1. Parafraseando a Fukuyama, podríamos resumir diciendo: “el mundo volvió a cambiar”. La guerra entre Rusia y Ucrania (y la OTAN) parece confirmar una tendencia que ya se avizoraba hace unos años: el mundo unipolar surgido de la desaparición de la URSS y la “Caída del Muro de Berlín”, con su globalización mediada por la Organización Mundial de Comercio (OMC), y hegemonizada por Estados Unidos, parece llegar a su final para dar paso a un mundo fragmentado con potencias confrontadas y sus áreas de influencia y control, en cierta forma parecida, pero no igual, a la década de 1930.
2. El corazón de todos los problemas que padece el mundo en esta tercera década del siglo XXI es la profunda crisis sistémica, que abarca todas las facetas de la vida social: económica, social, política, humanitaria, ambiental y cultural. La crisis capitalista mundial explica: desde las grandes catástrofes humanitarias, incluidas las masivas migraciones humanas, el alto desempleo crónico, en especial el juvenil, la creciente desigualdad y pauperización, el saqueo y destrucción de la naturaleza, las guerras entre estados y las civiles, el descrédito de las instituciones, la represión y coacción contra los derechos democráticos de todo tipo de gobiernos (liberales, de extrema derecha, de centro izquierda, y hasta del llamado progresismo).
3. Los gobiernos de todos los matices políticos actúan bajo los marcos de la grave crisis mundial, que no deja espacio para reformas, ni sociales, ni políticas. La socialdemocracia, desde hace un siglo, se transformó en una pata más del sistema capitalista, sin mucha diferencia con los liberales. Las diferencias doctrinales se han transformado en mera retórica para justificar los actos de gobiernos. En Centroamérica, por ejemplo, los gobiernos de Ortega de Nicaragua, y de Bukele en El Salvador, son dos caras de la misma moneda. Las reformas progresivas al sistema han sido sustituidas por planes de reformas reaccionarios y antiderechos. Sectores de la ultraderecha y neofascistas, expresan el más radical proyecto para retrotraer las conquistas sociales y democráticas al siglo XIX. Bolsonaro, Trump, Vox, Putin, etc., expresan ese proyecto reaccionario.
4. En el otro extremo de la realidad, la característica más destacada es la resistencia y las grandes luchas populares, obreras, juveniles, indígenas, de las mujeres, los colectivos LGBTI, etc., que confrontan los proyectos reaccionarios. La resistencia de los pueblos impide a la clase dominante imponer completamente el retroceso de los derechos conquistados. En Europa, los sindicatos vuelven a las calles y a la huelga. En Latinoamérica: las movilizaciones indígenas derrotaron el golpe de Estado en Bolivia; en Chile, el estallido juvenil posibilitó la victoria de Boric; en Honduras, las movilizaciones populares permitieron la victoria electoral del Partido Libre. Igual sucedió con la heroica sublevación popular y juvenil en Colombia, cuya consecuencia política ha sido victoria la electoral de Gustavo Petro. La ola de luchas populares espontáneas que resisten al neoliberalismo es la que ha posibilitado la nueva oleada progresista.
5. La ausencia de una dirección revolucionaria, por razones objetivas y subjetivas que hay que estudiar, dificulta que las masas populares puedan derrotar definitivamente los males que impone el capitalismo en crisis. Las grandes luchas se quedan en los márgenes de la democracia burguesa y en las propuestas del progresismo. No han surgido en las luchas los organismos asamblearios de democracia obrera y popular tan característicos de las revoluciones del siglo XX. Esta situación de impasse produce una de las características centrales de esta época: la incertidumbre.
6. El “progresismo” latinoamericano de inicios del siglo XXI, con Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, como el sector más radical, levantó esperanzas y entusiasmos porque implicó la ruptura con 20 años de imposiciones neoliberales. Pero basó su política social en los altos precios de las exportaciones de materias primas y en una política redistributiva del estado para paliar la desigualdad social, sin tocar la esencia del sistema de explotación empresarial. La caída de los precios de las materias primas, a partir de 2015, ha llevado al progresismo latinoamericano a sostener la retórica antimperialista, pero vacío de reformas sociales y, por el contrario, aplicando planes neoliberales.
7. El caso más dramático de ese retroceso del progresismo lo constituye el gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua, que no vaciló en una reforma de las jubilaciones pactada con el Fondo Monetario Internacional, a costa de una dura represión, con centenares de personas muertas y encarceladas, llegando a tocar dirigentes de la Revolución de 1978. Recientemente ha impuesto deportaciones a unos 200 excarcelados, y ha retirado la nacionalidad a importantes figuras políticas y de la cultura.
8. El gobierno de Nicolás Maduro, que es víctima de duras sanciones económicas de Estados Unidos, ha estancado lo que fue la Revolución Bolivariana, y ejecuta un programa neoliberal cuya víctima central es la clase trabajadora y sus derechos laborales, con persecuciones a dirigentes sindicales, mientras el empresariado sigue acumulando grandes fortunas. Maduro ha dado marcha atrás a las nacionalizaciones de recursos naturales que hizo Hugo Chávez, realizando concesiones mineras a transnacionales y petroleras a empresas norteamericanas como Chevron, sin que las sanciones hayan sido levantadas.
9. Presionados por la crisis sistémica, los gobiernos progresistas rápidamente abandonan sus programas de cambios y reformas, ceden a las presiones internacionales, al neoliberalismo, y acaban traicionando sus propuestas. Recientemente los gobiernos de Gabriel Boric, en Chile, y el frustrado gobierno de Pedro Castillo, en Perú, muestran esa tendencia a ceder ante las presiones de los sectores empresariales, sin que eso les salve de la férrea oposición de la derecha, incluyendo golpes de Estado “parlamentarios” represivos, como ha sucedido en Perú.
10. La crisis sistémica desnuda ante los ojos de la gente las mentiras de las instituciones del régimen liberal. Cada vez más las personas descubren que detrás de la retórica “democrática” de las instituciones burguesas su verdadera esencia explotadora y plutocrática. De ahí el éxito de muchas propuestas de extrema derecha o neofascistas que, al criticar acremente a los políticos e instituciones liberales, ganan amplias simpatías populares. Por supuesto, la extrema derecha utiliza la crítica a las instituciones liberal burguesas, así como a partidos de izquierda vinculados con ellas, en favor de su programa regresivo de los derechos democráticos. Esto es lo que explica las simpatías de sectores importantes de la población con propuestas como las de Bolsonaro o Trump o Vox. Incluso la credibilidad que tienen teorías conspirativas como los antivacunas, terraplanistas, etc.
11. Los gobiernos europeos, que hace cien años, jugaban en la arena internacional como superpotencias, cada una con su propio sistema de colonias, ahora se convierten en semicolonias de Estados Unidos, incluso poniendo en riesgo su propio interés nacional. Constituyen evidencia de esta nueva realidad la aceptación incondicionada de toda la política norteamericana frente al conflicto ruso – ucraniano, o la abyección del gobierno socialdemócrata alemán, incluso sabiendo que fue Estados Unidos quien saboteó el gaseoducto que les proveía de gas ruso más barato. El sometimiento del gobierno francés, encabezado por Macron, está muy lejos de la actitud independiente que tuvo el ex presidente francés Charles De Gaulle frente a Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial.
12. La agresiva guerra comercial lanzada por Estados Unidos contra China, iniciada claramente desde los años de gobierno de Donald Trump y continuada por el gobierno de J. Biden, para tratar de frenar la pérdida de competitividad con ese país, va delimitando poco a poco otra frontera donde los roces insinúan un conflicto bélico en ciernes. La “libre concurrencia” entre empresas de diversas potencias está siendo sustituida por mercados vedados. Las sanciones contra Huawei o TikTok son un claro ejemplo.
13. Este conflicto creciente entre potencias es una manifestación más de la grave crisis del sistema capitalista mundial. Crisis a todos los niveles: económico, político, social, en fin, civilizatorio. La civilización capitalista mundial agoniza y los monstruos de la barbarie asoman por todas partes entre las sombras de un mundo que muere y otro que no termina de nacer, como diría Walter Benjamin, pero también advirtiera Rosa Luxemburgo antes de la Primera Guerra Mundial, y León Trotsky, antes de la Segunda Guerra Mundial.
14. Es el imperialismo norteamericano el que desarrolla la política más agresiva, apoyado por la OTAN. Esto sucede porque es la columna central que sostiene al sistema capitalista mundial, e intenta por todos los medios (incluso bélicos) sostener su papel de gendarme internacional, y su primacía económica y política. En lo aparente, es el régimen dictatorial de Vladimir Putin el único agresor de Ucrania, y responsable por la guerra, pero un análisis objetivo de los hechos muestra claramente que Estados Unidos y sus títeres de la OTAN, con la complicidad criminal de Zelensky en Ucrania, forzaron la confrontación con la cual, como en una carambola, Washington impone:
- Una guerra de desgaste a Rusia que, si la pierde conduce a una profunda crisis política interna;
- La sumisión económica, política y militar de Europa, que hace pocos años iniciaba la constitución de una alianza militar independiente;
- Una política económica impuesta a las clases trabajadoras europeas con la sustitución de combustibles rusos por norteamericanos, así como compras masivas de su armamento norteamericano a costa de duplicar los presupuestos militares.
15. El régimen capitalista totalitario de Vladimir Putin no tiene ningún elemento progresivo, por ende, se equivocan quienes le apoyan creyendo ver en él un paladín en la lucha contra el imperialismo norteamericano. El mismo Putin lo dejó claro antes de lanzar la invasión a Ucrania, cuando repudió a Lenin y el manejo que dio al derecho a la autodeterminación de los pueblos lo que permitió la creación de la Unión Soviética hace cien años. El principio leninista, marxista, siempre fue la apelación a la conciencia de los pueblos y el respeto a sus derechos nacionales para actuar en común contra el imperialismo. Lenin siempre prefirió perder terreno y fronteras antes que una nación oprimida dudara de lealtad al principio de autodeterminación.
16. No es cierto que Estados Unidos y la Unión Europea representen los “valores democráticos”, del “jardín” que pinta J. Borrel (canciller de la UE). No hay que confundir las conquistas democráticas y los derechos alcanzados por la clase trabajadora europea, con las instituciones burguesas imperialistas que gobiernan Europa y Estados Unidos. Confundir los derechos conquistados con las instituciones burguesas que lo administran conduce a graves errores como la sumisión acrítica a la política de la OTAN en la guerra de Ucrania. Ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni mucho menos la OTAN, defienden valores democráticos en ninguna parte, por el contrario, pretenden imponer el saqueo y la explotación a costa de la barbarie: así pasó en Iraq y Afganistán, pero también en Libia cuando la OTAN atacó al gobierno de Gadafi, en Siria con ISIS (creación de Arabia Saudita aliada de EEUU).
17. Europa occidental y Estados Unidos gestionan el saqueo de África, Asia y América Latina apoyando regímenes antidemocráticos e imponiendo duras sanciones económicas cuando los gobiernos no se someten (como Cuba). Creer que la OTAN defiende la democracia y la autodeterminación de Ucrania es una ilusión ingenua. La victoria de la OTAN-Ucrania no conducirá a la democracia en Rusia, ni a la soberanía del pueblo ucraniano, tal y como no ha sucedido ni en Libia, ni Irak, ni Afganistán.
18.En esta difícil coyuntura histórica, urge construir una alternativa política desde abajo. Necesitamos una Nueva Izquierda que supere las limitaciones del progresismo, las traiciones de la socialdemocracia y el totalitarismo antidemocrático del estalinismo. Esa Nueva Izquierda está naciendo de las luchas y, con sus altibajos, se expresa en nuevas organizaciones políticas: como el PSOL en Brasil; el FIT en Argentina; fragmentos del Frente Amplio y Perú Libre y organizaciones populares que luchan contra la dictadura de Boluarte; sectores juveniles y populares que hicieron posible el triunfo de Petro en Colombia; en Venezuela el chavismo principista y los sindicatos que han salido a la calle; en Panamá, de los sectores populares que en julio de 2022 estremecieron el país (Alianza Pueblo Unido, ANADEPO y organizaciones indígenas). En cada país, en las luchas, están crecen las raíces de la alternativa revolucionaria que este siglo reclama.
19. Es necesario construir una alternativa política que explique pacientemente que:
- para combatir la polución, el cambio climático y la destrucción del ambiente, hay que sustituir la voracidad capitalista de la gran industria por la ganancia;
- para combatir la desigualdad social y la pobreza, hay crear empleos estables y salarios dignos, se requiere que la gran industria esté en manos de la clase trabajadora, ya que la ganancia capitalista requiere bajar salarios y crear desempleo;
- para detener la creciente migración, hay que cambiar las reglas del juego del sistema capitalista mundial, que saquea los recursos naturales de los países dependientes;
- que para defender los derechos conquistados y por conquistar para las mujeres, los sectores étnicos discriminados como indígenas y poblaciones negras, al igual que para quienes son discriminados por sus opciones de identidad sexual, se requiere expulsar del poder a los representantes del patriarcado, el racismo y el capitalismo.
20. Luchemos por una sociedad libre de discriminaciones, opresiones y explotación de clase para que se imponga la felicidad, la vida y la prosperidad humana en armonía con la naturaleza, superando la lógica inhumana de la ganancia capitalista. Se requiere lavar el concepto de socialismo del fango en que ha sido arrastrado, para que la libertad, la igualdad y la fraternidad lleguen a tener una existencia real y no una utopía abstracta de un futuro incierto. Un socialismo libre de las falacias totalitarias del estalinismo, que no sea sinónimo de estatismo, sino de democracia activa y participativa.
Panamá, 25 febrero de 2023.
Polo Ciudadano de Panamá