Centroamérica


Por Bonifacio Miranda Bengoechea

Los constantes pleitos y guerras civiles entre granadinos y leoneses, durante la primera mitad del siglo XIX, no fueron consecuencia de la confrontación de las recias personalidades de los caudillos de la época, ni del espíritu guerrerista de los nicaragüenses.

1.- Anarquía y guerra civil prolongada

Como siempre ocurre en la historia, detrás de las diferencias políticas e ideológicas había muchos intereses materiales en conflicto. Granada era la cuna de una oligarquía de ganaderos y comerciantes, que explotaban la privilegiada posición de ser el único puerto hacia el mar atlántico, a través del Lago de Nicaragua y el rio San Juan. Los leoneses, en cambio, solo tenían salida al mar pacifico a través del puerto de El Realejo, y su comercio con Europa se volvía costoso, tardado y limitado.

La guerra civil de 1854

En 1854 estalló una nueva guerra civil cuando la Asamblea Nacional Constituyente, controlada por los conservadores granadinos o “legitimistas”, promulgó una nueva Constitución que instauraba por primera vez un régimen presidencialista, derogando la Constitución de 1838. En un primer momento la rebelión liberal, apoyada militarmente por el gobierno de Honduras, presidido por el general Cabañas, avanzó en toda la costa del pacifico llegando a rodear Granada, pero no lograron tomarla. Existieron dos gobiernos; uno “democrático” con sede en León, encabezado por Francisco Castellón, y otro “legitimista”, con sede en Granada, encabezado por Fruto Chamorro.

Las tropas legitimistas pasaron a la contraofensiva militar, recuperaron la mayor parte del territorio nacional y se preparaban para el asalto final sobre León, cuando el 12 de marzo de 1855 falleció repentinamente el general Fruto Chamorro.

El Congreso nombró presidente provisorio al senador José María Estrada, el 10 de abril de 1855, conforme los procedimientos de la Constitución de 1854. El general Ponciano Corral al frente del Ejercito legitimista se preparaba nuevamente para el asalto definitivo sobre León, cuando la peste de colera le obligó a retroceder y dispersar sus tropas.

La intervención filibustera

En el ínterin, para reforzar al Ejército democrático, Francisco Castellón había contratado a William Walker para traer “colonos” a Nicaragua. Los primeros 56 filibusteros desembarcaron en el puerto de El Realejo, el día 16 de junio de 1855. Walker recibió el grado de coronel, pero muy claro de sus objetivos, se negó a combatir bajo el mando del general José Trinidad Muñoz. Castellón le permitió crear la Falange Americana como una fuerza militar autónoma dentro del Ejercito Democrático. Se dirigió a Rivas a tomar el control de la ruta del tránsito, para mantener abierta su fuente de abastecimiento de nuevas tropas y pertrechos militares.

Tropas hondureñas al mando del general José Santos Guardiola, combatían al lado del Ejercito legitimista. En la primera batalla de Rivas, donde se destacó el héroe Emmanuel Mongalo, la Falange Americana fue rechazada, pero Walker, que contaba con oficiales con formación militar y rifles de repetición, la convirtió en las tropas elites del Ejercito Democrático. El asesinato a traición del general José Trinidad Muñoz, el 18 de agosto de 1855, le permite a Walker ascender posiciones dentro del Ejercito Democrático. Con la batalla de La Virgen, Walker tomó finalmente el control de la ruta del tránsito, y preparó el asalto sorpresa desde el lago sobre Granada.

La toma de Granada

Walker tomó Granada por la retaguardia, y convirtió a toda su población en rehén. De manera astuta combinó firmeza y determinación militar con una falsa imagen de conciliador, aprovechado las debilidades de ambos bandos. Ordenó el fusilamiento de Mateo Mayorga, ministro de relaciones exteriores del gobierno legitimista. Las acciones de Walker provocaban entusiasmo en el bando democrático, nadie las cuestionaba. El odio acumulado en las sangrientas guerras civiles impidió distinguir al monstruo que se estaba gestando.

Granada había sido finalmente tomada. El control sobre Granada y el fusilamiento de Mayorga, tuvo el efecto disuasivo esperado. El general Ponciano Corral estaba en Masaya y se vio obligado a iniciar conversaciones de paz. En ese momento, Walker se transformó en un hábil negociador. Exhaustos ambos bandos, la Falange Americana de Walker se convirtió en el gran arbitro

El pacto de Masaya.

El 23 de octubre de 1855 los ejércitos democrático y legitimista acordaron un armisticio conocido como Pacto de Masaya, firmado entre Ponciano Corral y William Walker. Se decretó la suspensión de hostilidades entre las fuerzas beligerantes, el nombramiento de Patricio Rivas como presidente provisorio por el término de 4 meses, la formación de un gabinete integrado por el general Ponciano Corral como ministro de la guerra, el doctor Máximo Jerez como ministro de relaciones exteriores, el alcalde colaboracionista Don Fermín Ferrer como ministro de crédito público y Mr. Parker H. French como ministro de hacienda.

William Walker fue nombrado comandante general del nuevo ejército. Los gobiernos existentes de León y Granada desaparecerían. También desaparecerían los listones verdes y rojos de los ejércitos legitimistas y democráticos, los cuales adoptarían como insignia un listón celeste. Y como corolario, Walker introdujo una cláusula que restableció la vigencia de los capítulos 2, 3 y 4 de la Constitución de 1838. Se mantenía vigente la Constitución de 1854, pero a Walker le interesaba sobremanera las generosas requisitos de naturalización de los extranjeros establecidos en la Constitución de 1838, que en su artículo 20, numeral 2 ordenaba que son ciudadanos nicaragüenses “naturalizados (…) los naturales de las otras República de América, que vinieren a radicarse en el Estado, manifestando su designio ante la autoridad local”. De esta manera, se garantizó la ciudadanía nicaragüense para las tropas filibusteras.

Ese pacto entre Walker y Corral, en nombre de los ejércitos democrático y legitimista, implicó la destitución en los hechos del presidente provisorio José María Estrada. Significó la disolución de la agónico Congreso, la subordinación de los partidos políticos a sus propios ejércitos, y el inició del fulgurante ascenso de William Walker. A partir de ese momento, desaparecieron las instituciones políticas, el Estado fue dislocado y solo quedaron los ejércitos librando una feroz batalla por el control del territorio.

El fusilamiento del general Ponciano Corral

En solo cuatro meses, del 16 de junio al 23 de octubre de 1855, el filibustero William Walker se convirtió en jefe del nuevo Ejército de Nicaragua, independizándose cada vez más de los leoneses, pero sin romper con ellos. Estos estaban emborrachados de alegría con los triunfos militares sobre los granadinos, apenas se percataban de las reales intenciones de Walker de convertirse en el centro del poder.

Este primer triunfo no detuvo las ambiciones de Walker, aprovechó el armisticio para desarmar a las tropas legitimistas de Ponciano Corral en Granada, y cuatro días después, el 8 de noviembre de 1855, este fue fusilado bajo la acusación de alta traición, por haber solicitado apoyo militar al general hondureño, José Santos Guardiola. El gobierno de coalición terminó en menos de 15 días, solo sirvió de mampara para el ascenso de Walker y el control democrático sobre Granada. Mientras tanto, Walker seguía recibiendo tropas frescas y pertrechos militares provenientes del sur de Estados Unidos.

Alerta en Centroamérica

A pesar que Walker tenia de rehenes a las familias de los principales líderes legitimistas, muchos de estos no reconocieron el Pacto de Masaya y se mantuvieron alzados en armas, especialmente en los departamentos de la zona norte y central.

El gobierno de Estados Unidos no reconoció diplomáticamente al gobierno de Patricio Rivas. Fue el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, quien elevó el grito de alerta al declarar, el 20 de noviembre de 1855, que “una gavilla de advenedizos” “proyectan invadir a Costa Rica para buscar en nuestras esposas e hijas, en nuestras casas y haciendas, goces a sus feroces pasiones (..)”

Costa Rica tenía un interés muy particular en el rio san Juan, que era la vía de salida de exportación de su cosecha cafetalera. El control de Walker sobre Nicaragua era un peligro directo sobre Costa Rica y el resto de gobiernos de Centroamérica, quienes movilizaron tropas para combatir a los filibusteros.

2.- Centroamérica se une contra los filibusteros

Después del fusilamiento del general Ponciano Corral, hubo un corto periodo de calma en Nicaragua, que Walker utilizó hábilmente para fortalecer su ejército, evitando un enfrentamiento militar prematuro con sus enemigos de la región, era consciente que no podía ni debía librar una guerra en varios frentes al mismo tiempo.

Reacomodos en los gobiernos de Centroamérica

El Pacto de Masaya originó un profuso intercambio de notas diplomáticas entre los gobiernos conservadores de Centroamérica, todos se preparaban para la inevitable guerra contra los filibusteros.

En octubre de 1855, el gobierno del general Trinidad Cabañas fue derrocado por las tropas del general Rafael Carrera, entonces presidente vitalicio de Guatemala. Después de tres nombramientos interinos, finalmente el 17 de febrero de 1856 el general Jose Santos Guardiola, enemigo jurado de Walker, tomó las riendas del gobierno de Honduras

Cuando se produjo el Pacto de Masaya, existía un gobierno liberal en El Salvador encabezado por el presidente José Maria San Martin, quien quería mantener relaciones de buena amistad con el gobierno de Patricio Rivas. No obstante, la situación cambió el 12 de febrero de 1856, cuando Rafel Campo fue elegido presidente, manifestando sus simpatías a favor de los legitimistas nicaragüenses. Para el primer trimestre de 1856, casi todos los gobiernos de Centroamérica son conservadores y están firmemente convencidos del peligro que representaban las tropas filibusteras que se habían apoderado de Nicaragua.

La batalla de Santa Rosa

Los primeros que comprendieron el peligro de guerra inminente, que significaba la consolidación del poder de William Walker, fueron los gobernantes de Costa Rica. Aunque no existía unanimidad de criterios, la facción del presidente Juan Rafael Mora se impuso y se movió en un doble objetivo: defensa de su soberanía y expansión territorial a costa de la debilitada Nicaragua. Necesitaban mantener acceso al rio san juan como vía de exportación de sus productos, pero además temía, con justificada razón, que Walker enarbolase la bandera del nacionalismo nicaragüense e intentase recuperar los territorios de Nicoya y Guanacaste que fueron anexados temporalmente a Costa Rica, en el corto periodo de existencia la República Federal de Centroamérica.

Decidieron no correr riesgos y tomaron audaces acciones unilaterales, sin consultar al resto de gobiernos de Centroamérica. El 1 de marzo de 1856, más de 3500 soldados iniciaron su marcha desde San José hacia la frontera con Nicaragua, al mando del general José Joaquín Mora, hermano del presidente. Walker envió al coronel Lois Schlessinger, militar de carrera de nacionalidad húngara, con alrededor de 300 soldados para garantizar el control de la zona fronteriza, con el objetivo estratégico de proteger la vital ruta del tránsito.

El primer combate se produjo en la Hacienda Santa Rosa, provincia de Guanacaste. Las tropas filibusteras fueron derrotadas. Los costarricenses permanecieron en Liberia hasta el 28 de marzo, y después reanudaron su marcha hacia Nicaragua. Los gobiernos de Guatemala y El Salvador se mantuvieran expectantes.

La segunda batalla de Rivas

Walker tenía a su ejército en los alrededores de la ciudad de Rivas, esperando el ingreso de tropas costarricenses. Alerta y preocupado de un posible primer ataque de las tropas guatemaltecas y salvadoreñas en occidente, hizo una maniobra: embarcó a sus tropas en La Virgen y abandonó Rivas. El 8 de abril la ciudad cayó en manos de las tropas costarricenses sin disparar un tiro. Al parecer, los planes de Walker eran obligar a las tropas costarricenses a adentrarse en territorio nicaragüense, alejándose de su retaguardia y de sus líneas de abastecimiento. En una maniobra envolvente, habiendo verificado que no había ataque en el occidente, Walker concentró nuevamente a sus 600 soldados y por el inesperado camino de San Jorge penetró y atacó la ciudad de Rivas.

Logró avanzar hasta la plaza central pero no pudo tomar la ciudad, las tropas costarricenses eran superiores en número, dotadas de poderosos fusiles Minié, con mayor alcance que la fusilería de los filibusteros. Antes de retirarse Walker tiró los cadáveres a los pozos para contaminar sus aguas. En pocos días, obtuvo el resultado esperado: una peste de colera atacó al victorioso ejercito costarricense, obligándolo a replegarse.

Un ataque conjunto de los ejércitos centroamericanos hubiese permitido aplastar al ejercito filibustero en Rivas, en abril de 1856, pero esta vital coordinación no se produjo. El vicepresidente de Costa Rica, Francisco Oreamuno se quejó amargamente: “¿Dónde están, pues, los Ejércitos de Guatemala, de El Salvador y Honduras que debían cooperar activa y simultáneamente a la grande obra de exterminar el filibusterismo de Centroamérica y redimir de él al Estado de Nicaragua? ¿En dónde están los valientes y denodados nicaragüenses que solo aguardaban el más pequeño apoyo de Costa Rica para sacudir el yugo ominoso que los oprimía?”

La movilización de los ejércitos de Guatemala y El Salvador

El 5 de mayo de 1856, un primer contingente de 800 soldados guatemaltecos al mando del general Mariano Paredes, solicitó permiso para pasar por territorio salvadoreño, rumbo a Nicaragua. Rafael Carrera lanzó una proclama alertando que “unos pocos extranjeros, procedentes de California, se apoderaron de aquella Republica (Nicaragua), aprovechándose del agotamiento que habían producido la discordia y una prolongada lucha intestina”.

Al terminar la segunda batalla de Rivas y habiéndose retirado las tropas costarricenses, Walker movilizó el grueso de sus tropas hacia León, ante el inminente peligro que representaba los ejércitos de El Salvador y Guatemala. Walker, el que había tomado la inexpugnable Granada, fue recibido como héroe por los leoneses.

La ruptura de Patricio Rivas con William Walker

En marzo de 1856, Patricio Rivas trasladó la sede del gobierno de Granada a León. El Pacto de Masaya contemplaba que el gobierno de Patricio Rivas duraría 4 meses, por ello Rivas convocó a elecciones generales conforme los procedimientos de la Constitución de 1838, pero bajo la situación de guerra era prácticamente imposible desarrollarlas.

En ese mismo periodo, el gobierno salvadoreño le pidió a Patricio Rivas que rompiera vínculos con Walker, pero este se negó. Walker comprendió que Rivas era un aliado inestable, y le pidió la renuncia el 5 de junio de 1856. Ante la negativa de este, Walker intentó convencer a los líderes leoneses para nombrar otro presidente. Máximo Jerez reaccionó indignado. Incluso, hubo intentos de asesinar a Walker, pero la conspiración no prosperó. Las tropas de Walker tomaron el control de León, obligando a huir al gabinete de Patricio Rivas, quienes se refugiaron en Chinandega. Walker, arrogándose todos los poderes, el 21 de junio de 1856 nombró al colaboracionista Fermín Ferrer como “presidente provisorio de la república”. El 25 de junio Patricio Rivas destituyó a William Walker como jefe del Ejército, pero ya era muy tarde.

Walker su auto nombra presidente

Habiendo creado otro gobierno títere con Ferrer, Walker regresó a Granada y utilizó la convocatoria de elecciones que hizo Patricio Rivas para incluirse en la lista de candidatos. En medio del caos, con elecciones ficticias, Ferrer proclamó a William Walker como presidente electo, quien tomó posesión del cargo el 12 de julio de 1856.

Los primeros decretos del usurpador William Walker estuvieron destinados a reorganizar el aparato del Estado, estableciendo el inglés como otro idioma oficial, y estableciendo el castigo de las confiscaciones de bienes para sus enemigos. Walker continuó recibiendo refuerzos de hombres y armas a través de la ruta del tránsito, preparándose para la guerra con los ejércitos centroamericanos

El Pacto Tripartito

Los gobiernos del norte de Centroamérica estaban esperando impacientes un cambio en la situación interna de Nicaragua, y este se produjo con la ruptura entre Patricio Rivas y William Walker.

Los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras suscribieron, el 18 de julio de 1856, un Pacto Tripartito por medio del cual reconocieron a Patricio Rivas como “presidente provisorio” comprometiéndose a auxiliarlo eficazmente con el objetivo de liberar a Nicaragua de los “usurpadores extranjeros”.

“Los estados contratantes se comprometen a mediar e interponerse para que cese en Nicaragua toda división interior, y para que se dirija el esfuerzo común a arrojar a los usurpadores extranjeros”. Al mismo tiempo invitaron al gobierno de Costa Rica a adherirse a la unión establecida, quienes tenían sus propios planes.

3. El pacto providencial y la batalla de San Jacinto

El 19 de julio de 1856, el embajador norteamericano John H Wheeler reconoció oficialmente al gobierno del “presidente” William Walker, pero el Secretario de Estado, William L. Marcy y el propio presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, desaprobaron la conducta de Wheeler.

Las aventuras de Walker en Nicaragua y su ambición expansionista provocaban elogios y críticas en Estados Unidos, una naciente potencia preocupada por la creciente influencia de Inglaterra en la costa caribe de Centroamérica.

Construyendo un nuevo Estado

El auto nombramiento de William Walker como presidente de Nicaragua fue la culminación del derrumbe del Estado unitario creado en 1838, que sucumbió por el largo periodo de anarquía y guerras civiles. Con ello estuvo en riesgo la nacionalidad nicaragüense y también la del resto de pequeños países de Centroamérica. Un nuevo Estado, similar a los existentes en el sur de Estados Unidos, estaba siendo construido por Walker sobre las ruinas del anterior.

Para derrotar a todos sus enemigos Walker necesitaba no solo más soldados sino también cambiar aceleradamente la población, por ello promovió la migración de todo tipo de aventureros, entregando a sus oficiales y soldados, las casonas y haciendas confiscadas a las ricas familias de la oligarquía conservadora. Walker libró una guerra de colonización y rapiña.

En agosto de 1856, el diario El Nicaragüense, vocero oficial de Walker, reportaba: “Hace apenas un corto año había pocas personas blancas residiendo aquí, mas ahora casi todos los rostros que se ven en las calles son blancos. Si no fuera por los indios del país (..) uno casi no se daría cuenta d que no está en los Estados Unidos”

Rebelión y resistencia en los pueblos

Walker había logrado imponerse, no solo utilizando a leoneses contra granadinos, sino también reclutando tropas nicaragüenses con un discurso anti oligárquico. No fue una casualidad la confluencia con José María Valle, el Chelón, caudillo liberal de las rebeliones populares de 1848-1840 contra los granadinos. También reclutó sectores dentro del bando legitimista, quienes estaban embelesados con su delirio de grandeza

Después del Pacto de Masaya, el ejército legitimista se dispersó para librar una guerra de guerrillas, en la zona de Chontales, Matagalpa y la Segovia, liderados por los generales Fernando Chamorro y Tomas Martínez.

En esta extensa zona geográfica la presencia filibustera era mínima y se reducía a constantes incursiones militares en la periferia. Walker concentró sus esfuerzos militares en la zona del pacifico, mientras consolidaba las bases de un nuevo Estado.

A pesar del férreo control de Walker, en todos los pueblos hubo rebeliones y resistencia, especialmente en las comunidades indígenas de Matagalpa y Ometepe. Esta isla, ubicada en la ruta del tránsito, tenía importancia estratégica. En 1856 se produjeron tres levantamientos contra los filibusteros.

El castigo de los filibusteros contra los patriotas que se rebelaban, era el ahorcamiento, fusilamientos en plena plaza pública y confiscación de bienes, cuando los tenían.

Intento de reorganización del gobierno legitimista

Para obtener el apoyo militar de los ejércitos aliados de Guatemala, El Salvador y Honduras, los legitimistas intentaron reinstalar, en abril de 1856, el gobierno presidido por José Maria Estrada, quien estaba exiliado en Honduras, pero las tropas del Chelón Valle lo impidieron en la batalla de Somoto, derrotando a las fuerzas del general Fernando Chamorro.

El 29 de junio, escoltado por tropas del ejército guatemalteco, Estrada reinstaló su gobierno en Somotillo, pero fue demasiado tarde, porque el gobierno de El Salvador ya había reconocido unilateralmente al gobierno “de facto” de Patricio Rivas y en julio lo hicieron conjuntamente con el pacto tripartito.

A pesar de la ruptura de Walker con Patricio Rivas, y de la mediación de los ejércitos del pacto tripartito, se reiniciaron las hostilidades entre democráticos y legitimistas. Estrada fue finalmente asesinado el 13 de agosto por un comando leones. Le sucedió en el cargo don Nicasio del Castillo.

La situación era muy compleja porque también existían recelos y desconfianzas entre los militares guatemaltecos y salvadoreños. Los salvadoreños se identificaban con los democráticos y guatemaltecos y hondureños con los legitimistas.

Prueba de ello es que, el 27 de julio de 1856, Patricio Rivas nombró el general Ramon Belloso, comandante en jefe del Ejército de Nicaragua, poniendo a las escasas tropas del ejército democrático bajo su mando.

El Pacto Providencial

Los gobiernos del pacto tripartito comprendieron que, para librar una guerra victoriosa contra Walker, era necesario poner fin a la confrontación fratricida entre los nicaragüenses.

El llamado Pacto Providencial, suscrito el 12 de septiembre de 1856, entre leoneses y granadinos fue posible, no por el patriotismo de los bandos en conflicto, sino por el ultimátum de los ejércitos centroamericanos. Los generales Mariano Paredes y Ramon Belloso intervinieron ofreciendo garantías al general Tomas Martínez y Fernando Guzmán, para que viajasen a León a negociar un acuerdo político y militar. El Pacto Providencial incluyó lo siguiente: reconocimiento del gobierno provisorio de Patricio Rivas, una vez expulsados los filibusteros se convocaría a elecciones  de supremas  autoridades con base a la Constitución de 1838, formación de un gabinete de coalición con participación democrática y legitimista, elaboración de una nueva Constitución, se le concedió relativa autonomía de las tropas legitimistas jeteada por el general Tomas Martínez, lo que se conocería más tarde como “Ejército del Septentrión”, reconocimiento de las deudas y compromisos de uno y otro partido, “olvido general de lo pasado y de cualquier acto de hostilidad que se hubiere hecho los partidos”.

El Pacto Providencial fue suscrito también por los generales Mariano Paredes y Ramon Belloso, quienes se convirtieron en garantes. Hubo un convenio adicional firmado el día 13 de septiembre: el establecimiento de una línea de sucesión, entrelazada entre los jefes de ambos partidos, en caso de “faltas accidentales” del nuevo gobierno de coalición.

La batalla de San Jacinto

Contrario a lo que afirman algunos historiadores, el Pacto Providencial no tuvo incidencia política o militar en el desarrollo de la batalla de San Jacinto, pero dotó de legitimidad política al nuevo gobierno de coalición, legalizando la intervención militar de los ejércitos centroamericanos, quienes ultimaban detalles para atacar a Walker.  El general Víctor Zavala asumió el mando de las tropas guatemaltecas, ante la repentina enfermedad del general Paredes.

Los filibusteros se abastecían de carne en la zona de Tipitapa. Después de detectar el robo de ganado, en una persecución los finqueros del lugar mataron a Ubaldo Herrera, el mismo que había guiado a Walker para tomar Granada. En represalia, Walker mandó 120 hombres del Segundo Batallón de Rifleros, al mando del coronel Edmund H. McDonald.

El coronel José Dolores Estrada, había bajado con sus tropas desde Matagalpa para proteger a los ganaderos de la zona. Sus tropas se atrincheraron en la casona de la hacienda San Jacinto, propiedad que los filibusteros habían confiscado a la familia Bolaños.

La batalla de San Jacinto fue la sumatoria de dos combates. El primer ataque de las tropas de McDonald se produjo el día 5 de septiembre. Las anchas paredes de abobe de la casa hacienda detuvieron las balas, y los corrales de piedra se convirtieron en trincheras difíciles de asaltar. Después de tres horas de fuego cruzado, McDonald tuvo que retirarse hasta Granada dejando 6 soldados muertos. Las tropas de Estrada sufrieron una baja y tres heridos.

Walker envió nuevamente al coronel McDonald con más tropas para aniquilar al enemigo. El coronel Byron Colé, al mando de 75 soldados, se dirigió a reforzar a las tropas filibusteras.

El 12 de septiembre tropas filibusteras salieron de Granada, el mismo día de la firma del Pacto Providencial. El 13 se sumó Byron Cole, en Tipitapa, con tropas provenientes de Chontales. El segundo combate se inició en la madrugada del 14 de septiembre.

Entre los dos combates, el general Fernando Chamorro envió refuerzos al Coronel Estrada: un contingente de indios flecheros matagalpinos. Descalzos y en harapos, pero con una valentía sin límites, atacaron con arcos y flechas a los filibusteros durante el segundo combate. Estrada ordenó una exitosa maniobra envolvente para atacar al enemigo por la retaguardia.

El intercambio de disparos fue intenso. Una compañía filibustera asaltó los corrales de piedra, en ese combate se destacó el sargento Andrés Castro, quien al quedarse sin municiones derribó de una pedrada a un filibustero.

Hubo un hecho casual que decidió la victoria: los gritos y las detonaciones provocaron una estampida de caballos y ganado. Los filibusteros creyeron que se trataba de tropas de refuerzos en su contra, rompieron filas y salieron huyendo. Los patriotas los persiguieron y capturaron a Byron Cole, a quien fusilaron en el acto. La batalla terminó ese mismo día. El Ejército del Septentrión sufrió 28 bajas entre heridos y muertos, y los filibusteros 35 muertos y 18 prisioneros.

Esta fue la primera y única batalla ganada por tropas nicaragüenses. Las batallas decisivas de la guerra fueron libradas por los ejércitos centroamericanos.

4.- Derrota, escape y fusilamiento de William Walker

Con la marcha de los ejércitos aliados desde León hacia Granada, el territorio bajo control y radio de acción de Walker comenzó a reducirse a los departamentos de oriente del país (Masaya, Granada y Rivas).

Las dos batallas de Masaya

El general Belloso se enteró de la victoria en San Jacinto al llegar a Managua, y continuó rumbo a Masaya, donde Walker se había atrincherado. Evitando un combate desventajoso, Walker se replegó temporalmente a Granada para fortalecer sus defensas al mismo tiempo que planificó una contraofensiva.

El 2 de octubre, Belloso ocupó pacíficamente Masaya, pero Walker atacó la ciudad el día 12.  Mientras se producían los combates, las tropas de Zavala, apoyadas por nicaragüenses al mando del coronel Estrada, desde Diriomo decidieron atacar Granada por el lado de Xalteva. Este ataque obligó a Walker a abandonar Masaya por segunda ocasión y retornar a Granada. Recuperó la ciudad el 13 de octubre y obligó a las tropas de Zavala a replegarse nuevamente a Diriomo.

El 15 de noviembre de 1856 Walker volvió a atacar Masaya, controlando una parte de la ciudad. Después de tres días de combate, incendió la parte sur, incluidas las iglesias de San Sebastián y Santiago. El día 19 de noviembre, las tropas de Walker fueron forzadas a retirarse otra vez a Granada, sufriendo más de 150 bajas

Incendio y batalla de Granada

Ese mismo día, debido a la superioridad numérica de los aliados, Walker comprendió que la defensa de Granada podía ser la tumba de su ejército, ordenó la retirada de la mayoría de sus tropas en los vapores para defender la vital ruta del tránsito, que era su fuente de abastecimiento y retaguardia. El 22 de noviembre, Walker ordenó a Charles Frederick Henningsen incendiar Granada, el peor castigo para los legitimistas. Todos los objetos de plata de las Iglesias fueron saqueados. Se dirige a Rivas, que acababa de ser ocupada por las tropas del general Jose Maria Cañas, apoyado por tropas de Máximo Jerez.

El 24 de noviembre los ejércitos aliados entraron a Granada, pero Henningsen presentó una resistencia formidable en los alrededores de las iglesias de San Francisco y Guadalupe, teniendo lista una ruta de escape por el lago. En dos ocasiones, los ejércitos aliados le ofrecieron respetarle la vida a cambio de la rendición, pero Henningsen las rechazó. Walker observó impaciente el desarrollo de la batalla desde los vapores en el lago. Al final, después de 22 días de sangrientos enfrentamientos, desembarcó para socorrer al sitiado Henningsen, quien tuvo que replegarse con sus tropas en el vapor La Virgen.

Costa Rica entra nuevamente en la guerra

Superando algunas divisiones, el 10 de octubre el Congreso de Costa Rica autoriza al presidente Mora reanudar “la guerra contra los invasores extranjeros en unión de los Estados de Centro-América, aliados de Costa-Rica, en defensa de la independencia y la integridad del territorio Centro Americano”

Mora envió tropas al mando del general José María Cañas a Rivas. La primera avanzada costarricense fue derrotada por los filibusteros en San Juan del Sur, un punto clave de la ruta del transido.

Sin embargo, en diciembre de 1856, tropas costarricenses propinaron un golpe espectacular: se apoderaron del puerto lacustre de San Carlos, capturaron varios vapores (con la venia de Vanderbilt, quien se oponía a Walker) y tomaron posiciones a lo largo del rio san juan, ejerciendo un control estratégico sobre la ruta de tránsito y una gran parte del lago, cortando las rutas de abastecimiento de Walker. Este episodio decidió prácticamente el futuro de la guerra.

Debilidades y contradicciones del alto mando aliado

En el transcurso de la guerra, el ejercito aliado mostró muchas debilidades. A pesar del acuerdo tripartito, nunca hubo un mando militar unificado entre los ejércitos centroamericanos, que definiera la estrategia global para ganar la guerra. Esta ausencia de un mando capaz quedó evidenciada en los combates de Masaya y Granada. En la batalla de Granada, a pesar de la superioridad numérica, los aliados sufrieron cuantiosas bajas y Henningsen logró escapar

Al finalizar la batalla de Granada, el general Belloso, muy molesto se retiró a Masaya, León y después a El Salvador, dejando al mando de las escasas tropas salvadoreñas al general Indalecio Cordero. Belloso acusó de insubordinación a los generales Zavala y Martínez. Los pleitos internos en el alto mando pusieron en peligro el futuro de la guerra.

El 16 de enero de 1857 el general José Joaquín Mora viajó a Granada, y sin bajarse del vapor, se reunió con los generales legitimistas Fernando Chamorro y Tomas Martínez, el guatemalteco Víctor Zavala y el costarricense José María Cañas, para elaboran un plan para tomar por asalto san Jorge y La Virgen. Estos le ofrecieron que asumiera el alto mando aliado, pero Mora se negó.

En medio del caos y la desconfianza, el general hondureño, Florencio Xatruch, asumió el mando como Comandante en Jefe del ejército aliado compuesto en ese momento por unos 2500 hombres (1300 guatemaltecos, 200 hondureños, 500 costarricenses y leoneses, y 500 legitimistas).

La tercera batalla de Rivas

El primer combate contra los filibusteros se produjo en El Obraje, pero estos retrocedieron y Walker concentró sus tropas en lo que sería la tercera batalla de Rivas. Henningsen atacó las posiciones enemigas en San Jorge, pero no logró avanzar. Walker marchó hacia San Juan del Sur esperando refuerzos que no llegaron en las cantidades esperadas, inició un asalto contra San Jorge, pero también tuvo que retroceder.

Todo el mes de febrero de 1857 los aliados están prácticamente a la defensiva, defendiendo posiciones conquistadas, pero sin avanzar ni buscar al enemigo. En la hacienda El Jocote, el general Fernando Chamorro asestó una primera derrota (la segunda victoria de soldados nicaragüenses en el transcurso de la guerra) al coronel William H. Caycee. Walker envió al general Eduard Sanders con 160 rifleros para contraatacar, pero también fueron derrotados. El general Xatruch atacó Rivas para distraer a Walker y evitar el envío de más tropas filibusteras que aplastaran a los patriotas en la hacienda El Jocote.

Walker se mantenía siempre a la ofensiva y en constante movilidad. El 16 de marzo atacó nuevamente San Jorge, buscando como tener acceso al lago, pero tuvo que retroceder. En el camino enfrentó a las tropas de Máximo Jerez, pero logró ingresar a Rivas. Dos días después, el general José Joaquín Mora desembarcó en San Jorge con cerca de 600 soldados costarricenses, sustituyó al general Xatruch y tomó el mando como General en Jefe de los ejércitos aliados.

Las tropas aliadas atacaron Rivas, pero Walker repelió la embestida. La artillería de Henningsen logró contener la infantería aliada. Nuevamente Henningsen se destacó como el más brillante estratega militar filibustero.

La cuarta batalla de Rivas y la mediación de Charles Henry Davis

El 11 de abril de 1857, se produjo la cuarta y última batalla de Rivas que terminó nuevamente con una derrota aliada, quienes no pudieron desalojar ni aniquilar a los filibusteros, aunque Walker estaba resistiendo bajo un cerco cada vez más estrecho, sin mayores perspectivas de triunfo. En realidad, luchaba solo para crear condiciones favorables para su salida.

Desde el 6 de febrero de 1857, la corbeta norteamericana St. Marys estaba anclada en la bahía de San Juan del Sur, al mando del comandante Charles Henry Davis, quien tenía instrucciones precisas de proteger a los ciudadanos norteamericanos y, obviamente, entre ellos estaban Walker y su pequeño ejército.

El comandante Davis se entrevistó con Walker el 18 de febrero, también conversó por separado con los generales aliados, quienes los recibieron amistosamente. Estas incipientes negociaciones incidieron en la falta de voluntad del mando aliado para aplastar a Walker. Todos querían una rápida conclusión de la guerra.

El 15 de abril los aliados tomaron San Juan del Sur, cortando definitivamente cualquier abastecimiento para Walker, entonces Davis intervino como mediador, tomando el control militar de la zona. A finales de abril, Davis consideró que la posición de Walker era insostenible.

El 29 de abril, tras reunirse con el general Mora, por un lado, y con Henningsen y el general William Waters, por el otro, logró la firma de un acuerdo para poner fin a la guerra. El 1 de mayo de 1857, William Walker y su diezmado ejército filibustero no se rindieron ante los ejércitos centroamericanos, sino ante un militar del gobierno de Estados Unidos, quien lo protegió hasta embarcarse, con todas sus tropas, caballos y pertrechos militares. rumbo a Panamá y después hacia Estados Unidos, donde fue recibido como un héroe.

El fusilamiento de Walker

Al dejarlo con vida, Walker reorganizó sus fuerzas en el extranjero e intentó apoderarse de Nicaragua en tres ocasiones más, hasta que fue capturado cerca de la isla Roatán, en el caribe hondureño, por el capitán de la marina inglesa, Norwen Salmon, el 3 de septiembre de 1860, quien lo entregó a las autoridades de Honduras. Sin vacilar un instante, su presidente, general José Santos Guardiola, acérrimo enemigo de Walker, ordenó un juicio sumario y este fue fusilado el 12 de septiembre de 1860, en el puerto Trujillo, cuatro años exactos después de la firma del pacto providencial.