el FSLN, padre de dos de sus habitantes, abandonó ese tejido del que se alimentó y volvió a abjurar, de nuevo, en el escenario nacional, contra las reglas y las libertades democráticas obtenidas con Doña Violeta, a partir de 1990, fruto desde la ciudadanía, de la misma lucha por las libertades.

Hay una conexión, que no se dice,  o se expresa muy vagamente, entre el paradigma de la contradicción y las autonomías de cualquier agente o institución en el sentido de Castoriadis (1975).

Son concepciones instrumentales aquellas que hacen de las autonomías medios que, ya obtenidos bajo control, justifican su suspensión con el servicio que pudieran rendir al enemigo si se libra a su propia naturaleza que es, por principio, democrática. Para paradigmas de las diferencias, esta violencia representacional de vanguardias iluminadas, es intolerable y la exigencia y lucha por el restablecimiento de derechos es casi automática.

Debemos señalar que, incluso durante la primera mitad de la década de los '70, salvo el período del terremoto de 1972 que la dejó suspendida durante un corto tiempo, todavía existía, con todo derecho, el FERNA somocista y el FEL en León, liderado por Arnoldo Alemán muy visible en la Facultad de Derecho.

Estas organizaciones somocistas no fueron expulsadas, sino que se retiraron por decisión propia o desaparecieron por falta de clientela. Es posible que la presencia de la juventud somocista en la UNAN se haya derivado del mismo acuerdo de Autonomía entre Mariano Fiallos Gil y Luis Somoza que la concedió, aprovechando el receso de una asamblea hostil a ella, para hacerse el simpático y ganar popularidad entre los nuevos universitarios.

Ese modelo, rudo y grosero, de libertad política era la única isla de democracia viva y beligerante que había en la época de Somoza. La otra, como ya hemos dicho, era la república de papel, como se veía así misma La Prensa.

Ese modelo era el que por derecho propio tenía que prolongarse y ampliarse a todo el país en aquellos casos en que cualquiera de las organizaciones políticas estudiantiles, o sus organizaciones nacionales, triunfaran sobre la dictadura. Era esperable, natural y lógico. Los sandinistas, al triunfar, hicieron lo contrario, dejándose vencer por las tentaciones autoritarias que ya encerraban sus registros conspirativos, compartimentados y militares, del mismo modo que las demás organizaciones habitantes y rivales como la UDE, CLEU, JRSC (Juventud Revolucionaria Socialcristiana), HLRP (Hacia La Revolución Popular) y MCR (Movimiento Cristiano Revolucionario) llevaban también casi todas ellas, en su seno, las tentaciones totalitarias propias de los países que declaraban admirar desde la URSS hasta Cuba, pasando por la China de Mao y la Albania de Enver Hoxha.

Bien visto, todo ese sueño luxemburguista, trotskista, anarquista y situacionista de una democracia revolucionaria de respeto a las diferencias, llegado del mayo del '68 francés junto a un hippismo kitsch, (rebajado a cabellera larga, pantalones campanas, hot pants, drogas, sexo libre y música rock, despojado de toda espiritualidad), y un castrismo romantizado, todo como una amalgama de postmodernismo emancipador, la vivieron las universidades con verdadera autonomía, como la UNAN de la Nicaragua desde 1958 hasta 1979 en que triunfa uno de los suyos y de la que se esperó que extendiera nacionalmente el modelo del que se nutrieron sus brazos juveniles universitarios que alimentaban sus filas clandestinas en montañas, campos y ciudades.

Con el triunfo de la revolución de 1979, se trataba de ejecutar esa "maqueta" de autonomía universitaria para todo el país y no a contrariu sensu, de creer que terminaba con el triunfo de uno de sus habitantes. En vez de continuar ese modelo después de su triunfo, lo ahogaron y permanecieron hasta hoy con esa deuda política, epistémica y ética.

Sólo quién padeció la suspensión de la autonomía a comienzos de la década de los '80, como muchos profesores de derecha e izquierda que despidieron (René Lacayo, Adán Fletes, Fernando Benavente, Carlos Mohs, Gustavo Gutiérrez, etc) y militantes de organizaciones revolucionarias universitarias fuera del FSLN o estudiantes independientes, supieron que en el juego, por la autonomía, entre Maquiavelo y Montesquieu, siempre gana aquel, a menos que se le controle con reglas que mesuren sus propósitos o la piensen dos veces, si causan daños serios a terceros, con penalizaciones severas.

III.- La autonomía después de 1979

Tan clara era la presencia y dominio de dirigentes universitarios, templados como líderes contra otros líderes dentro del espíritu autonómico de la UNAN, que ya frente al nuevo gobierno revolucionario,  muchos/as ministros/as y funcionarios/as de alto nivel, bromeaban cuando eran citados a las reuniones ordinarias de gabinete, diciendo que "iban a reunión del CUUN". En efecto, el gobierno revolucionario era el CUUN ampliado.

El CNES (Consejo Nacional de Estudios Superiores), fue el primer paso para desconocer la autonomía de la UNAN después de 1979 en  que, durante toda la década de los 80, permaneció primero sujeta a la voluntad de la JGRN y luego a discreción de los ministros de educación. Los FER se fundieron en la JS-19 de Julio (Juventud Sandinista) y el CUUN desapareció a favor de UNEN (Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua) que ya existía como entidad superior al propio CUUN. Y toda la institución se convirtió en proveedora de voluntarios para alfabetizar, recolectar café y algodón y fuente segura, más adelante, de reclutamientos en el SMP para combatir a la contrarrevolución. Las universidades públicas no solo perdieron la autonomía, sino que se volvieron verdaderos campamentos castrenses.

IV.- La autonomía después de la derrota del FSLN en 1990

Con la derrota del FSLN en 1990, se decretó la ley de autonomía universitaria, ley No. 89, por parte del gobierno saliente que preparó uno de los refugios para la retirada en desorden y pánico ante el triunfo de la UNO (Unión Nacional Opositora). Amplió desorbitadamente la presencia de representantes estudiantiles en los órganos decisorios de la Universidad, algo que convirtió la necesidad en virtud, debilitando por otro lado su presencia en la cúpula del CNU (Consejo Nacional de Universidades), que pasó a ser el recipiente, asignador y despachador de los desembolsos del 6% del presupuesto nacional.

Los cargos claves fueron ocupados por militantes leales al FSLN en su caída que corrieron a ejercerlos con un nuevo celo por una autonomía que desconocían la víspera. En medio de ese copamiento, a contrapelo, figuró la rectoría del Dr. Alejandro Serrano Caldera que intentó devolver la autonomía en correspondencia con las libertades democráticas anunciadas por el gobierno de Doña Violeta, o ejercerla según el espíritu auténtico de la ley No. 89. Después de su administración, le seguiría durante tres períodos sucesivos el Msc. Francisco Guzmán, ralentizando todo lo avanzado en materia autonómica, radicalizando aún más su incondicionalidad a la administración Ortega-Murillo, las siguientes rectorías del Msc Elmer Cisneros y la actual Msc Ramona Rodríguez ya al frente de toda la tragedia.

UNEN y todas las autoridades superiores de las universidades públicas cerraron filas con un FSLN durante 12 años en la oposición a gobiernos neoliberales, pero la misma ventana que dejaron abierta desde las bases estudiantiles para ampliar su presencia y poder en los órganos académicos universitarios, de suyo celebrable, fue la que permitió proponer una vez y otra, nacimientos de organizaciones fugaces y candidaturas independientes, en medio de las divisiones espurias que sufría UNEN periódicamente, llegando incluso a enfrentamientos violentos entre bandos, muy parecidos a los que efectúan las mafias callejeras.

El ascenso de la administración Ortega, a partir del 2006, de nuevo al ejecutivo, hizo oscilar todas las universidades públicas al compás de sus necesidades políticas y las nuevas estrategias de alianzas o contra alianzas entre empresarios, iglesias, países aliados como los del socialismo del siglo XXI, potencias continentales y extracontinentales y los caudillos Alemán y Bolaños, ahora ya en la oposición o en retiro.

UNEN se deterioraba y desprestigiaba, cada vez más, ante las bases estudiantiles que participaban, cada vez menos, en procesos electivos, por sus violencias físicas, traiciones éticas y abusos representacionales, mientras en términos de libertades de cátedra, pensamiento y expresión, la mayor parte del plantel docente, se adocenaba en medio de una autonomía discursiva, promesas de megaproyectos del gobierno y un pacto sólido con los empresarios, pero vigilante con el disidente y opositor declarado que, todo hay que decirlo, eran muy excepcionales.

V.- La rebelión universitaria en abril del 2018

Este es el escenario que encuentra la solidaridad de estudiantes universitarios con los jubilados frente a la violencia sufrida de parte de fuerzas de choque  leales al gobierno y la protesta por el abandono del ejecutivo ante las llamas que arrasaban una zona forestal protegida. Es abril del 2018. Y las anteriores son las espoletas que llevan a cientos de estudiantes, por fuera y encima de los organismos estudiantiles fieles al ejecutivo, y de todas las universidades públicas, y algunas privadas, a levantar por los aires el viejo orden.

El entusiasmo y la ira de los jóvenes universitarios, los llevó a tomar varias universidades por meses en el caso de algunas, exigiendo justicia por las masacres ejecutadas por el gobierno, debidamente documentadas en testimonios orales, escritos y audiovisuales ante organismos competentes y de su resorte, y respeto de las autoridades universitarias a sus derechos. Fueron trágicamente desalojados por la fuerza, expulsados, encarcelados, perseguidos y exiliados, además de la eliminación física de algunos en el caso de la UNAN-Managua, con la complicidad de las autoridades superiores universitarias, tanto de cada universidad pública en particular, como del CNU en general. Responsabilidades penales de las que hay evidencias incriminatorias, registros y testimonios ante organismos internacionales de derechos humanos, por las que tendrán que responder ante tribunales nacionales e internacionales independientes y profesionales.

Después del desalojo y el endurecimiento del estado policial en todo el país, las autoridades superiores universitarias en la UNAN-Managua al menos, violando su propio reglamento, siguieron dirigiendo la institución bajo períodos vencidos, girando órdenes ya sin efecto legal y procediendo de nuevo, con una violación encima de otra, a reelegirse, perpetuarse en los cargos y distribuirlos a discreción, volviendo a hacer de nuevo a las universidades unas academias más parecidas a campamentos militares, vigilables y patrullables como en toques de queda, que a casas de estudios superiores, públicas, autónomas y respetuosas de los derechos consagrados en la constitución y en la misma ley No. 89.

Por la parte de UNEN, es seguro que una llamada resuelta y valiente de los miles de estudiantes de base a efectuar su derecho de sufragio bajo todas las garantías electorales, destituirán a los representantes que también fueron cómplices de la persecución, desalojo, expulsión y exilio de los estudiantes que ejercieron las protestas y que se les deberán restablecer de nuevo sus derechos, del mismo modo que la restitución a los docentes despedidos por apoyarlos abiertamente.

Será una ironía de la justicia que los mismos mecanismos empleados por la cúpula de UNEN para mantener su poder,  vigilancia y favores sobre autoridades académicas y administrativas, se emplee ahora contra ella sin la menor violación del reglamento que ya contempla esos procedimientos y de paso destituye a toda la carga indeseable de las mismas autoridades coludidas. En una palabra, renovación de autoridades de todo tipo de arriba hacia abajo.

La curva que hemos descrito de esta aventura de la autonomía universitaria puede ser caracterizada, llamando en su auxilio a las familias teóricas, como una épica en su ascenso (1958-1979) respondiendo a esa búsqueda de cambios que la tensionó hasta el sacrificio; dramática en el mantenimiento (1979-2017) desgarrador entre favorecer su fidelidad identitaria al cambio y su defensa de derechos alternativos suspendidos, entregándose a una ambigüedad que le hará llegar su precio; y una tragedia (2018…) aún abierta e irresuelta, que reclama el restablecimiento de derechos a través de una autopoiesis sin utopía y una justicia como nuevo poder sin desmesuras ni excesos proféticos. Épica, drama y tragedia de la autonomía universitaria nicaragüense.

Nada sería más tributario para honrar a nuestras Alma Mater que devolver limpia la autonomía envuelta en la consigna que la vio nacer

A LA LIBERTAD POR LA UNIVERSIDAD

Referencias bibliográficas

Castoriadis, C (1975) La institución imaginaria de la sociedad. Tomo 2: El imaginario social y la institución. Tusquets. Barcelona.

Derrida, J  (1989) La escritura y la diferencia. Anthropos. Barcelona.

Gramsci, A (2018) Cuadernos de la cárcel. Gedisa. Barcelona.

Foucault, M (1993) Microfísica del poder. Ediciones La Piqueta. Madrid.

Lacan, J (2005) De los nombres del padre. Paidós. Barcelona.

Maturana, H y Varela, F (2003) De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo. Editorial Lumen. Buenos Aires.

Morin, E (1992) El paradigma perdido. Kairós. Barcelona.

Siglas

CLEU: Comité de Lucha de Estudiantes Universitarios

CNES: Consejo Nacional de Educación Superior

CNU: Consejo Nacional de Universidades

CUUN: Centro Universitario de la Universidad Nacional

FDC: Frente Demócrata Cristiano

FEL: Frente Estudiantil Liberal

FER: Frente Estudiantil Revolucionario

FER (M-L): Frente Estudiantil Revolucionario (Marxista-Leninista)

FERNA: Frente Estudiantil Revolucionario Nacionalista.

FSLN: Frente Sandinista de Liberación Nacional

HLRP: Hacia la Revolución Popular

IRC: Izquierda Revolucionaria Cristiana

JEL: Juventud Estudiantil Liberal

JGRN: Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional

JS-19 de Julio: Juventud Sandinista 19 de Julio

JRSC: Juventud Revolucionaria Social Cristiana

JUC: Juventud Universitaria Católica

LMR: Liga Marxista Revolucionaria

MCR: Movimiento Cristiano Revolucionario

SMP: Servicio Militar Patriótico

UDE: Unión Democrática de Estudiantes

UNAN: Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua

UNEN: Unión Nacional de Estudiantes Nicaragüenses

UNO: Unión Nacional Opositora