Por: Raúl Jiménez Lescas
1.- ¿Cuándo llegó Simón Bolívar a México (Nueva España)?
El Libertador no era Libertador ni venía a conocer la Nueva España, hoy México. En enero de 1799, zarpó el navío San Ildefonso con velas a España, partiendo del puerto de La Guaira (Venezuela). Semanas después, el 1o de febrero de ese mismo año, desembarcó en Veracruz, pero el futuro Libertador, decidió conocer algo de tierras mexicanas como Xalapa, Puebla y la capital del virreinato, Ciudad de México. Volvió a embarcarse el 20 de marzo, es decir, sí llegó a su destino en la península Ibérica en mayo, anduvo rondando por tierras mexicanas, 48 días, suficientes para conocernos. ¿Y los mexicanos de ese entonces lo conocieron? Al parecer sí, una elite se codeó con el futuro Libertador, pero lo contaré otro día.
El navío San Ildefonso fue de línea de 74 cañones construido en Cartagena por la Armada Española (su botadura fue el 22 de enero de 1785 hasta su captura por los ingleses en 1805). Su nombre viene de que en la víspera del día de San Ildefonso fue botado. Técnicamente se desplazaba a 1600 t, sus medidas eran de 53 metros (m) de eslora, 14 m de manga y 7 de puntal, y su precio de construcción fue de 3 millones 311 mil reales. Su dotación habitual rondaba en los 505 hombres, uno de ellos, fue nuestro Libertador. El navío, como muchos otros, tuvo un destino trágico: El 21 de octubre de 1805 participó (junto con la escuadra combinada francoespañola) en la Batalla de Trafalgar, ahí fue capturado por los ingleses y reutilizado por la Royal Navy bajo el nombre de HMS Ildefonso, la bandera española izada por el San Ildefonso está actualmente expuesta en el Museo Nacional Marítimo de Greenwich de Londres (de 10 metros de largo y 14.5 metros de altura; color rojo y amarillo con rayas, con las armas de Castilla y León en el centro. El nombre de la nave que está escrito en tinta: SAN ILDEFONSO. La bandera está agujereada por los disparos acontecidos durante la batalla de Trafalgar, y tiene deshilachados los bordes debido a la antigua acción del viento cuando navegaba por mares agitados), según los datos de: Artes y Sentidos (https://www.aryse.org/la-bandera-de-trafalgar-museo-nacional-maritimo-de-greenwich/).
2.- Bolívar, ciudadano mexicano.
Cuando el joven Simón Bolívar, futuro Libertador, desembarcó en el puerto de Veracruz, contaba con tan sólo 15 años, meses y días. Jamás se imaginó que el 13 de marzo de 1824, 25 años y un mes después, Fray Servando Teresa de Mier, diputado constituyente del México Independiente, propondría que se “nombre a Simón Bolívar ciudadano de la República Mexicana”. Así nada más: ciudadano de la República Mexicana.
El texto es digno de volverlo a leer, ¿no creen?
“Se leyó por primera vez una proposición de los Sres. Mier, Marques, Gomez Farias, Osores, Barbabosa, Guerra (D. José Basilio), Saldivar, Rodríguez, Paredes, Garcia, Marin, Seguin, Paz, Ximénez y Ahumada sobre que se conceda carta de Ciudadano al Libertador de Colombia Simón Bolibar.
En realidad, el Libertador de Colombia se llamaba Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco y, se escribía Bolívar no Bolibar como redactó el secretario del Congreso Constituyente.
En segunda lectura, del 17 de marzo de 1824, leemos: “Se leyó por 2a vez una proposición sobre que se declare solemnemente que el Libertador Simón Bolibar es ciudadano de la República Mexicana. Se acordó desde luego tomarla en consideración, y fue aprobada, mandándose que por lo tocante al Diploma y manera de entregarlo, informe la comisión de puntos constitucionales. Se levantó la sesión a las dos de la tarde”. Dieron fe, Juan Ig. Godoy, presidente y Luis G. Gordoa, D. S.
De tal suerte que a partir del 17 de marzo de 1824, Simón Bolívar, el Libertador, fue ciudadano mexicano, para nuestra fortuna y de Nuestra América. Se desconoce sí el Diplomado le fue entregado en sus manos y tampoco la respuesta del prócer. Nos la imaginamos: de agradecimiento a los mexicanos.
Siempre admiré a don Fray Servando y no precisamente porque viví en la ciudad de México cerca de la avenida Fray Servando y, también a Simón Bolívar, pero nunca me puse a reconstruir esa excelente relación entre el primero y el segundo, a la distancia, años después de conocerse en Londres y, años después de que Bolívar leyera la Historia de nuestra Guerra de Independencia escrita por el primero, leído por el segundo, que entusiasmado siguió peleando por nuestras Independencias y la unidad de Nuestra América.
Pero vamos por parte.
¿Por qué el joven Simón Bolívar se quedó en la Nueva España? Algunos dicen que quería conocer a la “Güera Rodríguez”, otros que venía a conspirar por la Libertad… Nada de eso. Nos encanta el romanticismo y crear mitos. En realidad, el navío San Ildefonso, necesitaba transportar el oro y la plata novohispana para la “Madre Patria” y, no es como ahora, que todo es en tiempo real. A fines del siglo XVIII, había que tener algo más que paciencia, así que nuestro joven quinceañero, decidió conocer la Nueva España. Además, en esos momentos los ingleses mantenían uno de los tantos bloqueos sobre Cuba.
Pasó por el puerto de Veracruz, donde no existía aún la Parroquia, luego se fue a Xalapa, obvio, la futura capital jarocha y, como Cortés, Scott y todos, pues hizo la ruta que llamamos “Ruta de Cortés”. Sus biógrafos señalan que en la Ciudad de México “... convivió con destacadas personalidades del ámbito político y social novohispano, como el oidor Guillermo de Aguirre, el virrey Miguel de Azanza y las hermanas María Josefa y María Ignacia Rodríguez de Velasco, entre algunos más. El 20 de marzo, de vuelta en Veracruz, continuó su viaje hacia tierras españolas en donde se instruyó en idiomas, arte y conocimientos matemáticos y se convirtió en un asiduo lector. Regresó a Caracas, casado con María Teresa Rodríguez del Toro, pero permaneció un breve periodo ahí, pues al morir su esposa decidió regresar a España.”.
En efecto, Simón Bolívar conoció a la Güera Rodríguez y a su hermana María Josefa. Otros apuntadores del Libertador, nos recuerdan que la casa donde se hospedó el joven Simón fue de la marquesa de Uluapa (ubicada en el cruce de la calle de las Damas y de Ortega, hoy Bolívar y Uruguay). Cabe distinguir que no se trata de la llamada popularmente la “Casa de la Marquesa de Uluapa”, situada en el número 18 de la avenida 5 de febrero, también en el actual Centro Histórico de CDMX.
Esos recuerdos de Bolívar de México serán convertidos en frases y palabras de El Libertador años después, como veremos más adelante.
3.- Fray Servando y El Libertador, una amistad interesante
El acento del grande ciudadano
Repitió el General, y en el momento
Repitió el Sacerdote el mismo acento,
Y el genio de la fama
Alzo tres templos para el genio humano,
Y ya libre la América se llama;
Y de una nueva luz los esplendores
Alumbraron al pueblo Americano,
En Boston y en Caracas y en Dolores.
El mismo sentimiento al pueblo anima,
El mismo grito los espacios llena…
Ramón Valle, 1883.
(Ramón Valle, Bolívar e Iturbide en el centenario de ambos héroes,
México, Imprenta de González A. Esteva, 1885, p. 15.)
Fray Servando tocó dos veces la puerta, como se debe, así como la película “El cartero siempre llama dos veces” (The Postman Always Rings Twice. Basada en la novela homónima de 1934, escrita por James M. Cain). A la segunda, el Congreso mexicanos de 1824, le abrió la puerta a don Fray Servando ¿y quién no? Era un tipazo, aunque no le quites el ámbito. Él y otros diputados insistieron: El Libertador debe ser ciudadano mexicano y, desde 1824, es mexicano como el mezcal y los nopales. Es un orgullo tener entre los mexicanos a Bolívar como mexicano.
Hoy no voy a contar la amistad entre ambos personajes, porque es muy interesante las reflexiones de Fray Servando en torno a las razones para hacer mexicano a El Libertador. Yo, en su lugar, la hubiera patentado, pero ya no se puede y es patente de Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia y cuanta nación se le ocurra. Simón Bolívar es a lo que todos y todas debemos aspirar: ciudadanos de Nuestra América, Ciudadanos Planetarios y, sí se puede, de la Vía Láctea.
Vamos por partes.
Primero hay que contestar las dudas que me han escrito: ¿Qué pruebas tengo de que Bolívar estuvo en México, sí la Güera no lo mencionó en sus recuerdos? No tengo la menor idea sí la Güera lo recordó o no, pero tengo en mis manos una carta del futuro Libertador fechada en la Vera Cruz, cuando el joven Simón Bolívar, futuro Libertador, se embarcó en el puerto de Veracruz, el 20 de marzo de 1799. Fue dirigida al señor don Pedro Palacios y Sojo, que era su tío. Ahí nos confiesa que el navío tardó 14 días en alta mar, desde la actual Venezuela al Golfo de México, pero que “gracias a Dios” tuvo un viaje feliz.
También en su epístola, confirma lo que dije, que los ingleses andaban bloqueando las aguas marítimas del Atlántico: “pero nos hemos detenido aquí con el motibo de haber estado bloqueada la Abana, y ser presiso el pasar por allí; de sinco nabios y once fragatas inglecas.”. Es decir, no hablo a lo… impreciso. Aunque Bolívar no tenía buena ortografía en esos juveniles años de 1799, un año antes de que asomara su primer ojo el siglo XIX.
Es interesante anotar cómo terminó su epístola el futuro Libertador:
“Hoy a las onse [once] de la mañana llegué de México y nos bamos [vamos] a la tarde para España y pienso que tocaremos en la Abana [Habana] porque ya se quitó el bloqueo que estaba en ese puerto, y por esta razón a sido el tiempo muy corto para haserme mas [hacerse más] largo. Vsted no estrañe [extrañe] la mala letra pues ya lo hago medianamente pues estoy fatigado del mobimiento [movimiento] del coche en que hacabo [acabo] de llegar, y por ser muy a la ligera la he puesto muy mala y me ocurren todas las espesies [especies] de un golpe. Espresiones [expresiones] a mis ermanos [hermanos] y en paticular [particular] a Juan Visente [Vicente] que ya lo estoy esperando, a mi amigo Dn. Manuel de Matos y en fin a todos a quien yo estimo.
Su más atento serbidor [servidor] y su yjo [hijo].
SIMÓN BOLÍVAR.”
4.- La idea servandiana de Simón Bolívar
Habíamos dicho que cuando el joven Simón Bolívar, futuro Libertador, desembarcó en el puerto de Veracruz, contaba con tan sólo 15 años, meses y días, pero que no le pasó por la mente que sería ciudadano mexicano, como ocurrió en marzo de 1824, 25 años y un mes después, ya que (Fray) Servando Teresa de Mier, diputado constituyente del México Independiente, propuso con varios de sus colegas se “nombre a Simón Bolívar ciudadano de la República Mexicana”. Como diría Juan Gabriel: “Así fue”.
Vale la pena recordar el nombre de los diputados constituyentes que acompañaron a don Servaddo en la aventura de ciudadanizar a El Libertador: Márquez Gómez Farías; Osores Barbabosa Argüelles; Guerra (José Basilio); Zaldívar, Rodríguez; García Valle Paredes; Paz Jiménez Marín; Seguín Tirado; Gordoa (Luis Gozanga); Solórzano Ahumada y, el discurso de Servando:
Señor: Hay hombres privilegiados por el cielo para cuyo panegírico es inútil la elocuencia, porque su nombre solo es el mayor elogio. Tal es el héroe que en los fastos gloriosos del Nuevo Mundo ocupará sin disputa el primer lugar al lado del inmortal Washington: Por esta señal inequívoca todo el mundo conocerá que hablamos de aquel general que, contando las victorias por el número de los combates, destrozó el envejecido cetro peninsular en Venezuela, su patria, en Cartagena, Santa Martha, Cundinamarca, Quito y Guayaquil, con las cuales formó la inmensa República de Colombia. Hizo más: se venció a sí mismo, depuso voluntario su espada triunfante a los pies de los padres de la patria que reuniera para constituirla y se constituyó su primer súbdito, rehusando con empeño todo mando; de aquél hablamos que reasumiéndolo por obediencia, sin ficción, está ahora triunfando en el país de los incas, de las últimas esperanzas de la soberbia española; de aquél hablamos, en fin, a quien las Repúblicas de la América Meridional unas tras otras, han nombrado sin miedo su dictador, porque el cúmulo eminente de sus virtudes aleja toda sospecha de abuso y despotismo.
Tal es el excelentísimo señor don Simón Bolívar, Presidente de la República de Colombia, Gobernador Supremo del Perú, llamado con razón El Libertador, admiración de la Europa y gloria de la América entera.
Por sus tratados de íntima alianza entre todas las Repúblicas de América, ya es y merece serlo ciudadano de todas. Pedimos, pues, que Vuestra Soberanía declare solemnemente que lo es de la República de México en lo que creemos recibir aún más honor que a él pueda conferirle este título; por lo mismo haríamos agravio a Vuestra Soberanía altamente penetrada de reconocimiento y estima por los servicios patrióticos, valor y virtudes del héroe, si para tal declaración exigiésemos las fórmulas comunes; aquí todo debe salir de lo ordinario y suponemos que la aclamación unánime del Soberano Congreso de Anáhuac es la sola vía digna del héroe inmortal que Vuestra Soberanía va a declarar ciudadano de la República Mexicana. El diploma y la manera de entregarlo serán igualmente dignos del ciudadano y de la magnificencia de su nueva patria.
México, 13 de marzo de 1824.
Servando Teresa de Mier. Márquez. Gómez Farías. Osores. Barbabosa. Argüelles.
Guerra (José Basilio). Zaldívar. Rodríguez. García Valle. Paredes. Paz. Jiménez.
Marín. Seguín. Tirado. Gordoa (Luis Gozanga). Solórzano. Ahumada.
Se acordó tomarla desde luego en consideración y fue aprobada, mandándose que por lo tocante al diploma y manera de entregarlo, informe la comisión de puntos constitucionales. Se levantó la sesión a las dos de la tarde.
Es cuanto, la elocuencia de Servando y sus camaradas es suficiente ilustración.
5.- La idea Bolivariana de la Revolución de Independencia
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria
Muchos años después de dejar México, El Libertador escribió desde Kingston, el 6 septiembre de 1815, sus ideas sobre nuestra Revolución y Guerra de Independencia. Conocía el momento de la insurrección (septiembre de 1810); la erección de la Suprema Junta Americana en Zitácuaro (y sus funciones); conocía del “ilustre general Morelos”, del general Ignacio Rayón y la Constitución de Apatzingán; el plan de paz de Zultepec. Para 1815 y en la lejana Jamaica, se refleja con claridad la capacidad de los “independientes” mexicanos de comunicarse con otros revolucionarios de Nuestra América, así como la atención que prestaba Bolívar o San Martín de los “sucesos” mexicanos.
Cabe destacar el sueño bolivariano: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”. Y, sobre todo, la idea bollivariana que la más grande nación, tendría su centro en la Nueva España (México). en palabras del Libertador: “La metrópoli, por ejemplo, sería Méjico, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli.” Y sería una gran República no una monarquía.
Leamos la carta de Bolívar fechada en Kinston:
“Los sucesos de Méjico han sido demasiado, complicados, rápidos y desgraciados, para que se pueda seguir en el curso de su revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de Méjico, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro instalada allí una junta nacional, bajo los auspicios de Fernando VII en cuyo nombre se ejercían las funciones gobernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre General Rayón; lo cierto es que, uno de estos grandes hombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente, ha aparecido una constitución para el régimen de estado.
“En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de Méjico, concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes, estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quitasen para sacrificarlas; y concluye que, en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias.
“Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dió respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de Méjico, por mano del verdugo, y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mejicanos y las otras naciones americanas no la hacían ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de consecuencia, se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que en la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y el número de sus miembros muy limitado.
“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo, y menos deseo una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían y nuestra regeneración sería infructuosa. Los estados americanos han menester de los cuidados de gobierno paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería Méjico, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá, punto céntrico para todos los extremos de este vasco continente, ¿no continuarían éstos en la languidez y aun en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres.”.
Es cuanto, la elocuencia de El Libertador es suficiente ilustración.
6.- Simón Bolívar y Agustín de Iturbide
De modo que Colombia y Méjico se presenten al mundo asidas de mano, y aún más por el corazón
“Brindo a Bolívar; su robusto acento.
De un pueblo heroico reveló la frente.
Cual la Minerva Griega prepotente
Venezuela de su alma se lanzó.
Tú le seguiste amante, y te asemejas
Al lucero de Venus que en el cielo
Puro se eleva cuando el negro velo
De la lóbrega noche envuelve el sol.”
Guillermo Prieto (1868)
José de J. Núñez y Domínguez,
Bolívar y México, México, [s.p.i.], 1930, p. 69.
Pocos días pasaron desde que se consumó la Independencia del Imperio Mexicano, el 27 de septiembre de 1821, cuando El Libertador, se pronunció con toda alegría por el suceso histórico. Tomó la pluma el 10 de octubre del glorioso año de la Independencia de 1821 y, desde Rosario de Cúcuta, redactó un texto digno de recordarse a 200 años de aquellos extraordinarios sucesos.
El ahora Templo del Congreso o Templo Histórico es una iglesia ubicada en Villa del Rosario (uno de los municipios del Área metropolitana de Cúcuta, región oriental del departamento de Norte de Santander, Colombia), donde fue instaló el Congreso Constituyente de 1821, que redactó y promulgó la Constitución de la cual fue creada la Gran Colombia (actuales países de Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador).
Rosario de Cúcuta, 10 de octubre de 1821.
AL EXMO. SEÑOR GENERAL DON
AGUSTIN DE ITURBIDE.
Exmo. Señor:
El gobierno y pueblo de Colombia han oído, con placer inexplicable, los triunfos de las armas que V. E. conduce a conquistar la independencia del pueblo mejicano. V. E., por una reacción portentosa, ha encendido la llama sagrada de la libertad, que yacía bajo las cenizas del antiguo incendio que devoró ese opulento imperio. El pueblo mejicano, siempre de acuerdo con los primeros movimientos de la naturaleza, con la razón, con la política, ha querido ser propio, no ha querido ser ajeno. Los destinos estaban señalados a su fortuna y a su gloria, y V. E. los ha cumplido. Si sus sacrificios fueron grandes, más grande es ahora la recompensa que recibe en dicha y honor.
Sírvase V. E. acoger, con la franqueza cordial con que yo la dirijo, esta misión que sólo lleva por objeto expresar el gozo de Colombia a V. E. y a sus hermanos de Méjico.
El señor Santamaría, miembro del congreso general y plenipotenciario cerca del gobierno de Méjico, tendrá la honra de presentar a V. E., junto con esta carta, la expresión sincera de mi admiración y de cuantos sentimientos pueden inspirar el heroísmo de un hombre grande.
Yo me lisonjeo que V. E., animado de sus elevados principios y llenando el voto de su corazón generoso, hará de modo que Colombia y Méjico se presenten al mundo asidas de mano, y aun más por el corazón.
En la desgracia la suerte nos unió, el valor nos ha unido en los designios, y la naturaleza nos dió un mismo ser para que fuésemos hermanos.
Sírvase V. E. aceptar los testimonios más sinceros de los sentimientos con que soy de V. E., con la mayor consideración y respeto.
7.- Simón Bolívar, San Martín y Agustín de Iturbide
Los acontecimientos de Méjico van a dar un nuevo aspecto a la revolución de América
El Libertador estaba atento a los acontecimientos de México, al cual visitó 20 años atrás. Conoció por correspondencia los “Tratados de Córdoba” (24 de agosto de 1821), un ejemplar también cayó en manos del general José de San Martín. Ello da cuenta de que los insurgentes de otras latitudes de Nuestra América, tenían lazos de comunicación y compartían problemas generales sobre el curso de la Revolución y Guerra de Independencia, así como asuntos locales de táctica militar. En su misiva al general José de San Martín, manifiesta tanto su entusiasmo por “los acontecimientos de Méjico van a dar un nuevo aspecto a la revolución de América”, como la preocupación de que el rey español Fernando VII viaje a Nuestra América (cláusula de los Tratados de Córdoba).
A la distancia se antoja imposible que la corona española emigrara como ya lo había la portuguesa al actual Brasil, sin embargo, Bolívar le escribió a San Martín: “Este nuevo orden de cosas me hace creer, con fundamento, que si el gabinete español acepta el tratado hecho en Méjico entre los generales Iturbide y O’Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobiernos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos, bajo los mismos principios que en Méjico”.
Por lo cual Bolívar se adelantó a plantear con claridad el rumbo que debería seguir la Revolución: “Así es que yo creo que ahora más que nunca es indispensable terminar la expulsión de los españoles de todo el continente, estrecharnos y garantirnos (sic) mutuamente, para arrostrar los nuevos enemigos y a los nuevos medios que pueden emplear. El gobierno de Colombia destinará un enviado cerca de V. E. para tratar sobre tan importante negocio.”. En el México Independiente, la “expulsión de los españoles” (acá se les apodaba gachupines) causó gran revuelo, pero eso ya es harina de otro costal.
Leamos la carta completa de El Libertador fechada en Bogotá.
“Bogotá, 16 de noviembre de 1821.
“A S. E. EL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN.
“El último desagradable acontecimiento de Guayaquil en que los enemigos han obtenido algunas ventajas, exige un remedio pronto y eficaz. El gobierno de Colombia activa los medios de poner en perfecta seguridad aquella provincia, y de libertar el resto de las del Sur, que aún están subyugadas. Yo marcho con el ejército a ejecutar esta operación, mientras que otra división marcha a ocupar el Istmo de Panamá.
“Si mientras yo marcho, pudiera V. E. destinar sobre Guayaquil el batallón del mando del señor coronel Heres, V. E. llenaría a la vez los deseos de aquellos colombianos, y haría a esta república un servicio tan útil como importante. Mas si este batallón ha marchado al Alto Perú, me atrevo a hacer a V. E. igual súplica con respecto a cualquier otro cuerpo que pueda ser destinado a Guayaquil, de los del ejército del mando de V. E. que, incorporado a la división de Colombia que allí existe, pueda oponerse a los nuevos esfuerzos que hagan los enemigos para completar su subyugación.
“La libertad de las provincias del Sur de Colombia y la absoluta expulsión de los enemigos que aun quedan en la América meridional, es en el día tanto más importante cuanto que los acontecimientos de Méjico van a dar un nuevo aspecto a la revolución de América, según las últimas noticias que tenemos, el general Iturbide y el nuevo virrey general O’Donojú han concluido un tratado el 24 de septiembre de este año, que, entre otros artículos, comprende: que Fernando VII deberá trasladarse a Méjico, en donde tomará el título de emperador con independencia de España y de toda otra potencia; que la ciudad de Méjico será evacuada por las tropas reales y ocupada por el general Iturbide con las imperiales, habiendo entre tanto un armisticio. De ante mano había preparado el general Iturbide este acontecimiento con el plan que publicó, y de que incluyo a V. E. un ejemplar.
“Este nuevo orden de cosas me hace creer, con fundamento, que si el gabinete español acepta el tratado hecho en Méjico entre los generales Iturbide y O’Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobiernos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos, bajo los mismos principios que en Méjico.
“Trasladados al Nuevo Mundo estos príncipes europeos, y sostenidos por los reyes del antiguo, podrán causar alteraciones muy sensibles en los intereses y en el sistema adoptado por los gobiernos de América. Así es que yo creo que ahora más que nunca es indispensable terminar la expulsión de los españoles de todo el continente, estrecharnos y garantirnos mutuamente, para arrostrar los nuevos enemigos y a los nuevos medios que pueden emplear. El gobierno de Colombia destinará un enviado cerca de V. E. para tratar sobre tan importante negocio.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Bolívar”.
8.- Simón Bolívar y la monarquía mexicana
¿Tuvo algo que ver El Libertador en la caída del emperador Agustín I?
El Libertador Presidente de Colombia, general Simón Bolívar y su gobierno tomaron una decisión trascendental ante la Consumación de la Independencia del Imperio Mexicano: enviar a México un Ministro Plenipotenciario, don Miguel Santa María, quien desembarcó en el puerto de Veracruz y, el 23 de marzo de 1822, se dirigió al gobierno mexicano “ A fin de llenar los altos e importantes objetos, Su Excelencia el Libertador Presidente, se sirvió distinguirme con el nombramiento de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República de Colombia cerca del Supremo Gobierno del Imperio de México, y tengo el honor de poner en conocimiento de Vuestra Excelencia mi arribo a este puerto, de donde me pondré en camino para esa capital con la posible brevedad, en desempeño de los deberes que me impone el carácter con que tuvo a bien investirme mi Gobierno.”.
La correspondencia fue dirigida a don José Manuel de Herrera, ministro de Relaciones Exteriores e Interiores del Primer Imperio Mexicano. El objetivo del Libertador Presidente fue que México reconociera la República de Colombia y se firmaran un Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre México y Colombia, que se suscribió el 3 de octubre de 1823; el reconocimiento de Colombia, lo hizo el Congreso mexicano el 27 de abril de 1822, casi un mes después de que Santa María llegó a las aguas veracruzanas y se dirigió al gobierno mexicano.
Sin embargo, Santa María viviría los momentos de ascenso del emperador Agustín I y su abdicación, lo cual resulta interesante contar, ya que ese Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República de Colombia no era ni colombiano ni venezolano, sino veracruzano. Había nacido en el puerto jarocho de la Nueva España en 1789 y estudió de latín y literatura en Tehuacán (Puebla), luego en la Ciudad de México, siguió sus estudios de artes en el Colegio de San Juan de Letrán, teología y jurisprudencia en el Seminario Conciliar y, terminó su carrera de abogado en Madrid, por lo cual fue testigo de la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 y, donde se relaciona con los políticos liberales de la península.
Tras el golpe de estado monárquico del rey Fernando VII (mayo de 1814), nuestro jarocho, fue encarcelado por sus ideas liberales, pero escapó y se embarcó a los Estados Unidos, donde se encontró con el liberal Xavier Mina, que venía a apoyar la lucha independentista en la Nueva España. Don Miguel de Santa María se embarcó a Veracruz, su tierra natal, pero al fallar los cálculos se trasladó a Jamaica, donde conoció a El Libertador.
Bolívar lo incorporó a su equipo y tras la Consumación de la Independencia del Imperio Mexicano, lo designó Ministro Plenipotenciario para entablar relaciones con México.
Es cuanto, la decisión de El Libertador es suficiente ilustración.
En la próxima entrega, el papel de Santa María (capitán Chinchilla) en la conspiración contra el emperador Agustín I.
9.- Miguel Santa María y el Plan de Casa Mata
Sería temerario afirmar que El Libertador tuvo algo que ver en la conspiración contra el emperador Agustín I, pero su ministro plenipotenciario, don Miguel Santa María sí. Como referimos no era ni colombiano ni venezolano, sino jarocho, nacido en el puerto de Veracruz en 1789. Desde su desembarco a su puerto natal, dejó en claro las ideas bolivarianas, en la misiva enviada al ministro José Manuel de Herrera (Caballero gran cruz de la Orden Imperial de Guadalupe) del 23 de marzo de 1822. Entonces el ministro bolivariano tenía 33 años de edad y transpiraba ideas republicanas por todos lados, en su Nación que transitaba del virreinato al primer Imperio Mexicano, es decir una monarquía moderada.
Bertha González Cosío biógrafa de José Manuel Herrera (primer ministro plenipotenciario insurgente enviado por el Congreso a EEUU desde Puruarán en 1815 y primer ministro de Iturbide), nos recordó: “Miguel de Santa María era de origen mexicano, pero llegó al país como ministro plenipotenciario de Colombia. Al arribar a Veracruz dirigió al ministro Herrera una nota, en la cual le hacía saber que Colombia consideraba que las relaciones con México eran de gran interés para los dos países, pues debían ligarlos vínculos estrechos de paz y amistad, ya que estaban llamados por la naturaleza a prestarse en forma recíproca oficios de fraternidad y asistencia. Herrera le contestó aceptando su nombramiento cerca del gobierno del Imperio y recordó que Santa María, al lado de Rocafuerte, había pertenecido a los grupos de Nueva Orleans con el padre Mier y con Mina.”.
Herrera y Santa María se podían entender muy bien; el primero, había ingresado a las filas del generalísimo José María Morelos, el segundo, apoyó la Expedición de Francisco Xavier Mina. Herrera vio la Consumación de la Independencia de México en 1821, Santa María la República de Colombia con su presidente libertador, Simón Bolívar. Sin embargo, la falta de reconocimiento tácito del ministro bolivariano del emperador Agustín I, provocó una crisis diplomática que terminó con la expulsión de Santa María.
La biógrafa lo recuerda así: “Ejemplo de ello fue el grave problema que se suscitó con el ministro Santa María; en un principio, sus relaciones con las autoridades mexicanas habían sido cordiales, pero, debido a las ideas republicanas de Santa María, el Ministerio se enfrentó a su primer problema diplomático. Se sospechaba que el ministro de la Gran Colombia [República de Colombia] participaba activamente, con el padre [fray Servando Teresa de] Mier y su grupo de conspiradores, en contra de Iturbide. Herrera, quien seguía ocupando la Cartera de Relaciones del Imperio, se vio forzado a dirigirse a Santa María en agosto de 1822 y pedirle que se sirviera reconocer en forma explícita, el gobierno imperial. Al no recibir respuesta afirmativa, en octubre optó por regresarle su pasaporte y acusarlo formalmente de actividades ilícitas en contra del emperador. Se le dieron seis días para abandonar el país”.
En su transitar de la ciudad de México a Veracruz, la conspiración contra el emperador Agustín tomó cuerpo en el pronunciamiento del general Antonio López de Santa Anna. En estos alborotados días, el emperador prefería que se le llamara “Agustín por la Divina Providencia y por el Congreso de la Nación, primer emperador Constitucional de México y gran maestre de la Orden Imperial de Guadalupe”.
¿El ministro bolivariano Santa María conspiró con su antiguo colega, fray Servando Teresa de Mier contra el emperador de la Orden Imperial de Guadalupe? Santa María negó los cargos, pero regresó poco después para seguir con su labor encomendada por la República de Colombia. Se sospecha que al llegar a su puerto natal, también conspiró con el mismísimo Santa Anna pronunciado contra Agustín I, emperador por la Divina Providencia y el Congreso Mexicano.
El blog del AGN recuerda esos días conspiradores: “A inicios de diciembre de 1822 en la provincia de Veracruz el militar Antonio López de Santa Anna junto con un grupo de partidarios republicanos se pronunciaron en las calles del puerto en contra del emperador Agustín de Iturbide, haciendo un llamado a la reinstalación del Congreso, el cual meses atrás había sido disuelto por el emperador.”. El pronunciamiento pasó a la historia como el Plan de Casa Mata. Entre los conspiradores se encontraba una antiguo insurgente y hombre de todas las confianzas del generalísimo Morelos, el también veracruzano, Guadalupe Victoria, que será el primer presidente de la República Mexicana.
Las sospechas sobre los jaroches eran evidentes: Santa María conspiró con fray Servando Teresa de Mier y Francisco Xavier Mina contra la corona española; Guadalupe Victoria del alto mando insurgente, pero Santa Anna era viejo ex realista que cambió el uniforme a trigarante y, a fines de 1822, se pronunció por la abdicación del emperador Agustín I.
No hay evidencia que el ministro bolivariano haya participado de las reuniones conspirativas contra el Imperio Mexicano, pero para mí, las sospechas pueden ser disipadas cuando, en febrero de 1823, el pronunciamiento de Casa Mata tiene un aliento no monárquico: “El Plan de Casa Mata en algunos puntos puede ser considerado el antagonismo de los Tratados de Córdoba mismos que permitieron a Agustín de Iturbide poder acceder al trono del Imperio Mexicano, ya que sostenía que la soberanía residía esencialmente en la Nación y a pesar de reconocer la personalidad del emperador como representación nacional quedaba subyugado a las deliberaciones del Soberano Congreso.
“Asimismo, el Ejército Imperial sólo se comprometía a respetar la integridad del Emperador sin embargo los cuerpos que componían dicho ejército solamente debían juramento a sostener a toda costa la representación nacional misma que recaía en la representación nacional del Congreso.”.
El Plan de Casa Mata abrió paso a la abdicación del primer emperador de México y su tránsito a la primera República en 1824, cuyo primer presidente fue Guadalupe Victoria. Curiosamente, ahí estuvieron presentes en esa complicada transición de monarquía a república, tanto fray Servando Teresa de Mier, como el ministro bolivariano, Santa María.
Tampoco resulta curioso que Mier propusiera el nombramiento de Simón Bolívar como ciudadano mexicano y, que el congreso mexicano firmó un “Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre México y Colombia”, el 3 de octubre de 1823.
Quizá toda la labor del enviado por Simón Bolívar a México se podría despejar sí reconocemos que Santa María en realidad se disfrazó de “Capitán Chinchilla” para escribir con ese seudónimo en el periódico El Sol en pro de la República (5 de diciembre de 1821-22 de mayo de 1822, cuando Agustín de Iturbide prohibió su publicación debido a que el periódico le había presentado una “ruda y verdadera oposición”.).
Yo creo que hay que dispensar a Simón Bolívar de intervenir en asuntos del Imperio Mexicano, pero hay que estarle muy agradecidos por haber tenido el tino de nombrar a un jarocho como su ministro plenipotenciario. El jarocho conspiró contra el virreinato, contra el rey Fernando VII en pro de la Constitución de Cádiz de 1812, contra el virreinato junto a fray Servando y Xavier Mina… ¿Y con los conspiradores del Plan de Casa Mata contra el emperador Agustín?
La respuesta está flotando en el aire.
Fuentes:
Rafael Heliodoro Valle, compilación, prólogo y notas, Bolívar en México. 1799-1832, 2a. reimp., México, Acervo Histórico Diplomático, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1993, pp. 37-40.
Cartas del Libertador, compilación de Vicente Lecuna, Caracas, 1929, II:413-14.
Luís A. Canela Morales y Héctor Strobel. Los Tratados de Córdoba y la Consumación de la Independencia. Bicentenario de su Consumación. 1821-2021. México. Secretaría de Cultura/INEHRM/Gobierno de Veracruz/Colegio de Veracruz, 2021.
Vicente Lecuna, compilación y notas, Simón Bolívar. Obras completas, La Habana, Cuba, Editorial Lex, Ministerio de Educación Nacional de los Estados Unidos de Venezuela, 1947, t. I, pp. 606-607.
Discurso en el Congreso Constituyente de México pidiendo que se le confiera a Bolívar el nombramiento de ciudadano honorario de la República Mexicana. El Sol, 18 de marzo de 1824. Disponible en <http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/
558075bf7d1e63c9fea1a446?intPagina=2&tipo=publicacion&anio=1824&mes=03&dia=18> (Consultado 10/06/2021).
Augusto Mijares, prólogo; Manuel Pérez Vila, compilación notas y cronología; Gladys García Riera, bibliografía, Doctrina del Libertador, Venezuela, Fundación Biblioteca Ayacucho, 3a. edición 2009.
Simón Bolívar. Ciudadano de la República Mexicana, Homenaje al Libertador en el Bicentenario de su nacimiento, México, Cámara de Diputados LII Legislatura, 1983, pp. 25-27.
Por la libertad: Bolívar y México. Antología Documental. Áurea Dominga Avila Rojas / Diana Guadalupe Pérez Moncada (Compilación documental, introducción, semblanza y cronología). México. INEHRM. 2020 (Series Antologías INEHRM).
Rafael Pérez Gay. Esquina donde vivió el libertador Simón Bolívar. CDMX. Centro Histórico. Recuperado el 17/08/2021, en: https://www.cdmx200lugares.com/esquina-donde-vivio-el-libertador-simon-bolivar/#.YRyhtY5KjIU
Manuel Romero de Tereros. Una casa habitación del siglo XVIII en la ciudad. México. Anales del IIE/UNAM, Volumen I, número 4, 1939.