Por: Raúl Jiménez Lescas
1.- ¿Cuándo llegó Ernesto Guevara a México? Aún no se le conocía como el Che.
Ernesto Guevara pisó suelo mexicano el 21 de septiembre de 1954. Llegó por Tapachula, proveniente de Guatemala (pero no para entrar a "Guatepeor"). México fue una "Estación de paso" muy importante para el futuro comandante Che Guevara. De aquí salieron a liberar al verde caimán que tanto amaban (ver poema).Fue refugiado político. Se casó con una exiliada peruana, Hilda Gadea y tuvo una hija. Fue fotógrafo. Escribió poemas y cartas. Trabajó un libro de medicina e hizo experimentos con gatos de la calle. Médico auxiliar en el Hospital Civil. Dio clases en la Facultad de Medicina. Fue "oyente" en la UNAM en una cátedra de Jesús Silva Herzog. Trotador de calles en la entonces CDMX. Reportero de los Juegos Panamericanos. Conoció a los cubanos Raúl y Fidel Castro. Subió el volcán Popo y casi llega al cráter. Charló con la esposa de Albizu Campos, Laurita, luchadores boricuas. Soñó con viajar a París, a China, a Polonia y la “Cortisona” (la Cortina de Hierro según el argot de la Guerra Fría), pero sólo llegó a Cuernavaca, Toluca, Michoacán, Tuxpan, Veracruz y Cuba, donde luchó con el Movimiento 26 de Julio.
Un día, el futuro Che fue al 1º de mayo de 1955 y su diagnóstico de la Revolución Mexicana fue contundente:
“La Revolución Mexicana está muerta, estaba muerta hace rato y no nos habíamos dado cuenta […] El desfile de los trabajadores organizados parece un entierro […] Los une el presupuesto, la nómina del gobierno. Vámonos, viejo.” (Taibo, 1996, p. 94).
En México, el Che escribió a Fidel, un poema no muy bueno:
“Vámonos
ardiente profeta de la aurora
por recónditos senderos inalámbricos
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Cuando suene el primer disparo y se despierte
en virginal asombro la manigua entera
allí, a tu lado, seremos combatientes,
nos tendrás.
Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos
reforma agraria, justicia, pan, libertad,
allí, a tu lado, con idéntico acento,
nos tendrás.
Y cuando llegue el final de la jornada
la sanitaria operación contra el tirano,
allí, a tu lado, aguardando la postrera batalla,
nos tendrás…
Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito de la historia americana. Nada más.”
2.- ¿Con quién se casó Ernesto en Tepozotlán?
Ya sabemos que Ernesto Guevara pisó suelo mexicano el 21 de septiembre de 1954. Y se casó con Hilda Guedea Acosta, exiliada peruana el 18 de agosto de 1955. Ahí en el registro civil de ese pueblito mágico, que se ubica en el centro de la cabecera municipal. No confundir con Tepoztlán, Morelos, ahí donde está el Tepozteco. En Tepozotlán se encuentra uno de los acueductos más grandes del país, construido por los jesuitas.
El círculo de invitados fue muy pequeño, entre ellos, Raúl Castro, testigo de la novia pero que no firmó el acta matrimonial, por razones de clandestinidad, lo representó Jesús Montané, antibatistiano en el exilio. La otra testigo fue la poeta Lucila.
Al futuro Che lo representaron los médicos Baltazar Rodríguez y Alberto Martínez, quien era del pueblito mágico y que apoyó para que les otorgaran los permisos civiles a los enamorados, ambos exiliados políticos. Uno argentino, la otra, peruana.
Guevara era profundo en sus caracterizaciones de la psicología mexicana, por lo cual escribió a un familiar en Argentina, que México era el “país de la mochada” (por una corta mochada se puede conseguir un título universitario en Santo Domingo, un permiso para casarse, incluso, se puede vender el territorio mexicano como La Mesilla o, de plano, robarse la presidencia de la República, como lo hizo un personaje moreliano de cuyo nombre no me quiero acordar).
Después de escuchar la célebre y controvertida Epístola de Ocampo, nos recién casados, volvieron a la entonces CDMX, para que el futuro Che, organizara algo que todo argentino sabe hacer: un asadito con ensalada y vino. El vino es muy sabroso y bueno, el bife de chorizo ancho ni se diga, pero los argentinos no saben hacer ensaladas o al menos no tienen creatividad, ya que a la lechuga le ponen algo de cebolla, tomate y aceite de oliva o vinagre. Sin duda, aprendieron poco de sus antepasados tanos.
Dice Paco Taibo que, en sus cartas a Argentina, Ernesto fue escueto sobre su matrimonio por lo civil con Hilda, a quien conoció en Guatemala en aquellos años de nacionalismo que terminaron con un golpe de Estado, inaugurando la era de los golpes militares en América Latina. Luego seguiría el golpe gorila contra Perón en Argentina un 16 de septiembre de 1955 (irónicamente llamada por los golpistas la Revolución Libertadora o Revolución Fusiladora por los peronistas. Nahuel Moreno, también argentino, tiene un buen libro sobre el tema).
Lo que sí es que el futuro Che informó a sus familiares que “Lo del hijo está absolutamente confirmado; las reacciones biológicas y toda una serie de datos clínicos permiten asegurar con toda certeza […]”. Ernesto esperaba un hijo, bueno, su esposa Hilda, pero fue niña. A su tía Beatriz le aseguró en una carta que esperaba “un Vladimiro Ernesto”. Pero Hilda Beatriz Guevara Gadea, nació el 15 de febrero de 1956, dicen que en Cuernavaca pero registrada en el entonces DDF. Ernesto le armó un collar de letras: Guevara.
En esos momentos, tanto Hilda como Ernesto ya conocía a Fidel y Raúl Castro que preparaban una expedición a Cuba, pero la pareja soñaba con sus viajes a Europa, la India y a la “nueva China por estar acorde a mis ideales políticos”.
Según Paco Taibo las relaciones de los enamorados Hilda y Ernesto en México fueron tensas, rayando, según el autor de estas líneas, en la canción de “Una vez los dos pensamos ‘hay que separarse’. Mas deshicimos las maletas antes de emprender el viaje” de otro interesante argentino (Vicentico. Paisaje. 2010).
Pero pudo más la pasión, el amor, el exilio, las ideas políticas y terminaron casados por lo civil en el hermoso pueblito mágico de Tepozotlán, estado de México, a unos kilómetros de Chapultepec, donde Ernesto tomaba sus fotos para ganarse la vida en nuestro país.
Así como Ernesto fue determinante con su prometida Hilda, presionando al matrimonio, lo fue con los familiares de su esposa: No nos casaremos por la Iglesia “siento mucho decirles que nuestras mutuas convicciones políticas y religiosas nos impiden contraer matrimonio que no sea civil” (Taibo. 2010, p. 102).
Hilda había sido deportada de Guatemala en noviembre de 1954 y se instaló en la CDMX, en el hotel Roma. Se casaría meses después con su novio, el futuro Che. Hilda era nacionalista aprista peruana, economista y primera mujer en pertenecer al alto mando del APRA. Trabajó con el gobierno de Cuba hasta su muerte (Lima, 1925; La Habana, 1974).
Entre septiembre de 1954 y el golpe gorila contra Perón (septiembre de 1955), pasaron muchas cosas por la vida de Hilda y Ernesto, entre ellos, el robo de su departamento, por lo cual Ernesto creía que las cosas, especialmente su cámara de fotografía, estaban en Tepito. Conoció a Fidel Castro, tomaron café en el mítico Café Habana, del cual nos ocuparemos en el siguiente episodio.
3.- ¿Cuándo Ernesto Guevara conoció a Fidel Castro en México? O al revés: ¿Cuándo Fidel Castro tuvo el honor de conocer al futuro Che?
Ya sabemos muchas cosas: Ernesto Guevara pisó suelo mexicano en septiembre de 1954, por Chiapas (¿quién se acuerda la ciudad chiapaneca donde pisó por primera vez suelo mexicano?, T1. E1). Se casó con la extraordinaria mujer, Hilda Guedea Acosta, exiliada peruana el 18 de agosto de 1955, en Tepozotlán, estado de México y ya no nos confundimos con Tepoztlán, Morelos (T1. E2). También sabemos que el futuro Che tenía los bolsillos rotos (sin dinero, dixit Bernardo Bertolucci en el film 1900), fotógrafo barato (un peso la foto, que era bastante en 1955), trotador de calles del entonces DDF (hoy CDMX, nótese la diferencia), que le robaron su cámara de fotografía y el futuro Che, dijo que fueron los de Tepito (yo lo dudo, pero pudo ser). También sabemos que soñaba con ir a París, como buen argentino (vean Tangos, tangos el exilio de Gardel, recomendable). Que consideraba a Mao como su camarada y, pensaba viajar tanto a África como a la India.
En fin. El futuro Che parecía niño con juguete nuevo cuando conoció a las zonas arqueológica mayas del sur de México.
También sabemos que era enamoradizo. Se enamoró de la primera mujer en tomar un puesto en el APRA de Perú, nada más y nada menos. Que presionó a casarse, pero doña Hilda, al fin mujer, más cauta que los hombres, esperó a que maduraran los aguacates ¿cómo te los comes verdes? Era sabia la doña.
Sabemos también que el futuro Che ni al “treitón” llegaba. Sabemos que hasta “oyente” de la UNAM fue, claro del maestro don Jesús Silva Herzog (pues hasta yo me hubiera anotado).
También sabemos que era agudo crítico de la realidad mexicana de la década del 50 del siglo pasado (no había nacido). Mientras el maestro Vicente Lombardo Toledano creía en la vía “mexicana al socialismo”, el futuro Che, decía que la Revolución Mexicana estaba muerta y enterrada, pero “no lo sabíamos” (suena a crítica y autocrítica de la izquierda mexicana).
Ahora vamos a lo bueno.
Según yo… y ya sé que es muy discutible, el encuentro del futuro Che con el futuro líder cubano, Fidel Castro, fue el más importante encuentro entre dos utopistas de la segunda mitad del siglo XX.
Nahuel Moreno, argentino socialista, escribió:
“Con el asesinato del Che no solo perdemos los revolucionarios latinoamericanos a nuestro líder indiscutible, junto con Fidel, sino al más apasionado luchador de la Revolución Permanente de nuestra época (Siglo XX)”.
No tiene parangón en la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, el encuentro entre nuestros líderes indiscutibles. Comparado con el encuentro de mis generales Villa y Zapata en la primera mitad del siglo XX. La diferencia no es de años, sino de contenido (estructura diría Piaget, hay que desempolvar la Epistemología Genética de Jean Piaget). Villa y Zapata tomaron la ciudad de México; Fidel y Ernesto o al revés Ernesto y Fidel, soñaban con hacer una revolución en Cuba. Villa y Zapata ya habían hecho dos o tres revoluciones en México y tenían no armas, sino ejércitos. Fidel y Ernesto/Ernesto y Fidel, ni una bala tenían.
De ahí que hay que considerar sí uno de los hechos histórico importante de la Revolución Cubana (en honor de mi maestro cubano, Salvador Morales del Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH) fue el encuentro de Ernesto con Fidel o de Fidel con Ernesto. La duda será despejada líneas más abajo, como cuando despejas una x de la Regla Tres Simple.
¿Dónde fue? En México. No había otro país donde exiliados podían reunirse, además por la histórica relación de México con Cuba.
¿Cuándo y en dónde se conocieron el futuro Che con el futuro líder Fidel?
Para mí, el 8 de junio del 55 hacia las 8 o 9 de la noche (ya saben la puntualidad mexicana). Dice el camarada Paco, así le decimos sus cuates, que fue… Nadie sabe. Fidel Castro llegó a México, exiliado el 8 de junio. Ernesto tenía muy buenas relaciones con el hermano de Fidel, Raúl Castro que fue testigo de su boda. Hilda, su novia y luego su esposa, luego la madre de su hija, lo cultivó en la solidaridad latinoamericana. Mucho mérito tiene Hildita, la peruana.
Seguro fue el 8 de junio por la noche o el 9 o el 10. ¿Cuándo?, no sé. Yo digo que Fidel llegó a México y se fue a la casa de la cubana y ahí estaba el futuro Che, que quería conocerlo.
Sabemos que se conocieron en la casa de la cubana, María Antonieta González (Francisco José de Emparán 49 C, colonia Tabacalera), casada con un luchador pero de “lucha libre” de nombre Avelino Palomo, apodado Medrano, no fue famoso como El Santo o Blue Demon.
Dice Paco, pero no creo que exagere, que la conversación entre Fidel y Ernesto, duró hasta el amanecer, es decir, entre 8 y 10 horas. Seguramente, habló más Fidel. Inició hacia las 8 ó 9 de la noche o sea que terminó entre las 4 o 5 de la madrugada.
¿Quién se acuerda el conversatorio entre Lennon y Yoko que duró hasta el amanecer? Claro, Lennon y Yoko terminaron haciendo el amor; el Che y Fidel, pues una utopía posible: invadir Cuba para hacerle la revolución.
Taibo dice que el futuro Che quedó impresionado con Fidel, lo cual es muy probable. Sí millones de cubanos se impresionaron, por qué no un argentino exiliado en México.
El futuro Che escribió en sus notas:
Un acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizamos mutuamente…
Más adelante, el futuro Che le confesó al periodista argentino, Ricardo Massetti:
Fidel me impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que encaraba y resolvía. Tenía una fe excepcional en que una vez que saliese de Cuba, iba a llegar. Que una vez llegando iba a pelear. Y que peleando iba a ganar. Compartí su optimismo. Había que hacer, que luchar, que concretar. Que dejar de llorar y pelear.
¿Había que hacer, que luchar, que concretar? ¿Que dejar de llorar y pelear? ¿Es un consejo a futuro a la izquierda mexicana?
Veamos el comentario de Hildita:
Fidel Castro era “Muy blanco y alto, grueso sin ser gordo, con el cabello muy negro, brillante y ondeado, usaba bigote; de movimientos rápidos, ágiles y seguros […] podía pasar por el turista burgués bien parecido, pero en cuanto hablaba…
Y no paraba.
Me encanta la frase de Paco: la nave de los utópicos adquiere nuevos remos: El futuro Che e Hilda, la peruana exiliada en México. Hasta ese momento, ningún mexicano o mexicana.
¿Qué le preguntó el futuro Che a Hilda, su novia, su esposa, la madre de su hija?
-¿Y qué piensas vos de esa locura de los cubanos de invadir una isla completamente artillada?
Hilda: no hay duda, es una locura, pero hay que estar con ella.
Futuro Che: Pienso lo mismo; quería saber que decís; he decidido ser uno de los futuros expedicionarios, próximamente empezaremos nuestra preparación, iré como médico.
Ahí está el detalle, diría Cantinflas: el Che e Hilda o Hilda y el Che, decidieron remar en el futuro yate de nombre Gramma o la Utopía posible.
Ahí está el detalle.
4.- El Cantinflas del futuro Che
Resulta que para entender a los panamericanos (ya sabemos que el futuro Che fue corresponsal de los Juegos Panamericanos) y, a los mexicanos en particular, el futuro Che se basó en parte en Cantinflas, ese mero. Cantinflas fue el priista más simpático de la historia del PRI, yo dudo que vuelvan a tener otro simpático. Los panistas lo intentaron con Vicente Fox y así les fue. “Haiga sido como haiga sido”, diría Felipillo el pillo, al futuro Che, le encantaba el tal Cantinflas.
¿Pero por qué el tal Cantinflas en la vida del futuro Che?
La respuesta, como siempre, en esos años, la tiene Hildita:
“Un día fuimos a ver ‘Arriba el telón” de Cantinflas (Abajo el telón, 1955). No recuerdo película que le haya hecho reír tanto (al futuro Che). La escena de Cantinflas bailando el minué cuando se encuentra improvisadamente en escena fue lo que más le hacía reír”.
Dice Paco que fue tan importante el tal priista Cantinflas, que en algunas fotos lo imita. Un Che cantiflesco.
El futuro Che no solo reía, sino entendió el panamericanismo:
“Verá la película más de una vez. Y seguro recordará al doctor Valenza, un psicólogo peruano que conoció en su primer viaje por América (puede verse Diario de Motocicletas), quien le decía que la única manera de comprender el panamericanismo era ver a Cantinflas” (Taibo.1996).
Otros acontecimientos pasaron por esa vida cantinflesca del futuro Che: Era el 26 de julio de 1955 cuando, por primera vez, los exiliados en México (boricuas, cubanos, peruana, argentino) conmemoraron esa fecha como el inicio de la Revolución Cubana. Los historiadores de la Revolución Cubana no deben olvidar este hecho. Fue en México, donde se conmemoró, por primera vez, el 26 de Julio, como la fecha del inicio de la Revolución Cubana. Y fue ahí, en Chapultepec, donde el futuro Che tomaba fotos baratas para ganarse el pan de cada día. Esa conmemoración sigue año tras año desde 1955. Este 26 de julio del año de la Pandemia, con todo y virus, se conmemoró organizado por el Movimiento de Solidaridad con Cuba en Morelia, Michoacán, así como en otras partes del país, organizado por el Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba.
¿Dónde fue la primera conmemoración?
En el Monumento a los Niños Héroes de Chapultepec, del entonces DDF (hoy, CDMX).
Los años 50 en México fueron muy simpáticos. Yo no los viví, pero quienes lo vivieron dicen que eran muy simpáticos, pero no para Fidel Castro, que tenía una fuerte gripa y, sí para los recién casados, Hildita y Ernesto, disfrutaban su amor en el campus universitario, quizá en lo que ahora llamamos las “islas” de CU.
Ernesto le dictaba a Hilda su libro de medicina. Era una máquina Reminton del siglo pasado.
Hilda ya estaba embarazada, pero no se habían casado formalmente en Tepozotlán, ya se los conté.
El futuro Che le contó a su madre en Argentina en junio del 55:
Este México inhóspito y duro me ha tratado bastante bien después de todo y, a pesar de la esquila llevaré al irme algo más que dinero que al entrar, mi respetable nombre en una serie de artículos de mayo o menor valor y, lo más importante, sedimentadas en una serie de ideas y aspiraciones que estaban en forma de nebulosa en mi cerebro (Taibo. 1988).
Esas ideas serán la Utopía posible formulada con Fidel Castro en un depa del Centro Histórico de la ciudad de México.
5.- ¿Cuándo bautizaron a Ernesto Guevara como Che y por qué? ¿O cuánto es 28 por 26?
En México, claro. Acá lo apodaron Che los exiliados cubanos, pero antes déjenme contarles algo: El viaje de “Luna de Miel” de los recién casados: el exiliado argentino, Ernesto Guevara e Hilda Guedea, exiliada peruana ocurrió a fines de 1955, es decir, cuando el futuro Che, tenía casi un año de haber pisado suelo mexicano. Por supuesto que los exiliados no lo consideraron como un viaje de Luna de Miel, sino de exploración muy esperado, sobre todo, porque ambos estuvieron en Guatemala, uno de los países que, junto a México, albergan buena parte de la obra de los Mayas.
¿Recuerdan cuándo llegó a México, Ernesto Guevara y por dónde? ¿Cuándo se casaron los exiliados y en dónde? Es muy importante saber quiénes fueron los padrinos, porque en México no a cualquiera se le hace compadrito o comadrita. ¿Estamos de acuerdo? Porque los compadres o comadres te llevan a bautizar al retoño o retoña y, se pueden hacer cargo de ellos en caso de ausencia de los padres (claro, sin son religiosos). Todo eso ya lo han leído en los episodios del 1 al 4 de esta primera temporada (que será la única hasta las 13:20 horas del 9 de octubre de 2020).
La Luna de Miel o viaje de expedición fue muy a la mexicana: por Veracruz, Mérida, Chichen Itzá, Uxmal y Palenque, eso nos chismeó Paco Ignacio Taibo II. En Veracruz, al parecer estuvo a punto de los golpes con unos borrachitos para defender a su reinita. Así era el futuro Che, en este caso más mexicano que argentino, aunque una simbiosis.
Guevara tomó muchas fotos y como niño con juguete nuevo subió las pirámides (en Argentina no existen), y nos heredó un poema:
¿Qué fuerza mantiene más allá de los siglos/viva y palpitante como en la juventud?
¿Qué Dios sopla, al final de la jornada/ el hálito vital de tus estelas?
La fuerza del poema denota que estaba tanto de luna de miel como impactado con el viaje y sobre todo con las pirámides mayas. ¿Y quién no estaría feliz en su luna de miel y sobre todo en Palenque? La región maya impacta a propios y extraños. Yo creo que todo mexicano debería ir una vez al año a esos lugares y rematar en Cancún o Isla Mujeres, Playa del Carmen o Cozumel.
Después de la Luna de Miel a la mexicana, Ernesto Guevara, el futuro Che, tenía asignada la cátedra de Fisiología en nuestra Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Así que también fue “pumita”, aunque la UNAM no reivindica al Che como su catedrático y, creo yo, no sé ustedes, debería. El Che docente de la UNAM.
Muy presente lo tengo yo, año de 1956: Guevara se convirtió en padre de familia, estudió ruso en el Instituto de Relaciones Culturales México-URSS, leyó el primer tomo de El Capital, estudio algo de mecanografía, aprendió a distinguir entre el primer movimiento de la Quinta y la Novena de Beethoven, quería aprender a tocar la guitarra y terminó con sus experimentos médicos, claro siguió escribiendo cartas a su madre y algunos poemas y, bueno, también cayó preso de la policía mexicana.
Fidel Castro había regresado de su gira por el norte para recaudar fondos y apoyos para la Revolución Cubana. El rinconcito mexicano donde se fraguó el plan de invadir la isla, según Taibo, fue un departamento cerca de una tienda llamada La Antillana: calle de Francisco José de Emparán 49 C, colonia Tabacalera, Centro Histórico de la Ciudad de México (¿Quién fue Emparán?, un noble español del siglo XVII).
Dice Taibo y, yo estoy muy de acuerdo con él, que toda revolución no sólo tiene alma, espíritu y fuerza, sino también una casa, aunque sea un pequeño depa rentado del fabuloso Centro Histórico de la capital de la República Mexicana.
Ahí en el depa de Emparán maduró la idea de Fidel Castro de hacer la expedición por el Golfo de México a Cuba para derrotar de forma armada al dictador cubano, Fulgencio Batista. ¿No es una paradoja que en la calle dedicada a un noble español se haya fraguado una revolución? Así es la historia llena de paradojas que luego no entendemos porque se sigue creyendo que la historia es memorizar nombres y fechas.
Para organizar tal empresa se necesitaba multiplicar 28 por 26. No se alarmen, no estoy hablando de matemáticas: eran los 28 revolucionarios exiliados del Movimiento 26 de Julio, pero de los 28, solamente 2 fueron mexicanos y uno español (ex coronel republicano), finalmente partieron a Cuba 82 revolucionarios, entre ellos el Che como médico.
¿Ven? 28x26=82.
El entrenamiento fueron largas caminatas por el norte de la ciudad de los palacios (ahora casas, departamentos, plazas comerciales) del entonces cine Lindavista a Zacatenco; subir el Ajusco, prácticas de tiro en Los Gamitos. Y, después, en un rancho de Chalco (hoy, Chalco Solidaridad) llamado Santa Rosa de un ex villista, apellidado Rivera.
Fue en esos días de 1956, cuando los cubanos exiliados bautizaron a Ernesto Guevara como “Che”.
¿Por qué Che?, dice Paco y estoy de acuerdo, por esa costumbre argentina de poner la interjección “che” por delante. “Che boludo”, “Che Ernesto”. Así como en México todo es “güey”: “pinche güey”, “güey, no seas güey” y, a diferencia de los argentinos que no se les ha ocurrido inventar el verbo che, a los mexicanos sí: Güey, vino a güeyearme ese güey. Verbo, sujeto y complemento.
6.- El Che en el Popocatépetl o don Goyo saludando al Che
Yo creo que todo mexicano debería subir alguna vez en su vida al volcán Popocatépetl (Montaña que humea en náhuatl o Don Goyo según los nativos de las faldas del volcán), bueno al menos el Tepozteco como yo. De perdida el Quinceo de Morelia o El Ajusco de CDMX. Resulta que un che argentino, asmático, lo intentó dos veces y no fue necesaria la tercera.
Aunque en el mes de junio del 55 no lo habían bautizado como Che, ya le llamaremos Che en este episodio, porque es muy engorroso eso de estar escribiendo “el futuro Che”.
Año de 1955 muy presente lo tengo yo: El Che e Hildita en mayo se fueron a pasear por Cuernavaca que ahora, los fines de semana es como una gran extensión de la ciudad de México. En ese año aún no. Estaba lejos porque la ciudad de México no se había extendido casi hasta Tres Marías. Como fueron en autobús pasaron por Tlalpan, Tres Marías y, la verdad, no sé sí ya estaba la temible “Pera” donde hay tantos accidentes. Seguramente no. Se fueron por el viejo camino.
Al siguiente mes, el senderista de 27 años, se embarcó en una expedición para subir al volcán Popo, con un “viejito de 59 años que trepaba mejor que nosotros”. Ahora ni intentar trepar a Don Goyo que anda todo activo o enfurecido, sólo Iztaccíhuatl lo sabe. Desde 1994 está prohibidísimo subir a calmarlo.
Taibo, en su libro que ganó el premio Bancarella 1998 “El libro de año” en Italia, seleccionó una extraordinaria narración del Che de esa primera intentona por subir y saludar a Don Goyo:
Hicimos derroche de heroísmo sin poder llegar a la cima, yo estaba dispuesto a dejar los huesos por llegar, pero un cubano que es mi compañero de ascensiones me asustó porque tenía los dos pies helados y tuvimos que bajar los cinco. Cuando habíamos bajado unos 100 metros (que a esa altura es mucho) paró un poco la tempestad y se fue la bruma, y entonces nos dimos cuenta que habíamos estado casi al borde del cráter, pero ya no podíamos volver. Habíamos estado seis horas luchando con una nieve que nos enterraba hasta las verijas en cada paso y con los pies empapados debido al poco cuidado de llevar equipo adecuado.
El guía se había perdido en la niebla esquivando una grieta que son algo peligrosas y todos estábamos muertos del trabajo que daba la nieve tan blanda y tan abundante. A la bajada la hicimos en tobogán tirándonos barranca abajo como en las piletas de las Sierras y con el mismo resultado, pues llegué abajo sin pantalones.
Fiel a su admiración por Cantinflas, el Che narró simpáticamente y con tanto sentido del humor que hasta se vio reflejado como una calca del mismísimo Frankenstein:
Las patas se me descongelaron al bajar, pero tengo toda la cara y el cuello quemado, como sí hubiera estado todo un día entero bajo el sol de Mar de Plata [Argentina]; en este momento tengo la cara que parece la copia de Frankenstein entre la vaselina que me pongo y el suerito que me sale de las ampollas, además tengo la lengua en las mismas condiciones, porque me di un atracón de nieve. El andinismo es precioso y lo único que me acompleja es que en esta última vez subió con nosotros un viejito de 59 años que trepaba mucho mejor que nosotros.
¡Estuvieron cerca de la cima de 5 mil 426 metros sobre el nivel del mar!, quizá después de trepar por senderos y veredas de 12 kilómetros y 450 metros.
Pero llegó una segunda intentona en un día festivo en México: el entonces llamado Día de la Raza, el 12 de octubre del 55. Según Taibo, se conserva una foto “mostrando a un orgulloso doctor Guevara en plena ladera nevada. No se aprecia la bandera argentina que lleva en la mochila y que depositará en la cima. El país, la Argentina, se ha desplazado lejos en el futuro y en las querencias, una bandera y no más que eso”.
Una expedición más dura que saludar a Don Goyito le esperaba: el desembarco en Cuba para hacer la Revolución Cubana con su admirado y querido Movimiento 26 de Julio.
7.- Los días más infelices del Che en México (preso y casi deportado)
A mediados del año del 56, el Che vivió sus días más infelices, angustiosos y difíciles en México. Fueron detenidos los Guevara (Che, Hilda y la pequeña Hildita Beatriz). El Che fue amenazado con la tortura de su esposa e hija; acusado de “comunista” por la prensa derechista (El Excélsior), de mantener relaciones con los soviéticos y, lo único real, es que su visa estaba vencida, para rematar.
Las cartas a su madre en Argentina, son de angustia, pero firmes en su definición: No soy moderado, sino que trataré de no serlo nunca.
Esos 57 días preso y, los demás escondido en un cuarto de azotea de la colonia Narvarte (esa misma de la canción de la Sonora Santanera), desembocarán en su despedida de nuestro país: ¿Cuándo se fue el Che de México y por dónde?
La cosa iba en serio: la Utopía posible se preparaba para desembarcar en Cuba, por lo cual los entrenamientos de los revolucionarios del Movimiento 26 de Julio (M26) se incrementaron a principios del año del 56. De largas caminatas de Lindavista a Zacatenco en el entonces DDF, se convirtieron en entrenamientos militares para luchar contra el poderoso ejército de Fulgencio Batista. Las naves se habían quemado. La hoja no daría la media vuelta.
Pasaron de remar en el Lago de Chapultepec (como adolescentes que se jalan las clases, dice Taibo) a entrenar, en serio, en el rancho Santa Rosa de Chalco (de un ex villista). Según la evaluación que le hicieron al entrenamiento del Che:
“… asistió a unas 20 prácticas regulares, disparando un número aproximado de 650 cartuchos. Disciplina excelente. Algunas ‘planchas’ disciplinarias por pequeñas [ilegible] al interpretar órdenes y leves sonrisas” (Taibo. 1996).
Por las noches jugaba ajedrez, debatía de política y dormía en el suelo. Recordemos que el Che fue reclutado por Fidel Castro como el “médico” de la expedición a Cuba. Tenía que prepararse y, por su carácter y disciplina (recordemos que trepó el volcán Popo) quería aplicarse.
Taibo (1996) nos cuenta que hay una buena descripción del Che del periodista Carlos Franqui (enviado del M26 a nuestro país):
“Guevara tenía entonces un aire bohemio, un humor suficiente, provocador y argentino, andaba sin camisa, era algo narcisista, trigueño de estatura mediana y fuerte musculatura, con su pipa y mate; entre atlético y asmático alternaba Stalin con Boudelaire, la poesía con el marxismo”.
Pero tanto los espías cubanos de Batista como la policía mexicana les echaron el ojo.
La mala racha, que no terminaría hasta su partida de México, inició con una redada de la policía de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS) de Fernando Gutiérrez Barrios, que toda la izquierda mexicana recuerda con rencor: elegante, muy elegante y muy represor, el 20 de junio, cuando son detenidos Fidel Castro y otros revolucionarios en la esquina de la calle de Kepler y Copérnico (actual colonia Anzures), donde se ubicaba una de las casas de seguridad del M26. Al día siguiente le tocaron tres veces a la puerta de María Antonia, la cubana y cayó preso hasta el guatemalteco Pantoja, que no tenía vela en el entierro, pero dormía ahí.
Luego los chicos malos de Gutiérrez Barrios visitaron la casa de los Guevara y se llevan a Hilda con Hildita en brazos. Días después los que estaban en el rancho de Chalco, pero sólo Raúl Castro logró escapar, mientras al Che lo bajaron de un árbol donde vigilaba, eso fue el 24 de junio como a las 6 de la tarde.
La redada fue exitosa gracias a los servicios de un infiltrado de nombre Evaristo Venereo que escapó, de la casa de seguridad, por una ventana y nadie lo vio ni nadie lo persiguió.
Los detenidos fueron trasladados a un centro de detención temporal de la DFS en Miguel Schultz, colonia San Rafael. La guillotina del artículo 33 constitucional se empezó a aceitar, pero como los revolucionarios del M26 no se metieron con asuntos políticos mexicanos, se guardó.
La policía encontró, entre las cosas del Che, la tarjeta de presentación del soviético Nikolai Leonov de la Embajada de la URSS en México y, lo acusaron de estar relacionado con la URSS, en realidad, el Che, como sabemos estudió algo de ruso en el Instituto de Relaciones y, el tal Nikolai, le prestó un par de libros soviéticos como Así se templó el acero de Nikolái Ostrovski.
Seguramente, Nikolái Leonov recordó al Che con odio el resto de su vida, pues lo regresaron a la URSS tras el escándalo en la Embajada de la URSS en México que, por cierto, el palacio estaba ubicada por ahí en los rumbos a Tacubaya por la avenida José Vasconcelos (y fue propiedad de la condesa de Miravalle en el siglo XVIII).
Los 57 días de prisión del Che, sin embargo, fueron de alta moral, lo cual es lo más importante. Las fotos que señaló Taibo reflejan a hombres de moral alta, no deprimidos ni derrotados y, vaya que no lo estaban, especialmente el Che.
Pero hay un hecho fundamental en todos estos días de angustia (¿estarían angustiados?), apareció el general Lázaro Cárdenas del Río que intercedió ante el mismismo presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines en favor de los revolucionarios, que se preparaban para estallar una “huelga de hambre” el 9 de julio, posiblemente a la hora del desayuno.
Ese 9 de julio (aniversario de la Declaración de Independencia de Argentina) soltaron a 20 de los presos. Por supuesto que la fecha fue circunstancial, nada tuvo que ver la liberación de los detenidos con la Historia. Pero siguieron presos Fidel Castro, Calixto García y el Che, estos dos últimos por tener la documentación migratoria vencida. Hasta el 24 de julio quedó libre Fidel.
En prisión, el Che fue visitado por su esposa Hilda y, su pequeña hija, Hildita Beatriz. Mucho tiempo después Hilda lo recordará:
“Allí, acomodaba una frazada para echar a la niña y la defendía del sol con una sombrilla; jugaba largamente con Hildita, hasta que, a veces, se quedaba dormida y entonces la contemplaba largo rato y se entretenía con los gestos que la pequeña hacía de sus sueños” (Taibo. 1996).
Al día 57 de su detención, fue liberado el Che con Calixto García, con la promesa de abandonar el país en un plazo de 10 días.
El Che volvió 3 días a su casa y se despidió de su esposa e hijita, a quien le leyó un poema de Machado:
De monte a mar esta palabra es mía
Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán contento moriría
¿Ahí ya estaba roto el matrimonio o era un paréntesis, tomarse su tiempo dicen los chavos y chavas mexicanas?.
El Che se escondió, como sabemos en un cuarto de azotea de la colonia Narvarte hasta que un robo en el departamento lo cacharon, pero no pasó a mayores, por lo cual el Che, con ese tono a la Cantinflas dijo: “Seguro el ladrón fue el novio de una de las gatas” (Taibo. 1996).
El Che esperaba la orden para irse de México por el Golfo a Cuba, pues ya les había alertado a sus padres: Les diré que mi futuro está ligado a la liberación cubana. O triunfo con ella o muero allá.
Las cartas de despedida del Che, como se le conocen a sus hijos, a Fidel o a sus padres… Eran verdaderas cartas de despedida.
8.- ¿Su vocación de médico-social lo llevó al camino revolucionario o la lectura de Karl Marx?
¿Cuándo se tituló el Che? El Che médico y catedrático en México: de estudiante de medicina a médico-social cubano
La imagen del Che ganándose la vida como fotógrafo en México es real, pero sólo fue una de sus facetas en nuestro país, también fue senderista, corresponsal de la Agencia Latina de Noticias (argentina), médico, investigador alergista, ayudante de un hospital y catedrático de la UNAM, poeta sin publicar y loco de remate: invadir con Fidel Castro y el M26 la isla cubana para hacer una revolución.
Por cierto, es curioso cómo se hizo fotógrafo. Cuenta Taibo (1996) que gracias a la solidaridad entre refugiados políticos en nuestro país: “Solidaridad de refugiado político a refugiado político. La mejor, la del que sabe”. Un español que tenía un negocio de fotografía (como las de antes) en la calle de San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas) de la ciudad de México le dio una cámara fotográfica (retina 35 mm) “sin ningún compromiso”; ay… me la pagas… cuando puedas, le debió haber dicho. Así el Che se hizo fotógrafo con su amigo el Patojo (escuincle) y, de eso vivieron un tiempo, luego se las robaron (el Che dijo que, de seguro fueron los de Tepito).
Lo contó más tarde: Juntos nos dedicamos a la tarea clandestina de sacar fotos en los parques, en sociedad con un mexicano que tenía un pequeño laboratorio donde revelábamos. Hoy en día ese oficio casi ha desaparecido, todos sacan fotos, buenas, malas, movidas o como sea, con los celulares. A su madre le escribió a fines del 54 que “La fotografía sigue dando para vivir y no hay esperanzas demasiados sólidas de que deje eso en poco tiempo…” Y a su amiga Tita Infante le confesó: Me gano los garbanzos retratando mocosos en la plaza y haciendo reportajes a los ches que caen por estos lares (…) del engendro peronista… Los garbanzos era la “guita” o el dinero; los mocosos, pues los chamacos mexicanos; los ches, los argentinos y, el engendro, la Agencia de noticias (Taibo. 1996).
Pero otra circunstancia lo hizo volver a la medicina. El Che con bata blanca otra vez. Al parecer, un médico chilango respetable, don Mario Salazar Mallén, le ofreció una ayudantía en el pabellón 21 de Servicio de Alergia del Hospital General capitalino (fundado en 1938). Sabemos que el Che tenía la especialidad de alergólogo y, además, era asmático crónico. También que lo recomendó su amigo Salvador Pisani, del que ya hemos hablado y, que lo avalaba, una credencial emitida por el Ministerio de Salud Pública de la Nación de Argentina.
El interés de Guevara no solo fue ser atendido como paciente asmático, sino, además, ingresar al Hospital General de México como médico en el Servicio de Alergia, en el cual colaboró durante un año y medio. Guevara realizó una investigación de las alteraciones cutáneas derivadas de los procesos alérgicos, que se tradujo en un artículo publicado en mayo de 1955 en la revista Alergia, con el título ‘Investigaciones cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos’, citado en el libro Alergia, coordinado por el doctor Salazar Mallén y publicado en 1958, nos comentó Guillermo Velázquez-Sámano, Alejandro Hernández y Raúl Cicero-Sabido.
Una circunstancia más hizo que dejara la bata blanca por la pluma: se convirtió en corresponsal de los Juegos Panamericanos, como ya sabemos para el engendro peronista; nos obstante, alternó esa faceta de periodista con sus experimentos de gatos de la calle y la redacción de un libro de medicina que le dictaba a su esposa Hilda.
Cuenta Jessica Alejandra González, que el pensamiento médico-social del Che “es el legado más importante que dejó en Cuba. Su relación con la medicina lo llevó a ser un destacado estudiante, y luego, como médico alcanzó varios logros en la investigación científica, especialmente en el campo de la alergología.”.
¿De dónde nació la inspiración por la medicina del Che?
Como sabemos el rosarino estudiaba para ingeniero en la Universidad de Córdoba (1946), pero dejó sus estudios para asistir a su abuelita moribunda en Buenos Aires. Jessica reflexiona que pudieron ser dos las fuentes de inspiración: “Una de ellas está ligada a la enfermedad que padeció desde sus dos años de edad, asma crónica. Y la segunda, relacionada al evento cerebrovascular hemorrágico que sufrió su abuela [Ana Lynch], a quién él cuidó en sus últimos días de vida.”. Sea como sea o “haiga sido como haiga sido” (Felipillo, el pillo), el chavo de 19 años se hizo UBA, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, durante su cuarto año, se jaló el semestre, tomó una moto y se fue de pinta con su cuate bioquímico argentino el médico Alberto Granados, recorriendo alegremente Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Venezuela, Perú y Brasil.
El Che médico sería entonces, la consecuencia directa de la necesidad de curar y curarse, afirman Rafael Retif y Reyna Villarreal. Entre los conocidos de la “pinta” estudiantil del Che, estuvo el médico Hugo Pesce, destacado por sus investigaciones.
Yo creo, pero puedo estar equivocado, que más que como líder estudiantil (eso dice Nahuel Moreno, el socialista argentino), o lector de Marx (eso dicen los marxistas), estar con los mineros bolivianos de la COB (Central Obrera de Bolivia) y sus malas condiciones de vida y trabajo, su participación en la lucha contra el golpe de estado promovido por la CIA en Guatemala (donde hay muchos explotados tantos como en Chiapas, México) y, quizá también, el sufrimiento y marginación de los leprosos en el Brasil y Perú, lo hicieron revolucionario, cuyo pensamiento maduró en México: por la lectura de obras de Marx y Engels, especialmente el primer tomo de El Capital (que luego harán del Che un importante economista en Cuba) y, las ideas de Fidel Castro que lo cautivó en ese Depa del Centro Histórico de la ciudad de México; esas fueron las semillas que germinaron por la Revolución Cubana, luego Africana y Latinoamericana, es decir, el Che quería algo así como lo que dijo Marx un día: Su grito de guerra tiene que ser: Revolución Permanente (no recuerdo donde lo dijo, pero estoy seguro que lo dijo y si, no, pues yo digo que lo dijo). En palabras del Che: Revolución Socialista o caricatura de revolución.
Ese “algo que suprima la injusticia” para el Che fue la Revolución Cubana.
Jessica me chismeó que, el Che en Guatemala, participó de la fundación de la “Alergia. Revista Iberoamericana de Alergología” (1953), con el médico Carlos Canseco Gonzáles. Actualmente, es la Revista Alergia México.
Y, es muy interesante esta faceta semidesconocida del Che: investigador y redactor científico de obras como “Transmisión pasiva de sensibilización para antígenos de Taenia saginata” (1953) y, la ya citada “Pruebas cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos” (1955). Jessica afirma que existen otros trabajos del Che en la Hemeroteca de la Sociedad Médica del Hospital General de México, no pude ir porque está cerrado por las medidas sanitarias ante la pandemia en México.
Cuenta Jessica que, desde los primeros momentos de la investigación de las enfermedades alérgicas, se ha tratado de encontrar un método que testifique adecuadamente la acción antígena de los diversos alérgenos en contacto con determinado organismo humano. La variedad de pruebas ensayadas, tanto en la vía empleada como en su técnica, es muy grande, y la investigación de las sensibilizaciones alimentarias ha tenido y tiene épocas de entusiasmo e indiferencia, según los países y escuelas que las ensaye.
Acá les va una probadita del chocolate científico del Che, cortesía de Jessica:
“(…) Hace algunos años, el investigador argentino Salvador Pisani, trabajó con alimentos semidigeridos perfeccionando una técnica propia que le permitió obtener grandes éxitos terapéuticos y fundamentar todo un cuerpo de doctrina basada en la importancia de las sensibilizaciones alimentarias en el proceso del estado alérgico.
Debido a que la técnica expuesta en este trabajo se basa en todo lo conocido sobre la investigación del doctor Pisani, con quien colaboré durante varios años en la Argentina, esquematizaré sus conceptos fundamentales. El origen del estado alérgico sería una disposición anormal de la mucosa del tubo digestivo, cuya hipermeabilidad permite (…)”.
¿Un médico sensible o insensible como muchos que yo conozco?
Como siempre, Hilda Guedea, un poco celosa, nos despeja la X:
“Ernesto estaba muy preocupado por una enferma del hospital a la que llamaba vieja María. Muy conmovido me contó que su estado era muy grave con un asma aguda; era tanto su interés por esta enferma que llegué a sentir celos de ella porque la tenía presente todo el tiempo: en la mañana se apuraba para ir a verla […] Un día muy apenado me dijo que la vieja María posiblemente no pasaba de esa noche; así que fue al hospital para estar cerca de su lecho, vigilándola para hacer todo lo posible para salvarla. Esa noche murió ahogada en asma.” (Taibo. 1996).
¿Le recordaría a la viejita chilena asmática de 1952, cuando andaba de pinta en motocicleta?
Sabemos que, en su Diario de Motocicletas, anotó “La sonrisa de Gioconda”, donde redactó sobre esa viejecita y, escribió el 7 de marzo de 1952: “… en estos casos es cuando el médico, consciente de su total inferioridad frente al medio, desea un cambio de cosas, algo que suprima la injusticia que supone el que la pobre vieja hubiera estado sirviendo”.
Sobre la vieja María, el Che nos legó un poemita:
Vieja María vas a morir
quiero hablarte en serio.
Tu vida fue un rosario repleto de agonías
no hubo hombre amado ni salud ni dinero
apenas el hambre para ser compartida.
La suave vergüenza de las manos de médico
en voz baja y viril de las esperanzas
la más roja y viril de las venganzasq
que tus nietos vivirán la aurora.
LO JURO.
Sin duda, el Che fue un estudiante de medicina sensible y, luego como profesionista, un médico sensible, que afirman los cubanos Blanca Rosa Garcés, Lian Roque y Ana María Molina es la base de la formación médica de los estudiantes y médicos cubanos, como lo demostraron con su asistencia a los infectados de COVID 19 en Italia y otros lugares europeos en los momentos más críticos de la pandemia de este año.
Pero, volviendo desde Valparaíso a ciudad de México, ya sabemos que, al regreso de su Luna de Miel, el Che fue notificado por la UNAM en 1955, como catedrático de Fisiología, que finalmente no aceptó por estar enrolado con el M26 para la expedición cubana. Es decir, la medicina, tanto en su práctica, investigación y docencia, estaban en la sangre del Che, que cambió por su pasión revolucionaria, como dice la guajira de Carlos Puebla.
Médico de la expedición a Cuba
Como ya sabemos, Fidel Castro reclutó, en México, al Che para el M26 y la expedición para invadir Cuba y hacer la revolución, por lo tanto, el Che era pieza clave para tal expedición. Podía no ir su hermano Raúl, pero el Che tenía que ir porque tenía que ir. ¿Cómo una guerrilla sin médico? No señor, eso no cabía en la mente previsoria de Fidel Castro.
Así que el joven Guevara, en 1946 dejó sus estudios de ingeniería para volverse pibe de la UBA, luego se graduó el 11 de abril de 1953 como médico; pasó por dos leprosarios, uno en Perú y el otro en Brasil, para estar de asistente en el Hospital mexicano que ya comentamos líneas más arriba, para convertirse, en 1956 en el médico del M26 con el grado de “teniente médico” y, luego, médico cubano, pero esa es harina de otro costal, decía mi abuela: “En el pensamiento médico social de Che están contenidos los principios rectores y las bases conceptuales y prácticas del paradigma socio-médico cubano, que están vigentes en la concepción de la medicina familiar y en la formación del médico de familia cubano”, dicen en la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, Cuba.
Traduzco: Grazie Cuba, dicen los italianos al despedir a los médicos cubanos que lucharon contra el COVID 19.
El Che médico, más exactamente, un médico-social, de los que necesita el mundo.
LO JURO.
9.- La familia mexicana del Che e Hilda, una historia de amor y ruptura
Para vivir sin pausa,
para morir sin prisa,
vivir es desvivirse
por lo justo y lo bello.
Andrés Eloy Blanco
El Che e Hilda, el argentino y la peruana, ambos exiliados, vivieron en México todas las etapas de una relación sentimental: exiliados reencontrados, pretendientes, novios, “solamente amigos”, novios reconciliados, amigos con derechos, novios, pareja enojada, novios comprometidos, esposos, matrimonio desastroso, padre y madre de familia, familia feliz y una ruptura anunciada con un adiós para siempre, como los que el Che solía decir. Tres años después de la despedida, Hilda e Hildita viajaron a Cuba revolucionaria para reencontrarse con el Che, convertido en destacado ministro comunista del gobierno y, entonces, la relación fue cordial, porque el Che se había vuelto a casar en junio del 59 con la cubana y combatiente, Aleida March (Evocación). Hildita querida como la llamó el Che en su última carta de 1966, por su parte, muchos años después se casaría con un mexicano, Alberto Sánchez en Cuba y, tendrían 2 hijos cubanos (Canek y Camilo).
Parafraseando a Paul Ricoeur le preguntamos a los actores de esos días y años: ¿De qué hay recuerdo?, ¿de quién es la memoria?
Sabemos que, Hilda y el Che se conocieron en el “lugar de muchos árboles” (Guatemala), durante el gobierno nacionalista de Jacobo Árbenz (1951-1954).
América Latina en la década del 50 del siglo XX abrió un ojo violento pero el otro revolucionario: El 10 de marzo del 52, Fulgencio Batista dio un golpe de estado en Cuba; pero el 9 de abril, los mineros con sus dinamitas en mano y los campesinos bolivianos hicieron la famosa “Revolución del 52” y fundaron la Central Obrera Boliviana, la no menos famosa COB, que actualmente resiste otro golpe de estado en Bolivia.
Tras el golpe de Batista y la Revolución Boliviana, sucedieron otros golpes de estado, pero ninguna revolución hasta el primer día del 59. En el 53, asumió el mando el general Rojas Pinilla en Colombia; en Venezuela, el dictador Marcos Pérez Jiménez y, el 17 de junio del 54, mercenarios armados por los gringos invadieron Guatemala y asumió el control, Castillo Armas.
América Latina hervía, por arriba y por abajo y, nos legó una generación de luchadores antimperialistas, progresistas o democráticos como el maestro Pedro Albizu Campos en la Tierra del Edén (Borinken, así como el Lamento Borincano), Fidel Castro, el Che e Hilda Guedea, Lucila Velásquez entre cientos o miles más. Todos estarían mirando o participando de las jornadas de una década después: el 68, menos uno: el Che, capturado en Bolivia el 8 de octubre de 1967 y, asesinado un día después, el 9 a las 13:10 horas de la tarde y, su cuerpo desaparecido en una tumba que se encontraría 30 años después.
Ese gobierno nacionalista de Árbenz en el lugar de muchos árboles pretendió nacionalizó la industria eléctrica (en México sería hasta el 27 de septiembre de 1960), promulgó la Ley de Reforma Agraria y otras medidas de defensa nacional ante la mirada interventora de los yanquis. Ahí estaban el Che e Hilda, que lucharon contra el golpe de estado y, ambos, en diferentes momentos se exiliaron en México en el año del 54: el Che llegó en septiembre e Hilda Guedea, deportada de Guatemala, dos meses después, en noviembre, luego de la celebración de los Días de Muertos. Entre sus andanzas guatemaltecas, hay una notable: conocieron a un tal Ñico (Antonio López) que les profetizó: algo bueno se ha producido en Cuba desde Martí, es Fidel Castro; él hará la revolución (Taibo. 1996).
Quizá por ese recuerdo entre muchos árboles, el Che escribió:
Estaba en aquellos momentos en Guatemala, la Guatemala de Árbenz. Entonces me di cuenta de una cosa fundamental, para ser médico revolucionario o para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución. (inscripción en el mausoleo al Che en Santa Clara, Cuba).
En 1954 gobernaba el PRI sin ninguna importante oposición, una dictadura “casi perfecta” o una democracia imperfecta y, el mandamás de la casa, era Adolfo Ruiz Cortines que pretendía arreglar los desperfectos de Miguel Alemán, ese que prometió meter al vagón de la modernidad al país agrario mexicano.
Cuenta Hilda que se comunicó “de inmediato con su amigo [casi su novio]: ‘Poniendo un pañuelo en el fono [teléfono] para disimular mi voz, pregunté ‘¿el doctor Guevara?’ Pero él me reconoció al instante.” (Taibo. 1996).
Los combatientes del golpe de estado supervisado y orquestado por la CIA en Guatemala, se reencontraron en Roma, la colonia de la ciudad de México. En esa década, México era el país latino que abrió sus puertas a los exiliados y refugiados políticos: dominicanos, boricuas o puertorriqueños, cubanos, guatemaltecos, venezolanos, un argentino y una peruana.
Expulsada, ahora sí de Guatepeor en el 54, Hilda arribó al aeropuerto de la ciudad de México “Benito Juárez” y se trasladó al Hotel Roma, donde se encontró con “el doctor Guevara”. Hilda, recordó tiempo después aquellos momentos:
“Ernesto me planteó nuevamente la posibilidad de casarnos; le contesté que esperásemos todavía, pues recién llegaba, quería ambientarme y buscar trabajo. En realidad, yo no estaba muy decidida, y él se dio cuenta, se molestó un poco; tuve la impresión de que mi respuesta nada concreta había creado cierta tirantez entre nosotros. Entonces decidió que seríamos solamente amigos. Me quedé algo sorprendida de su reacción […] apenas llegaba yo y ya nos peleábamos.” (Taibo. 1996).
Y así pasaron los días, las horas y los minutos, mientras Hilda se alojó con la poeta exiliada venezolana Lucila Velásquez (Olga Lucila Carmona Borjas); el Che la llamaba por teléfono, la invitaba a comer y al cine, sobre todo la película Abajo el Telón de Cantinflas, que hizo reír tanto al Che.
La poeta Lucila, venía de “Contrapunto”, la generación literaria del 48 y fundadora del Círculo de Escritores de Venezuela. Un buen día escribió:
y por qué no pensar sin malas intenciones
que los silbos petrificados
y las improntas de hojas
y los afloramientos de carbón
y las masas intrusivas de granito
y fulgor en la conciencia
son testimonios de una sucesión de vidas inocentes
muy anteriores a nuestra manera de pensar
y es deseable que no llegue la desgracia
que nadie profane el fósil del coral y su rubor
ni se involucren sus claridades
con otros elementos que llegaron
de las regiones templadas
y déjenla vivir en paz consigo misma
y no perturben el sitio de su polo sur
que es el momento de extremar la belleza.
Después Hilda y Lucila se mudaron a la colonia Condesa, en la casa marcada con el 108 de la calle Pachuca (actualmente a unas cuadras del Circuito Interior). Una casita con mucha literatura, poesía y cultura, ya que la llanera Lucila estaba pensando en crear la corriente: Cienciapoesía, muy novedosa para esos años y, también, para los de ahora. Además, había escrito el Himno de la Universidad de Oriente (UDO) de Venezuela.
Por lo tanto, Lucila debe ser considerada “como testigo de excepción” de esa pareja y, también de la relación de la pareja con los hermanos Castro, especialmente Fidel. Muchos años después, lo escribiría en su último libro antes de morir en Venezuela en 2009.
Ahí en la Condesa, el Che visitó a su novia con frecuencia, pero tanto la cena de Navidad como del Año Nuevo, al parecer no fueron muy cordiales por los plantones o llegadas tardes del Che que laboraba en el Hospital, como corresponsal de la Agencia Latina y, fotógrafo callejero, además de hacerle compañía a la soledad del Patojo (Julio Roberto Cáceres), su amigo, también exiliado guatemalteco.
Pero en el año del 55, pintaron de otro color las cosas -entre estiras y aflojas- para la pareja de exiliados; se dan una vuelta por Toluca la Bella, para mirar de lejos El Nevado (luego el Che subiría al Popo), pasearon por Chapultepec y, el Che decidió hacerle un buen regalo a su novia: el poema narrativo Martín Fierro de José Hernández, con una dedicatoria:
A Hilda, para que el día de la partida, le quede el sustrato de mi ambición de horizontes y mi fatalismo combatiente. Ernesto.
La pareja no dejó de soñar con innumerables viajes a París o la nueva China, pero sólo llegaron a Palenque, en la zona maya. De todos esos sueños guajiros, quedó un poema del Che:
El mar me llama con su amistosa mano
mi prado -un continente-
se desenrosca suave e indeleble
como una campanada en el crepúsculo.
Mientras llegaban los viajes, había que trabajar. Hilda consiguió chamba en la CEPAL y, luego en la Oficina Sanitaria Panamericana. Y así les dieron los días de febrero, de marzo, de abril y la conmemoración del 1º de mayo, Día Internacional de los Trabajadores… hasta el 18 de mayo, que viajaron como novios a Cuernavaca y, según los recuerdos de Hilda, fue “fecha de nuestro verdadero matrimonio”, porque se casaron por lo civil, tres meses después, el 18 de agosto de 1955 en Tepozotlán, estado de México. Con la novedad de que Hilda ya andaba embarazándose. Como lo había planeado Hilda, el matrimonio de hecho se consumó en mayo, porque ella así lo había pensado:
Cuando llegó a casa [el Che], me preguntó seriamente sí me había decido o no; su tono era calmado, pero firme, casi me daba un ultimátum. Y en realidad yo lo estaba, le contesté que sí y que nos casaríamos en mayo […] después le pregunté si había estado seguro de mi respuesta afirmativa; me contestó seriamente: Sí, porque vos sabés que me perdías si estaba vez me contestabas que no.
Muchas cartas se escribieron por la pluma del Che, hasta que le comunicó, finalmente a sus padres en Argentina, su matrimonio:
Te comunico la nueva oficialmente para que la repartas entre la gente: me casé con Hilda Guedea y tendremos un hijo dentro de poco. Y a su tía Beatriz: Las noticias efectivas ya las debes saber por mamá; me casé y espero un Vladimiro Ernesto para dentro de un tiempo; obviamente yo lo espero, pero mi mujer lo tendrá. (Taibo. 1996).
Sabemos que la “luna de miel” o viaje de expedición de los recién casados fue muy buena por la zona maya y el puerto de Veracruz, misma que ya fue contada en un episodio pasado. Así que el Año Nuevo del 56 pintaba prometedor para el matrimonio. Los visitaría la cigüeña, tenían trabajo, techo y sustento, pero, sobre todo, maduraba la idea de su amigo Fidel Castro de visitar al tal dictador cubano, Fulgencio Batista con un buen regalo, como esos que se dan de corazón a los dictadores: la Revolución.
Matrimonio feliz y desastroso
¿Puede un matrimonio feliz volverse desastroso? Al parecer, las leyes de la dialéctica o de la vida, lo permiten: todo se vuelve su contrario.
Un día después del Día de San Valentín, que en México se celebra en grande y, apenas iniciada la noche de aquel 15 de febrero del 56, nació en el Sanatorio Inglés de la ciudad de México, Hildita Beatriz, no “Vladimiro Ernesto” como quería el Che.
El Che esperó, al fin médico-social, sentado con su mate en mano en la sala de espera del sanatorio inglés a que terminara el parto y, días después, confesó su doble felicidad:
Tiene el nombre de [Hilda] Beatriz y es motivo de una doble alegría para mí. Primero la de la llegada que puso un freno a una situación conyugal desastrosa y segundo, el que ahora tengo la total certidumbre de que me podré ir, a pesar de todo. Que mi incapacidad para vivir junto a su madre es superior al cariño conque la miro. Por un momento me pareció que la mezcla de encanto de la chica y de consideración de su madre (que en muchos aspectos es una gran mujer y me quiere con una forma casi enfermiza) podrá convertirme en un aburrido padre de familia […] ahora sé que no será así y que seguiré mi vida bohemia hasta quién sabe cuándo, para ir aterrizar con mis huesos pecadores a Argentina, donde tengo que cumplir el deber de abandonar la capa de caballero andante y tomar algún artefacto de combate. De la chica no puedo hablarle; es un pedazo de carne amoratado que mama cada cuatro horas con la puntualidad de un omega y desaloja el resto de lo que mama con algo menos de regularidad…
Con su madre, el Che fue más específico: Ha salida igualita a Mao Tse Tung; es más malcriada que la generalidad de los chicos y come como comía yo según cuentos de la abuela, vale decir, chupando sin respirar hasta que la leche salga por la nariz. (Taibo. 1996).
Una familia mexicana de exiliados
Todo se vuelve su contrario: el matrimonio desastroso se volvió doblemente feliz. El Che e Hilda se estrenaron como padre y madre de familia. Una familia mexicana de exiliados. Y, así transcurrieron los primeros meses de aquel 56.
Cuenta Paco Ignacio Taibo II que: “La vida de Ernesto se mueve ahora entre los placeres de la paternidad, los entrenamientos cada vez más intensos y los restos de su labor como médico [social]. A sus padres les ha dicho que aceptó la cátedra de fisiología [en la UNAM] y a Tita Infante le reporta el desastre de sus investigaciones [un trabajo sobre la determinación química de la histamina].”.
El matrimonio, entre cambiar, lavar y tender pañales (en esa época no había desechables), amamantar a la insaciable Hildita, hizo muchas migas con los exiliados moncadistas de Cuba, pero en especial, con los hermanos Castro, Fidel y Raúl. La idea de visitar con un regalito a Batista ya estaba madurando, pero el matrimonio Guevara-Guedea soñaban con establecerse en Perú o la Argentina, luego de darse una vuelta por Europa:
Nuestra vida errante no ha acabado todavía y antes de establecernos definitivamente en Perú, país al que admito en muchos aspectos, o en Argentina, queremos conocer algo de Europa y dos países apasionantes como son India y la China, particularmente me interesa a mí la nueva china por estar acorde con mis ideales políticos…
Pero no viajaron al Perú, ni a la Argentina, tampoco a India o China, el Che, con el apoyo de su esposa Hilda, se enroló en la visita planeada a Cuba, con la cual se despedirá de México y terminará con su matrimonio mexicano con una exiliada peruana y una hija mexicana.
Mañana el último episodio: El Che se despide de su México lindo y querido.
10.- El adiós del Che a su México lindo y querido. Los 680 días, una hora con 30 minutos y 59 segundos del Che en México
El aire de libertad es en realidad,
el aire del clandestinaje,
pero no importa,
da un matiz de película de misterio muy interesante.
Che Guevara
El Che volvió la vista atrás como recomendó el poeta Machado y vio la senda que nunca volvería a pisar. De reojo miró la playa de Tuxpan, Veracruz y se trepó, con otros 81 hombres, a la cáscara de nuez de Fidel que flotaría por las enfadadas aguas del Golfo de México. Era la madrugada del 24 para amanecer el 25 de noviembre del 56. Ernesto Guevara había llegado 679 días antes a México, por la frontera sur, la de Chiapas y Guatemala. El día 680 de su diario dejaría tierra firma jarocha, para navegar por aguas mexicanas del Golfo con destino a la isla caribeña de Cuba. Bordeando el río y luego la boca del puerto y con bandera mexicana, los hombres van apilados casi uno sobre otro, arracimados como uvas, mientras Collado mantenía firme el timón, asistido por Pichirilo y Chaumont.
Al temible policía Fernando Gutiérrez Barrios, el Che le había prometido irse de México en 10 días, cumplió, aunque con un poco de retraso, mientras se escondía en un “cuarto de azotea” de la colonia Narvarte de la ciudad de México, esperando la señal de Fidel Castro de zarpar en la expedición cubana del M26.
La temporada de huracanas en el Océano Atlántico y Golfo de México se había extendido hasta noviembre; el mar estaba muy bravo. El yate llamado Granma no estaba diseñado para semejante Azaña y, menos para cargar a 82 hombres, armas, víveres y Diesel, además de los medicamentos que llevaba el “comandante médico” de la expedición: un tal Che Guevara. Tiempo después Fidel recordó que el yate se estaba hundiendo por el peso y, que parecía “una cáscara de nuez bailando en el Golfo de México”.
La historia del yate Granma ha sido ya contada en detalle por el cuate, Antonio del Conde Pontones, empresario mexico-estadunidense que adquirió la embarcación para la expedición de los revolucionarios cubanos. Era su propiedad, adquirida a la familia Erikson (que vivían en la ciudad de México). El nombre de Granma viene de la palabra inglesa Granmother (abuela) y fue adquirido el cuate por varios miles de dólares.
El Che llegó a la playa y al ver el Granma, se cuenta en los cafés de la Habana, no quería subirse; calculaba, quizá, que esa cáscara de nuez se hundiría. Cuentan los que han oído la anécdota, contada por el círculo cercano de los Castro, que el Che se subió a esa cascarita en el Golfo, porque Fidel Castro le dijo que tenía un barco más adelante para navegar hasta Cuba… El Granma sólo sería el pequeño yate para llegar a un barco de mayor envergadura. Así que el Che se trepó, sin inhalador contra el asma, y se embarcó a su sueño libertario. Sí Fidel le dijo eso al Che, ya no importa, es una buena anécdota para escucharla y reír con un buen mojito cubano, un puro y música de Compay Segundo: Al cuarto de Tula, le cogió candela. Se quedó dormida y no apagó la vela…
¿Candela libertaria?
No lo creo. A su madre, el Che le escribió y, le escribió muy convencido:
Te escribo desde un punto cualquiera de México donde estoy esperando se soluciones las cosas [su detención]. El aire de libertad es en realidad, el aire del clandestinaje, pero no importa, da un matiz de película de misterio muy interesante.
Así que parafraseando a Compay Segundo podemos decir:
En la playa de Tuxpan se ha armado la corredera
En la playa de Tuxpan se ha armado la corredera
Allá fueron los guerrilleros del M26 con sus campanas, sus sirenas
Allí fueron los guerrilleros del M26 con Fidel y el Che
¡Ay, mamá! ¿Qué pasó? ¡Ay, mamá! ¿Qué pasó?
Al cuarto de Batista le cogió candela, se quedó dormido y no apagó la vela.
Al cuarto de Batista le cogió candela, se quedó dormido y no apagó la vela.
¿Se acordó el Che al despedirse de México que había estado 680 días, comiendo tacos, se había casado en el pueblito de Tepozotlán, tenía una hija mexicana llamada Hildita querida, trepó dos veces al volcán Popocatépetl, experimentador de alergias, redactor de textos científicos, asignado catedrático de la UNAM y estudiante de ruso, trabajador del Sector Salud, alumno oyente de don Jesús Silva Herzog, trotamundos, fotógrafo en Chapultepec, explorador de las zonas mayas, conspirador con los exiliados cubanos, que había conocido a Fidel y Raúl Castro Ruz, que soñaba con irse a la China pero llegó a Cuba y, además exiliado con visa vencida? Y, también el único preso político que el temible Fernando Gutiérrez Barrios de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) dejó ir por presión política.
Eso ya no importaba. El Che se trepó al Granma y no volvió nunca más a México. Se fue, pero, la verdad es que se quedó para siempre.
El 21 de noviembre del 56, Fidel Castró tomó la decisión de acelerar la movilización al puertito de Santiago de la Peña, Tuxpan, Veracruz. No había tiempo que perder. El Che dejó su refugio del cuarto de azotea de los Bauer en la colonia Narvarte de la ciudad de México y se trepó a un autobús hasta Veracruz y, de ahí a Tuxpan, más al norte hacia Tamaulipas. El recuerdo del Che es elocuente de aquellos días:
La orden de partida nos llegó de golpe, y todos tuvimos que salir de México tal como estábamos, en grupos de a dos o tres. Teníamos un traidor entre nosotros, y Fidel había ordenado que no bien llegara la orden había que salir con lo que se tuviera a mano, para evitar que el traidor diera aviso a la policía (Taibo. 1996).
Cuenta Paco Ignacio: “El Che deja la cama deshecha, el mate tirado y los libros abiertos. Días más tarde, cuando sus amigos se inquietan y abren el cuarto violentando el candado, descubren los restos de sus lecturas, finales en México: ‘El Estado y la Revolución’ de Lenin; ‘El Capital’ de Marx; la obra de Germán Arciniegas [periodista colombiano]; un manual de cirugía de campaña, y ¿Cómo opera el capital yanki en Centroamérica’ [de Alfonso Bauer Paiz]?”.
El 24 de noviembre, era un sabadito lluvioso y, el 25 día dominguero, quizá para que nadie se diera cuanta que los expedicionarios del Granma zarparían a navegar por un océano de incertidumbre, a través de islas de certezas, como diría Edgar Morin. Los hombres llegaron, unos de la capital de la República Mexicana, otros de Ciudad Victoria, Veracruz, Xalapa y del rancho de Abasolo, donde se practicaron los últimos entrenamientos con Fidel. El grupo al mando de Héctor Aldama, atrincherado en Poza Rica, no recibió la orden de movilización, otros más se quedaron con las ganas de embarcarse: los “gordos” tampoco cabían por su peso; Pedro Miret; el amigo del Che, el Patojo; el Cuate (Antonio del Conde Pontones); Venegas que lloró amargamente y el Bayo, demasiado joven para morir, demasiado viajo para la expedición. Ese día la navegación estaba prohibida a causa del mal tiempo en el Golfo. La lluvia no cesaba, ni los vientos.
Muchos años después, el cuate narró el impacto que le causo la orden de Fidel de que se quedara en México, donde sería más útil que treparse al yate que había adquirido:
Fue tal el impacto que recibí que perdí el habla, no sé cómo salí de la habitación y pude llegar al automóvil, por supuesto que el silencio era absoluto nadie hablaba, ni habló y solo hasta que me senté dentro del coche me di cuenta de lo que esa orden significaba para mí. ¿Qué iba a hacer después que el Granma se fuera? Con seguridad la policía me iba a caer encima sin remedio (Del Conde. 2002).
Contó Taibo:
Cubierto con una larga capa, Fidel supervisa durante las primeras horas las operaciones de carga. A las 1:30 de la madrugada del 24 al 25 [de noviembre] los dos motores del Granma se ponen en movimiento. El barco abandona el improvisado espigón con las luces apagadas [...] Sánchez Amaya, uno de los expedicionarios, recuerda: ‘En aquel pedazo de tabla no se podía dar un paso’.”.
La última noche mexicana del Che
Después de 679 noches y días en México, el Che pasaría su última noche, la 680 bajo la persistente lluvia y el viento que no dejaba de soplar. Era el médico de la expedición. Olvidó el mate y el inhalador contra el asma; olvidó los libros de Lenin y Marx, pero no los “maroles” (antihistamínicos) para los 82 expedicionarios que, seguramente, se marearían en el pedazo de madera.
La comitiva los despidió con el clásico saludo mexicano de decir Adiós, con llanto en los ojos que se confundieron con la lluvia. ¿Cuáles eran las lágrimas de despedida y cuáles las gotas del cielo?
Me gusta el relato de Paco Ignacio Taibo II:
“… el Granma va bailando sobre las olas, sometido a las inclemencias del norte que azota el Golfo, y México se queda atrás, en una memoria que en el paso del tiempo, para el protagonista central de esta historia y compañeros resultará benévola, en la que se recordarán las ayudas, sonrisas, y no las mordidas y los policías que torturaban; las largas caminatas por [la avenida] Insurgentes y los tacos [frente al Hospital General], y no el frío y la soledad. Quedará en la memoria la solidaridad de Cárdenas y la belleza de las pirámides mayas, incluso el recuerdo de la vieja María [a la que el Che asistió ante su agonía] y no los patios de altas paredes de la cárcel de Miguel Schultz [donde el Che estuvo preso muchos días].”.
Atrás quedará el México del mar y no del río Suchiate. Donde se casó y se estrenó como padre de familia. El lugar donde conoció a los hermanos Castro y, donde afinó la puntería para una Utopía posible…
Sí hubo comitiva de despedida, sin mariachis, claro está: Melba Hernández, Piedad y Antonio, el Cuate miraron con ojos llorosos como el Granma se fue llenando poco a poco.
Tiempo después, Faustino Pérez recordó: “El silencio de la media noche sólo era violado por el mortificante y persistente ladrido de los perros alarmados de la vecindad” (Taibo. 1996).
Después de 680 días y una hora con 30 minutos y 59 segundos el Che le dijo adiós a su México lindo y querido, que después de todo, no lo trató tan mal.
Fuentes:
Aleida March. Evocación. Mi vida al lado del Che. Cuba. Fondo Editorial Casa de las Américas. 2007.
Antonio Machado. Cantares. Poema. Poetas andaluces.
Antonio del Conde Pontones. Memorias del dueño del yate Granma. México. Porrúa. 2002.
Compay Segundo. El cuarto de Tula. Buena Vista Social Club. Cuba.
Carlos Puebla. Hasta siempre, comandante (guajira). Cuba. 1965 (hay al menos 200 versiones de la guajira).
Cronología. En: Nahuel Moreno. Che Guevara. Héroe y mártir de la revolución. México. Uníos. 1997 (Colecc. Personajes del Socialismo).
Ernesto Guevara de la Serna. Investigaciones cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos. Alergia. 1955;2(4):157-167.
___, Mensaje a la Tricontinental. Crear dos, tres... muchos Viet-Nam, es la consigna. Cuadernos de Ruedo ibérico. París, abril-mayo 1967, número 12
- 94-101.
___, Notas de viaje. Tomado de su archivo personal. La Habana: Sodepaz, D.L. 1992. Citado por: Blanca Rosa Garcés, Lian Roque y Ana María Molina Gómez. Universidad de Ciencias Médicas, Cienfuegos, Cuba.
Hilda, Gadea. Mi vida con el Che. Txalaparta. 2017.
___, Che Guevara. Años decisivos. México. Aguilar. 1978.
Jon Lee Anderson. Che Guevara, una vida revolucionaria. Barcelona. Anagrama. 2010 (Colecc. Compactos).
José Natividad Rosales. ¿Qué hizo el Che en México? Famosos documentos desconocidos a 5 años de su muerte. México. Editorial Posada. 1973.
Jorge Denti. La huella del Dr. Ernesto Guevara. Documental (124 mins). TVAL/Imcine. 2012.
Lucila Velásquez. Memoria de mis días con Ruiz Pineda y Betancourt, el Che y Fidel. Caracas. Grijalbo. 2008 (Prólogo: Juan Carlos Zapata)
Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Guevara, también conocido como el Che. México. Planeta. 1996. Capítulo 7. Estaciones de paso.
Pierre Kalfon. Che: una leyenda del Siglo XX. Buenos Aires. Edhasa. 2010.
Electrónicas
Adrián Albiac. La CIA contra Guatemala: cuando Ernesto se convirtió en el Che Guevara. Orden Mundial. En: https://elordenmundial.com/la-cia-contra-guatemala/
Cecilia Ballesteros. La familia mexicana del Che nunca creyó en el mito. Los años de formación de Ernesto Guevara en México: de la bohemia al compromiso. El País. 8 de octubre de 2017. En: https://elpais.com/internacional/2017/10/09/actualidad/1507500623_205862.html
Falleció la poeta venezolana Lucila Velásquez. Noticias. Letralia. Tierra de letras. Año XIV. 5 de octubre de 2009. En: https://letralia.com/219/0928velasquez.htm
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Víctor Pérez-Galdós Ortiz. Cronología de la vida de Ernesto Che Guevara en Cuba
(1962 a 1997). Radio Rebelde. Plaza de la Revolución. Ciudad Habana. Cuba. En: http://www.radiorebelde.cu/che/cronologia/che_cronologia_4.htm