Por Olmedo Beluche
La conmemoración de la Toma de la Bastilla, uno de los acontecimientos que conformaron lo que se conoce como Revolución Francesa, debe servirnos para reflexionar sobre su influencia en lo que posteriormente sería la revolución hispanoamericana, llamada Independencia. Sí, la independencia hispanoamericana fue una revolución política, es decir, consistió en la transformación revolucionaria del gobierno y del estado, pero no por voluntad, sino a pesar del querer de algunos de sus actores sociales. El proceso revolucionario de la independencia ha sido encubierto por una serie de mitos.
En América, los verdaderos ilustrados, influidos por las ideas modernizantes de filósofos (como Rousseau) eran una ultra minoría a inicios del siglo XIX. Generalmente provenían de capas medias intelectuales (militares, abogados, médicos). Pero su influencia en la sociedad era marginal. Eran los Francisco de Miranda (que vivió en Europa casi toda su vida), los Mariano Moreno, Antonio Nariño, etc.
2. Los criollos, la clase dominante de los “americanos” o “españoles de América” NO eran “ilustrados”, ni perseguían copiar el modelo político de la Revolución Francesa. Por el contrario, querían evitarla porque habían visto sus consecuencias en la Revolución Haitiana contra la esclavitud y la Independencia Política de Saint Domingue (1804) y no querían que sus propios esclavos imitaran a los de Haití.
3. Había en realidad mucho recelo contra todo lo que viniera de Francia. Algunos sectores añoraban algunos “derechos” que habían perdido con las reformas borbónicas (los Borbones eran una monarquía de origen francés) del siglo XVIII, como: la expulsión de los jesuitas, la expropiación de bienes y cobros de capellanía a la Iglesia católica (1804), aumento de impuestos (Rebelión de Tupac Amaru de 1780 en Perú y de los Comuneros 1781 en Nueva Granada), reforma política de los virreinatos, fin del sistema de galeones y apertura comercial a los ingleses, etc.
4. Cuando en 1808, Napoleón invade España, y tanto Carlos IV como Fernando VII abdican la corona hispana en favor del emperador, que nombró a su hermano José como nuevo rey de los españoles, algunos ven una actitud de entrega a los franceses. Por eso, los criollos, “españoles de América”, apoyan la sublevación en la península Ibérica contra la ocupación francesa. Entre 1808 y 1810, cuando se habla de “Independencia” es respecto de Francia, no respecto de España.
5. El problema se complica a partir de 1810, cuando Napoleón aplasta la resistencia en España y se disuelve la Junta de Sevilla, instalándose en Cádiz una sombra de gobierno español llamado el Consejo de Regencia el cual mostró dos gestos contrapuestos: ordenó la instalación de Juntas Gubernativas con participación de los criollos en las ciudades americanas y pretendió sostenerse como legítima autoridad heredera de la monarquía (ausente).
6. En América, la élite criolla exigió a los virreyes la instalación de las Juntas Gubernativas con su participación y a su vez cuestionó la legitimidad del Consejo de Regencia. Aquí empezó el conflicto que llevaría a las guerras civiles de toda la década de 1810-1821, porque las autoridades y funcionarios monárquicos (Virreyes, alto clero, militares, reales audiencias, etc.) y los comerciantes y propietarios españoles, se negaron a modificar el sistema político reconociendo esos derechos a los criollos.
7. De hecho, las proclamas de 1809 – 1810 no fueron por la independencia, sino exigiendo la instalación de Juntas de Gobierno. Es decir, se exigía autonomía, no independencia. Cuando se apeló a la teoría jurídica para justificar esta autonomía no se hizo citando a los ilustrados europeos del siglo XVIII, sino a las Partidas de Alfonso X, y la llamada “retroversión de la soberanía” ante el vacío de poder. Era la vuelta a la soberanía del pueblo, pero el pueblo representado por los criollos a través del cabildo.
8. El proceso fue más radical en Nueva Granada, donde la guerra civil radicalizó a la sociedad, permitiendo que el ala radical e ilustrada asumiera el poder sacándolo de manos de los criollos conservadores, para enfrentar a los realistas. Así se proclamó la independencia efímera en 1811 en Caracas, Bogotá y Cartagena. Independencias que fueron aplastadas a partir de 1814, luego de la restauración de Fernando VII. En las Provincias Unidas del Río La Plata, la independencia recién se proclamó en 1816 por presión de San Martín. En el resto no llegó hasta 1821. En Nueva España Morelos proclama independencia en 1813, pero con un alcance limitado a zonas marginales de la sierra.
9. Nótese que las actas de independencia son proclamas de los cabildos de ciudades, no de “naciones”, como se ha querido hacer ver. Los estados nacionales hispanoamericanos nacieron luego de la independencia en un proceso que tardó varias décadas. Por ende, la independencia no tuvo que ver con liberación nacional, sino con una revolución política. No podía haber identidades nacionales si no existían estados nacionales.
10. Irónicamente, el proceso de independencia se consolida a partir de 1821, pero en algunos casos, como en Nueva España (México), con la “Conspiración de La Profesa”, el proceso tuvo como motivación inicial oponerse al gobierno liberal del general Riego, que había obligado a Fernando VII a aceptar una monarquía constitucional (Constitución de Cádiz de 1812). Es decir, los gachupines mexicanos intentan una independencia anti ilustrada, antiliberal, promonárquica, pero que luego se les complicó.
11. Evidencia histórica de que las independencias hispanoamericanas no fueron de inspiración francesa o ilustrada es que los estados surgidos de ella sufrieron a lo largo de todo el siglo XIX numerosas guerras civiles, entre conservadores que procuraron mantener el antiguo régimen colonial y sectores liberales modernizantes con objetivos ilustrados. Pero incluso, cuando estos últimos triunfaron quedaron mediatizados sus objetivos.