Por Walter Menjívar
PRESENTACIÓN
Algunas localidades (entre ellas Quezaltepeque, La Libertad) han sido protagonistas y testigos de las más importantes transformaciones que ha venido sufriendo El Salvador como territorio, en razón de los distintos modos de organización económica, social, política y cultural que han predominado en la sociedad. Estos modos de organización responden a intereses de grupos de poder que han estado presentes en diferentes momentos dentro del territorio. Por su parte, los sectores excluidos en ciertos momentos de la historia han activado formas y mecanismos de resistencia, que se suscitan en la interrelación de demandas y reivindicaciones diversas, incidiendo desde distintas formas de lucha y con alcances diversos.
La realidad presente es en ese sentido, la configuración de un cúmulo de circunstancias socio-históricas que han sido parte del territorio como espacio vital y de la influencia externa que este ha tenido en lo económico, político y cultural.
Este movimiento histórico continuo, vertiginoso, necesita tener imaginarios del presente (como referente del inicio de algo) y del futuro (como el sendero por donde continuar caminando), construir proyectos que impregnen a las relaciones sociales de nuevos paradigmas de convivencia armónica, justa y prósperas para las mayorías, para la naturaleza, para la vida.
Quezaltepeque. Rasgos más sobresalientes.
Quezaltepeque está ubicado en la ladera inferior norte del volcán cuyo nombre es homónimo, este territorio ha sido una zona de recarga acuífera importante, cubierto con espesos mantos de depósitos aluviales y eólicos, derivados de las tierra alta que le rodea en su lado sur, drenado por una red de numerosos arroyos que se nutren principalmente de las zonas de recarga acuífera del volcán y luego corren hacia el norte, hasta el rio Lempa ([i]), la cuenca hidrográfica más importante de El Salvador. Estas condiciones óptimas de tierra fértil y con un importante recurso hídrico subterráneo y superficial han sido idóneas para que los distintos grupos humanos se asienten y garanticen sus condiciones materiales de existencia y con su particular visión de sociedad propicien expresiones culturales, políticas en toda su historia.
Época prehispánica
En la época prehispánica dentro de los límites de lo que ahora se conoce como Quezaltepeque, las señales que deja el tiempo indican que este territorio fue densamente poblado, la presencia de sus antiguos habitantes estuvo mayoritariamente asentada en su lado norte y oeste (en los ahora cantones El Puente, Platanillos, Las Mercedes y Tacachico), conformando comunidades dispersas en las riveras y cercanías del Rio Sucio, el Rio Claro y Agua Caliente, las cuales estaban probablemente relacionadas política y religiosamente a las grandes metrópolis circundantes según la temporalidades del auge gobernante, una de ellas situada en su extremo norte conocido como Las Marías; existiendo con ello constancia de la importancia que tenía este territorio para pueblos prehispánicos según su predominio en la línea del tiempo.
La población indígena se asentaba en sitios donde confluyeran elementos vitales para su existencia: el rio, la tierra fértil, la montaña, entre otros; en una lógica armónica con ese entorno del cual se consideraban parte y al que conocían profundamente desde una relación íntima y espiritual. Los componentes de la naturaleza, su comportamiento dinámico, eran parte de su religión, de su filosofía del mundo que habían creado desde siglos; la naturaleza estaba presente en todo el ritual religioso que regía sus vidas en sus múltiples dimensiones: productiva, cultural, estructura social y política.
El sitio arqueológico “Las Marías”[ii] está ubicado en el cantón Tacachico en el extremo norte de Quezaltepeque, fue una de las ciudades prehispánicas según los arqueólogos más importantes de El Salvador, la cual se presume por la evidencia arqueológica que estuvo habitada por una significativa población nahua-pipil entre el año 900 y 1,200 d.c., una ciudad que alcanzaba geográficamente aproximadamente 170 manzanas de extensión, disponiendo de una plaza de juego de pelota, un número significativo de templos y la única calzada prehispánica que se registra en toda la región[iii]. Este sitio arqueológico no ha sido estudiado a fondo, fue hasta en el año 2007 que se dictaminó una resolución interna del desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) que solicita del Estado su protección como bien patrimonial de El Salvador. Para el año 2014 el Estado pudo adquirir el terreno donde se concentran los edificios más importantes de la metrópolis de este bien patrimonial[iv], quedando pendiente aprovechar todo lo que el sitio arqueológico implica al igual que el resto de asentamientos de esta misma naturaleza diseminados en el territorio de Quezaltepeque, para el estudio de los pueblos prehispánicos, su importancia para las generaciones actuales y futuras, como un espacio vital para la dinamización cultural, la identidad histórica y un atractivo para el turismo nacional y extranjero, estrategia importante para el desarrollo económico local.
Quezaltepeque además está muy cercano en su dirección poniente al centro ceremonial San Andrés y al sitio arqueológico Joya de Cerén (nombrado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO en 1993); así mismo, en su lado noroeste, en el municipio de Aguilares se encuentra el sitio arqueológico Cihuatán, una de las ciudades más densamente pobladas por nahua pipiles en la época precolombina y que pudo ser parte integra al sitio de Las Marías.
La evidencia indica que la configuración socio demográfica en la época prehispánica y su asentamiento de lo que ahora es Quezaltepeque, obedeció a dos hechos fundamentales: la relación política- religiosa y económica que las comunidades indígenas tenían con los centros ceremoniales inmediatos, pero sobre todo a las condiciones óptimas del territorio donde se asentaban, determinada por tierras fértiles y disposición abundante de recurso hídrico.
Periodo colonial
Con la llegada de los españoles y su posterior colonización se fue transformando la configuración socio demográfica del territorio de lo que ahora es El Salvador, pero en particular Quezaltepeque, sobre todo en su caracterización étnica y cultural que tuvo repercusiones negativas para la población originaria. Es en este periodo que se le asigna su nombre topónimo que significa “Cerro de Quetzales” (el cual pudo derivarse del nombre que los pobladores prehispánicos le asignaran al volcán). y se delimita su primera área geográfica que era mucho más amplia de lo que es ahora. En distintos momentos de la época colonial Quezaltepeque jurisdiccionalmente perteneció a la Alcaldía mayor de San Salvador y en otros estaba adscrito a Opico.
El proceso de colonización duró más de tres siglos y estuvo marcado por distintos hechos que cambiaron de una manera profunda las formas de vida de sus antiguos pobladores. La introducción de una visión religiosa nueva (a través de una intensa evangelización del ritual católico llevada a cabo por diferentes órdenes misioneras hacia la población indígena) y la introducción del enfoque mercantil de la tierra, son los dos principales factores que fueron desquebrajando en este territorio la antigua posesión comunitaria de la tierra, la cohesión sociocultural indígena alrededor de esta, pero sobre todo fue invisibilizando y en el peor de los casos aniquilando la presencia indígena dentro de sus antiguos asentamientos en el territorio que hoy comprende Quezaltepeque.
Con el nuevo orden colonial, se incorporaron nuevos usos, concepción y posesión de la tierra. A la posesión común de la tierra por parte de la población indígena fue imponiéndose paulatinamente la propiedad privada con fines agrarios de tipo mercantil, a través de la denominada hacienda añilera a una escala importante dentro de Quezaltepeque, cuyos propietarios eran españoles, criollos y a medida que transcurrió el periodo colonial fueron participando población mestiza que era atraída por las oportunidades laborales que daba el añil. Este sector mestizo en claro crecimiento posibilitó en buena medida la reproducción de la dinámica económica y cultural que promovían los criollos, pero que producto de la interacción cultural con la población originaria, también se fueron fusionando prácticas culturales indígenas. Para el caso de Quezaltepeque la población mestiza fue sobreponiéndose como el sector poblacional dominante, predominando en el lapso de tres siglos (XV a XVIII), únicamente quedaron pequeños núcleos poblacionales indígenas y negros, en su zona alta, correspondiente a las laderas medias y altas del volcán de Quezaltepeque.
Lo anterior tiene una explicación, la evidencia arqueológica en el municipio muestra que una de las principales actividades productivas durante la colonia fue el cultivo de añil; aún persisten ruinas de obrajes[v] en el cantón El Puente sobre la ribera del río sucio y en el cantón Platanillos en sus caseríos San Emilio y Agua Caliente. En principio, la producción de añil requirió de tierras con abundantes fuentes de agua y de mucha mano de obra indígena. Estas dos condiciones presentes para el caso de Quezaltepeque obviamente coincidió con los sitios donde predominaban los asentamientos humanos prehispánicos (indígenas); se puede inferir que el interés por el lucro dado por el añil a los españoles pudo llevar bajo mecanismos de imposición, coacción, coerción o engaño, usando la fuerza o artilugios legalistas, a la usurpación y apropiación de tierras ocupadas por comunidades indígenas.
Se sabe además que la utilización de mano de obra indígena en la producción de añil fue una de las causas importantes de muerte para dicha población, debido a las condiciones de sobreexplotación y de insalubridad a la que era sometida. Lo anterior puede explicar un fenómeno que se dio durante la colonia: la “desaparición” de la mayoritaria población indígena que habitaba dentro de lo que ahora es Quezaltepeque y por otro lado una creciente presencia de población mestiza. Según el historiador David Browning en su libro El Salvador La Tierra y El Hombre, para el año 1550 Quezaltepeque tenía 1,000 habitantes indígenas y ya para el año 1740 había 650 ladinos(mestizos) y ningún indio.[vi]
Un factor importante a considerar dentro de todo este proceso de colonización fue la intensa evangelización cristiana en estos mismos asentamientos de presencia indígena, lo cual era un elemento coadyuvante y legitimador del etnocidio que estaba en curso a través del nuevo orden colonial, tal y como lo demuestra la evidencia arqueológica de la hacienda Mapilapa (antes de 1658 parte de Quezaltepeque, ahora dentro de los límites del municipio de Nejapa) que aún mantiene vestigios de pilas añileras y la fachada de una ermita católica[vii], mostrando como estos elementos (el económico mercantil y el religioso) estaban estrechamente relacionados en la vida colonial; de hecho, es de recordar que la iglesia no era un ente estrictamente dedicado a la promoción espiritual y la “salvación de almas”, sino que también asumía atribuciones políticas y administrativas de tipo civil: gestionaba la totalidad de actividades de beneficencia y las responsabilidades sociales (matrimonios, educación, registros civiles y la aplicación de algunas legislaciones) que hoy se conciben como mandato y responsabilidad del Estado[viii] . La iglesia definía las normas morales de conducta y comportamiento individual y social, estaba estrechamente ligado a la legitimización ideológica de los aspectos económicos de la época, incorporando nuevas formas de expresión cultural de tipo sincrética donde se fusionaron elementos de las prácticas religiosas indígenas con la fe católica; este último elemento fue un factor cultural de mucha relevancia en las nuevas formas de cohesión social, coacción simbólica en las relaciones de poder entre los distintos grupos sociales que le daban vida a la dinámica territorial. La introducción de la figura del patrono (santos); desde la perspectiva de la religiosidad católica colonial era muy equivalente simbólicamente a quién ostentaba el poder dentro de las haciendas. Este al igual que el santo asumía rasgos de caudillo “protector” y “benefactor”.
Desde la perspectiva indígena este elemento de la figura del patrón (santo) pudo estar asociado a quién en ausencia de sus antiguos rituales religiosos y medios propios para garantizar su subsistencia, le debían servidumbre y pagar tributos, por tal de obtener favores (disposición de tierra o trabajo) para poder sobrevivir.
Otro caso muy emblemático en este mismo sentido, fue la hacienda Atapasco, ubicadas sus ruinas coloniales en las inmediaciones del rio sucio y el río claro al poniente dentro de los límites de Quezaltepeque (en lo que ahora es el cantón El Puente). Esta hacienda según el arqueólogo José Erquicia fue donada por la Real Corona como un próspero latifundio a la orden de Santo Domingo de Guzmán a finales del siglo XVII[ix]. Es de hacer notar que este fue un importante enclave colonial al interior de Quezaltepeque donde confluye la prosperidad productiva y económica de la época colonial. En este sitio hay evidencia de explotación añilera, un ingenio de hierro donde se producían herramientas para la agricultura y aún se conserva en buen estado que a criterio del historiador Browning[x] fue el único puente construido de piedras en la época colonial, situado sobre el cauce del río sucio donde atravesaba el denominado “Camino Real de la Real Audiencia de Guatemala”, ruta importante de comunicación y comercio de la época.
Por la evidencia del sitio colonial de la hacienda Atapasco, su destrucción obedeció a la erupción volcánica de 1658, puesto que está semienterrada con sedimento volcánico, lo que denota también el papel fundamental que ha jugado el volcán de Quezaltepeque en el municipio, en las distintas etapas de su historia.
Durante ese periodo coexistieron en El Salvador distintas formas de tenencia y posesión de la tierra, principalmente la comunal usufructuada por población indígena, los ejidos propiedad de los ayuntamientos o alcaldías y la privada con la hacienda añilera cuyos propietarios eran en su mayoría españoles y posteriormente mestizos. Todo parece indicar según lo demuestra la evidencia arqueológica que esta última forma de posesión estuvo presente de una manera significativa a partir del siglo XVI, imponiéndose a las dos anteriores formas de tenencia común (ejidal y comunal), al menos en las laderas bajas de Quezaltepeque, donde las tierras eran propicias para la producción de añil y la crianza de ganado, quedando la tierra comunal en las partes altas. La figura de la hacienda jugó un papel importante en la dinámica social, económica, cultural y política del municipio durante buena parte de la colonia.
El interés por la agricultura comercial de la clase económica dominante española cuyos réditos eran otorgados por la explotación de la tierra, fue modificando la dinámica socio demográfica, su composición étnica y cultural en el municipio de Quezaltepeque. La desaparición de los registros de la población indígena en Quezaltepeque durante fue avanzando el periodo colonial y el aumento de la población mestiza dentro del municipio está estrechamente relacionado con el fenómeno económico de la hacienda del añil. Para el geógrafo e historiador David Brownig “La plantación de añil se convirtió en sinónimo de quebrantamiento y destrucción de las comunidades indígenas tradicionales.” [xi] “El número de ladinos aumentaba a medida que las comunidades indígenas se desintegraban.”[xii].
¿Pero qué ocurrió con la población indígena en Quezaltepeque, aquella que pudo haber sobrevivido a la explotación añilera, pero que no aparece registrada en los asentamientos tradicionales ya para finales del siglo XVII? El mismo Browning sostiene que en razón de las condiciones de control y explotación a las que eran sometidas las comunidades indígenas en el orden que impuso la colonia, los indígenas que no morían por las condiciones de insalubridad a las que estaban expuestos en la hacienda añilera, desertaban de los pueblos en unidades familiares y se dispersaron en una forma desordenada hacia aquellos territorios rurales no explotados mercantilmente por los españoles y mestizos, y ahí podían estar libres de la estructura social y económica de la colonia[xiii]. Estos sitios de asentamiento según algunas crónicas de la época eran en tierras pobres, barrancas y cerros y para el caso de Quezaltepeque pudo haber sido las partes altas del volcán de San Salvador en su ladera norte (en territorios de lo que ahora son los cantones San Francisco, San Juan Los Planes y Macance), una zona muy poco productiva para los intereses de la agricultura comercial colonial, puesto que no era propicio para la producción añilera, ya que no contaba con abundantes fuentes de agua como si lo tenían las laderas bajas.
Al término del periodo colonial las sociedades locales, en particular la de Quezaltepeque estaba configurada por una población rural mayoritariamente mestiza asentada en su territorio sobre la base de una dinámica económica propiciada por la explotación agrícola comercial de las haciendas, ello estimuló su crecimiento iniciado a través de procesos migratorios del interior del país.
Paralelo a esta explotación comercial de la tierra, también la población mestiza e india practicaba la agricultura de subsistencia en tierras ejidales, comunales y en haciendas por arrendamiento. La población indígena, aunque tenía una importante presencia en la ladera sur del volcán de Quezaltepeque, esta aparece invisibilizada en los registros de la época de finales del siglo XVII y XVIII para el caso del municipio de Quezaltepeque. La disminución en sus asentamientos tradicionales como consecuencia de la agricultura comercial y la intrusión de población mestiza pudo conllevar a su dispersión, concentrándose en los territorios alejados del control directo del orden colonial, deduciblemente en las tierras altas del volcán de Quezaltepeque, explotándola como tierra del común.
Debido a que no hay evidencia arqueológica que ubique donde se centralizaba y administraba el poder político y religioso dentro del territorio de Quezaltepeque, es difícil imaginarse la configuración de ciudad colonial dentro del municipio. Por la estructura de una sociedad estrictamente agraria, se sabe que su población estaba asentada en su mayoría donde se dinamizaba la actividad agrícola comercial y de subsistencia, incluso los españoles tenían la costumbre de pernoctar donde estaban ubicadas sus haciendas; pero la fuerte presencia de población mestiza a menudo fue transcurriendo la colonia y al estar el municipio dentro de una importante ruta de comunicación y comercio, Quezaltepeque pudo irse perfilando como un poblado donde fueron apareciendo características más urbanas, incorporándose con importante presencia otras actividades productivas de tipo artesanal, tal y como lo constatan su larga tradición alfarera, de producción de carbón, comales, cárnica y de flores; estableciéndose en el esquema económico regional como un territorio de potencialidades comerciales, debido a su conectividad con otras ciudades relevantes como San Salvador.
Periodo posterior a la naciente Republica
En los primeros 40 años de vida independiente Centroamericana y dentro de esta, El Salvador (a partir de la firma del acta en 1821), según los historiadores, no sucedieron hechos significativos que transformaran en un sentido estricto y radical la dinámica de vida particular de la población india y mestiza. Para estos sectores poblacionales de la sociedad, los primeros años de vida independiente fue una especie de prolongación de la dinámica colonial, en vista que la independencia fue un proceso político que lideraron las elites criollas de cada provincia que conformaban la región centroamericana. Este proceso político fue motivado principalmente según los historiadores por tres sucesos importantes: primero, las nuevas corrientes del pensamiento ilustrado que llegaban de Europa (particularmente Francia e Inglaterra); segundo, los hechos políticos que habían conducido al debilitamiento de la Monarquía en España y toda Europa; y tercero, el más importante, los intereses políticos y económicos de una élite criolla en las distintas provincias de Centroamérica. Los grupos de poder a nivel local querían el control de los réditos económicos que continuaban generándose a través de la producción de añil y que, antes eran usufructuados en gran medida por la corona española y por burócratas enquistados en instancias de poder político colonial que servían de intermediarios entre la corona y las colonias (la Real Audiencia y Capitanía General de Guatemala y el Virreinato de la Nueva España ubicado en México). En este juego de intereses económicos también existían injerencias internacionales, como fue el caso de los ingleses, que por mucho tiempo competían por el comercio marítimo en el océano Atlántico.
Este juego de intereses económicos se expresó a nivel político, surgiendo los conflictos y las intenciones de anexión a Estados Unidos o a México y los subsiguientes conflictos por la constitución de la república federal centroamericana, etc. Estos conflictos si ocasionó en alguna medida un desgaste en las distintas dimensiones de la sociedad de la época, debido a la inestabilidad política y sus consecuentes luchas marcadas por la violencia. Es en este clima, que se fueron sentando las bases de la naciente republica orientada hacia un liberalismo económico en función de los intereses de la elite criolla. En estas bases se sentarían las transformaciones más profundas en toda la estructura social, predominada por un giro radical en la concepción, el uso y propiedad de la tierra y la creación de un Estado que toma más protagonismo en responder a este nuevo orden por nuevos grupos de poder, en detrimento del papel político históricamente jugado por la iglesia católica.
Para el caso de Quezaltepeque es importante hacer notar (como datos de su historia dentro de este proceso donde se iniciaba la vida independiente) dos hechos a nivel político-administrativo que son relevantes: uno fue que para 1824 pasó como municipio a ser parte de San Salvador (la capital de la nueva república), incorporación que fue legalizada por Decreto Ejecutivo en 1833 y ratificada por Decreto Legislativo del 22 de abril de 1834[xiv]. Este suceso histórico es clave, en el sentido que le reviste de importancia política al territorio y este se va perfilando como un territorio con presencia político-institucional del nuevo orden social. Tanto así que cuando se disuelve definitivamente la Republica Federal Centroamericana en 1841 debido a los intereses políticos y económicos irreconciliables de las naciones que la conformaban, en Quezaltepeque comienza a configurarse dos hechos característicos de la nueva sociedad: la presencia de un “Estado independiente” en el territorio, que viene de la mano con el inicio del desmantelamiento de las formas de tenencia común de la tierra heredadas por la colonia; y es que para 1857 a Quezaltepeque se le permite vender parte de sus tierras ejidales para financiar sus primeros edificios públicos[xv]. Este hecho pudo suscitarse porque según Segundo Montes, entre finales del periodo colonial y el inicio de la vida independiente hubo una fuerte demanda de añil en Europa, por lo que en El Salvador la producción del añil se intensifica y se expanden las haciendas para su producción a todas las tierras aptas para su cultivo, a costa de afectar las formas de tenencia común de la tierra y la agricultura de subsistencia que en ellas se desarrollaba[xvi]. El añil para la mitad del siglo XIX seguía constituyendo la base de la economía de El Salvador; sin embargo, ya se iba perfilando como un producto agroexportador en declive, debido que dentro de la revolución industrial que estaba viviendo Europa ya se estaba introduciendo el colorante artificial como materia prima; por lo que las autoridades de la nueva república salvadoreña comenzaron a estimular el cultivo de un nuevo producto agrícola con características comerciales: el café.
Época de la introducción del café y la inmigración extranjera
Para 1846 ya un Decreto Legislativo en El Salvador otorgaba un trato preferente para la producción del café, una persona que plantara más de cinco mil cafetos estaría exento de impuestos municipales durante diez años, así mismo en los primeros siete años de su producción no pagaría derechos de exportación y los trabajadores de las fincas estarían eximidos del servicio militar[xvii]. Sin embargo, existía un importante obstáculo para el despegue de la caficultura a gran escala y este era la estructura de tenencia de la tierra y su uso. Los asentamientos humanos (principalmente indígenas) en tierras aptas para el café eran un obstáculo; estos asentamientos habían sido heredados de la dinámica económica de la colonia que en su momento como se ha explicado en apartados anteriores había transformado la configuración socio demográfica de muchos territorios en el país, entre estos el de Quezaltepeque.
Para superar estas barreras desde el Estado, se introdujeron en la dinámica de producción del café reformas en la tenencia y el uso de la tierra que favorecieran su explotación a gran escala, y por otro lado, se estimuló la inmigración extranjera de manera que estos flujos migratorios le introdujeran mayor dinamismo a la economía a través de sus emprendimientos y le imprimiera aires culturales de modernidad a este nuevo orden de sociedad que se estaba construyendo, intentando con ímpetu superar los rezagos de la sociedad colonial.
Los cambios en las formas de tenencia común de la tierra (comunales y ejidales) ya se venía dando desde el periodo de la colonia, y continuo en las primeras décadas de la independencia en favor de las haciendas añileras y en la instalación de la nueva institucionalidad independiente. Este proceso se dio aun cuando formalmente existían regulaciones legales que de alguna manera protegían la existencia de la propiedad común de la tierra; pero como lo constatan muchos historiadores la disputa por la tierra comunal siempre estuvo presente, en la medida que su naturaleza común interfería en la lógica del modelo económico basado en la propiedad privada (la cual constituía un mecanismo clave de la agricultura comercial). Con la introducción del café a gran escala la propiedad común de la tierra era una barrera que debía ser derribada desde su base. Entre 1879 y 1881 se aprobaron una serie de leyes que abolieron la propiedad común de la tierra en todo el país (ejidal y comunal).
En el caso de Quezaltepeque como es de suponer, tal y como sucedió en otras regiones del país, el modelo económico de la colonia sustentado en los dos últimos siglos de ese periodo por la producción del añil había relegado a las comunidades indígenas hacia tierras altas donde la agricultura comercial española no tenía posibilidades de desarrollo y rentabilidad; ahora, con la introducción del café y las reformas legales que abolían las tierras comunales y ejidales para su explotación, el panorama nuevamente vuelve afectar principalmente a las comunidades indígenas. Como se sabe Quezaltepeque por sus características geográficas posee tierra fértil en sus laderas altas volcánicas, propicias para el cultivo del café; ya que desde el punto de vista climático, las zonas más apropiadas para el cultivo del café son las que se encuentran por encima de los 456 mts y en especial sobre los 608 mts.[xviii]
Desde antes, estas nuevas transformaciones en la tenencia y el uso de la tierra orientadas hacia la propiedad privada (primero para el cultivo del añil y luego con el café) significaron para las comunidades indígenas de Quezaltepeque otro golpe que les afectó con dimensiones aun incalculables, en su cohesión sociocultural y sus modos de subsistencia. En el caso del café, para 1860, antes que se promulgaran las leyes de extinción de tierras comunales y ejidales vastos bosques de las laderas que rodeaban el oeste del volcán de Quezaltepeque se despojaron con fuego a gran escala[xix]. Y es que fue entre 1860 a 1885 que cobra un impulso el desarrollo de este producto siendo en este periodo que se suscitan hechos importantes que configuraron un nuevo modelo de sociedad y que afectaron particularmente al municipio de Quezaltepeque (por su ubicación) en sus múltiples dimensiones, a nivel social, político, económico, medioambiental, etc.[xx]
El paisaje del municipio de Quezaltepeque cambia de una manera significativa a partir de estas circunstancias; los cantones Primavera, El Señor, San Francisco, Macance y San Juan Los Planes se convierten en zonas cafetaleras y van hacer principalmente familias de inmigrantes sus propietarias, quienes llegaron entre mediados y finales del siglo XIX; dichas familias van a tener una injerencia crucial en la historia del último siglo de El Salvador, particularmente en la vida de Quezaltepeque.
La población indígena asentada en esos territorios se convierte en colonos, otros conforman sus asentamientos dentro o en los límites territoriales y sus vidas precarias orbitan alrededor de la dinámica propiciada por la producción del café; lo mismo sucede con la mayoría de población del interior del municipio y con otra que provenía de fuera, principalmente de Chalatenango (donde el añil ya había decaído). La migración de población chalateca hacia Quezaltepeque, comienza con el café, mucha de su población cultivaba pequeñas parcelas de tierra basados en agricultura de subsistencia y en temporadas de cosecha de café se veían obligados a migrar temporalmente hacia los territorios donde el café se producía a una escala importante y Quezaltepeque fue uno de los territorios más próximos para ellos, por tanto, su destino.
Otros cambios importantes que impuso la introducción del café en el país fue el mejoramiento de su conectividad. Para 1853 el gobierno desarrolla los servicios portuarios y la mejora de la carretera que conduce hacia San Salvador; en ese mismo año el primer barco levó anclas desde Panamá para inaugurar la primera línea regular de vapores que unía puertos de Centroamérica, incluyendo el de La Libertad con California[xxi]. Hacia 1855 se otorga una concesión que autorizó a una compañía británica para construir una línea de ferrocarril entre las principales zonas de café de los departamentos de Sonsonate, Santa Ana y San Salvador con el puerto de Acajutla y Quezaltepeque estaba en su tramo de construcción.
Otra característica importante suscitada por el café fue el inicio de su urbanidad y su dinamización comercial, en este proceso además de jugar un papel crucial los cambios a nivel país producto de las exigencias que imprimía el modelo agroexportador, tuvo mucho que ver la inmigración extranjera que se asentó en el municipio, particularmente la de origen catalán y de otros países europeos, asiáticos y africanos, sobre todo provenientes del imperio Otomano, que se sumaron al aprovechamiento de las potencialidades económicas que ofrecía el municipio.
En el primer siglo de vida independiente América significó para muchos europeos y para otros ciudadanos procedentes de otros continentes, el equivalente de lo que ahora es para los salvadoreños viajar a Estados Unidos a cumplir “el sueño americano”. La crisis socioeconómica que atravesaban sus sociedades de origen y un sentido de aventura hizo que muchos extranjeros, particularmente europeos decidieran emprender distintas oleadas migratorias hacia América en busca de prosperidad. Estas tierras casi vírgenes en las más diversas potencialidades comerciales y un mercado demandante de materias primas a nivel internacional producto del liberalismo económico internacional, estimuló la inmigración de personas, muchas de ellas pobres, pero con una visión más moderna y emprendedora a la existente a nivel local. Su integración a la sociedad fue facilitada por las condiciones generadas por el Estado con estímulos e incentivos y a una estructura social clasista y discriminatoria a nivel étnico (particularmente hacia la población originaria); los inmigrantes pese al desgarre de su tejido social de origen, pronto encontraron lo que buscaban, prosperar; hasta convertirse muchos de ellos, parte de las elites económicas y políticas de mucha influencia a nivel nacional, pero particularmente a nivel territorial y local.
Europeos y norteamericanos se asientan en distintos territorios donde el café se convierte pronto en el centro de la actividad económica y le dan empuje a un estilo liberal al país y particularmente a los territorios donde se asientan, entre ellos el territorio de Quezaltepeque. Su protagonismo y pujanza en la vida social en El Salvador es propiciada por las condiciones que permite la introducción del café.
Referencias Bibliográficas
- Fonseca, Camilo (2006). Una semblanza del Sitio Arqueológico Las Marías, pp.28. Ensayo Académico. Fundación Quino Caso, Quezaltepeque.
- Trujillo, Gloria del Carmen (2010). Comerciantes Catalanes en El Salvador: Trayectorias de Familia en el Siglo XX, pp 24. Ensayo Académico.
- Erquicia, José (2007). Proyecto de reconocimiento de sitios arqueológicos históricos de El Salvador, pp 9. Artículo Científico. PAHES-UTEC primera fase.
- Llort, Pablo (1932). Diario, pp 33.
- Browning, David. El Salvador La Tierra y el Hombre
- Diario Oficial, tomo 375, nº 72.
- Resolución Interna 0003 publicada por CONCULTURA el 21 de abril de 2007.
- El Salvador Historia Contemporánea, Carlos Gregorio López Bernal, p.268
- La Prensa Gráfica, Revista Dominical, 9 de diciembre de 2007.
- Chavarría y otros, “Guía de aplicación de leyes y ordenanzas tributarias municipales y sus efectos en la recaudación de impuestos de la Alcaldía de Quezaltepeque”, Universidad de El Salvador, p. 15.
- Segundo Montes, El agro salvadoreño (1973-1980), p. 39.
- O. 25 de agosto, 1854
- O. 25 de agosto, 1854
- O. 7 de octubre de 1953.
NOTAS HISTÓRICAS
El topónimo de Quezaltepeque es de origen pipil se ha traducido como “Cerro de Quetzales”, este nombre reafirma la tradición oral mediante la que se ha transmitido que antiguamente el cerro fue el hábitat del ave de quetzal. Para Tomás Fidias Ketzaltépet se traduce como “El verdegal o cerro ubérrimo”12 y para el poeta Antonio Casquín, significa “Espacio de riquezas verdes donde está la esmeralda”13, aludiendo a la posición geográfica de la antigua ciudad respeto al volcán y las repercusiones de la actividad volcánica alrededor de ésta.
Los estudios sobre la distribución prehistórica e histórica de los pipiles definen las zonas central y occidental, o casi toda la región de El Salvador al oeste y sur del río Lempa 14 como el territorio ocupado por éstos, en lo que ahora comprende la nación salvadoreña. Quezaltepeque se encuentra ubicado en ésta área; tiene a lo largo de su dominio importantes vestigios arqueológicos, sin embargo únicamente se ha reconocido e intervenido el sitio “Pueblo Viejo”15 ubicado en el Cantón Tacachico también conocido como “Pueblo Viejo Las Marías” (Véase mapa Nº 1 y 2). Según las investigaciones arqueológicas preliminares, éste sitio fue habitado entre los años 900 y 1200 d. C., está estrechamente vinculada con Cihuatán y pertenece a la Fase Guazapa.
Durante el período precolombino el actual territorio de Quezaltepeque lo conformaron varios asentamientos, algunos de estos conservan sus topónimos como la antigua Nixapa, Atapasco, Camotepeque, Tacachico, Tutultepeque y Quezaltepeque cuya área estaba delimitada por las tres quebradas vertientes del volcán que la atraviesan El Chagüite, El Coyol y Poloncuilo. También los hubo en los cantones Primavera, Macanse y Platanillos donde existen vestigios arqueológicos, sin embargo, sus nombres en lengua materna se perdieron con el paso del tiempo.
Posterior a la incursión española de 1524 en Cuscatlán, 1550 es la fecha oficial de la fundación del pueblo de San Josep de Quezaltepeque, la cual coincide con el inicio del proceso de formación de reducciones y pueblos de indios. El Dr. Tomas López de la Real Audiencia y el Padre Tomas de la Torre sugirieron la fundación del convento de la Orden de Santo Domingo en San Salvador para pacificar y poner bajo dominio cristiano a los indígenas de la provincia de Cuscatlán16.
El convento fue construido por Tomas de la Torre, Fray Vicente Ferrer y Fray Matías Paz, con la cooperación del Oidor Tomás López cuya función fue apaciguar la resistencia a la fundación del convento que se edificó en 1551 en el valle Atapasco, como consecuencia de las terribles condiciones de los nativos bajo el sistema del repartimiento y la encomienda en el que se les trataba como esclavos. El papel mediador de los Religiosos entre los indígenas y encomendero fue visto históricamente como una acción protectora, sin embargo, es de considerar que los sacerdotes entre quienes hubo inquisidores jubilados no pusieron fin a los maltratos de los indígenas más bien dieron continuidad al proceso de conquista mediante la introducción de la religión. Los indígenas de Tacachico se mantuvieron en constante resistencia hasta casi su total desaparición, pues como puede verse en la relación de Gálvez y Corral17 para 1740 había dos indios y tres ladinos en el pueblecillo sin frutos y de temperamento tan dañoso que desde párvulos se mueren, por lo que siempre ha estado destruido18 . Los relatos de los franciscanos19 expresan que fue obra de San Francisco reducir el pueblo a cuatro indios pues el resto fue muriendo por represalias del Santo ante la persistencia de continuar con sus idolatrías, embriagueces, supersticiones y mitotes. Contrario al relato religioso los habitantes nativos no desaparecieron por castigo divino sino por los métodos empleados por los frailes para formar los pueblos de indios, entre las que se cuentan la quema de las milpas y ranchos y la caza de los nativos en los montes, entre otras, con el fin de someterlos al régimen colonial.
Tacachico fue encomienda de Marcos de Parea a partir de 154820, pueblo de doctrina del convento de los Franciscanos fundado en 1574 con el mismo propósito que el de los dominicos, para el dominio de los indígenas dispersos en las montañas. El primer asentamiento colonial de este pueblo tuvo origen en el valle de Tacachico en Quezaltepeque y posteriormente fue trasladado probablemente en el año 1676, fecha que se toma como el origen del pueblo, este hecho explica la existencia de 2 Tacachico a la par, uno cómo pueblo y el otro como cantón de Quezaltepeque, y de este traslado se recogió por escrito hacia 1888 un relato de tradición oral. Este relato religioso que fundamenta y legitima el origen del pueblo probablemente se remonte al recuerdo del traslado del primer Tacachico y la edificación de nuevo pueblo bajo advocación de San Pablo. Tacachico perteneció a la vicaría de Texistepeque de Santa Ana la Grande hasta 1754, después fue pueblo anexo de la parroquia de San Juan Opico siempre del partido de Santa Ana.
A finales del siglo XVII, había en el pueblo de Quezaltepeque tres cofradías, una de Nuestra Señora de la Natividad, una de la Santa Veracruz de indios y otra de mulatos y ladinos. El mayordomo de la primera fue el indio Josep Flores, y esta existía desde antes de 1590; y el mayordomo de la segunda fue Nicolás Baptista y esta funcionaba desde 1596. Además de éstas, había dos cofradías del convento de los dominicos, una del Dulce nombre de Jesús fundada en 1614 y otra de la Santa Veracruz fundada en 1565, cuyo alférez fue Francisco Rivera22. San Joseph de Quezaltepeque fue uno de los pueblos de indios anexos al curato de San Salvador, junto a los pueblos San Miguel Guazapa, Santa Catalina Apocpa, San Antonio Abad Cuzcatanzingo, San Miguel Paleca y San Jerónimo Nejapa que fue la cabecera de estos pueblos de indios 23 .
Conformaron su geografía, en los dos primeros siglos de la Colonia por los años 1550 - 1700, las tierras de valle de Atapasco lugar donde edificaron convento y haciendas los dominicos, las tierras donde se redujo el pueblo de indios de San Jerónimo de Nejapa, la Nejapa antigua sitiada por la erupción de 1658, el pueblo de indios San Josep de Quezaltepeque, y Tacachico, Las haciendas Tutultepeque, Los Santos Inocente, y las tierras realengas, comunales y los ejidos.
A la visita de Cortés y Larraz a la Parroquia de San Salvador había 6 pueblos anexos a ésta, y 23 haciendas. Quezaltepeque es el 5º pueblo anexo, del cual se estimó una población de 156 familias de ladinos con 1000 personas, sin contar a los niños y las familias alrededor de las haciendas en las rancherías, es decir la población rural, que vivía internada en los montes al margen del padrón religioso. A finales del siglo XVIII que se implementan las reformas borbónicas en el Reino de Guatemala, la Alcaldía Mayor de San Salvador fue elevada a Intendencia 1786-1823 y dividida en 15 subdelegaciones (San Salvador, Olocuilta, Opico, San Vicente, Zacatecoluca, Sensuntepeque, Cojutepeque, Tejutla, Chalatenango, Santa Ana, Metapán, Usulután, San Miguel , San Alejo y Gotera); la subdelegación de San Salvador estaba integrada por los curatos de San Salvador, Nejapa, Mexicanos, San Jacinto, Tonacatepeque, Texacuangos, y Suchitoto. Quezaltepeque quedó bajo el curato de Nejapa integrado por cuatro pueblos (Nejapa, Quezaltepeque, Apopa y Guazapa)24.
Puede decirse que la división político administrativa de Quezaltepeque no cambia, pues como puede verse en el informe de Gutiérrez y Ulloa de 1808, el pueblo continuó como anexo de San Salvador teniendo a Nejapa como su cabecera. Para este período inmediato al proceso de independencia Quezaltepeque se repartía entre los territorios de la hacienda Atapasco de los dominicos; la hacienda Tacachico propiedad del peninsular Gregorio Castricciones 1780-183025; la hacienda Tutultepeque de Miguel Lansel y de la Familia Bustamante hacia mediados del siglo XIX; Los Santos Inocentes hacienda de la señora Luisa de Lara a finales del siglo XVIII, y a principios del siglo XIX propiedad Don José Rossy cuyas tierras estaban en disputa por falta de tierras de ejido y comunes26; y las tierras ejidales de las comunidades del volcán.
La nueva estructuración del Estado salvadoreño establece otra división política administrativa, cómo relata Lardé Larín27, este territorio que perteneció por todo el período colonial a San Salvador dentro del curato de Nejapa, fue puesto bajo la administración del distrito de Opico en 1824 y devuelto distrito de San Salvador en 1833. En 1835 se le erige como distrito de manera que pasó a ser la cabecera de los territorios que estaban bajo jurisdicción de Opico; pero, al ser Quezaltepeque uno de los pueblo que se adhirieron a la capital de la República Federal de Centro América, el distrito de Quezaltepeque quedó sin cabecera por esta razón se habla del estado acéfalo del pueblo en 1836. Al restablecer el antiguo partido de Opico en 1839, no fue reincorporado a éste sino que continuó dentro del de San Salvador al disolverse la República Federal de Centro América.
Hacia la segunda mitad de siglo XIX, a partir de la Estadística de Ignacio Gómez28 es posible aproximarse al estado del pueblo, para el cual se estimó una población de 2,991 habitantes. El territorio Quezaltepeque no difiere en gran medida del asentamiento colonial, lo componen las tres antiguas haciendas Tacachico, Tutultepeque Atapasco, los sitios de ganado, las tierras ejidales y comunales y el centro del poder administrativo, sin embargo, para Para este período inmediato al proceso de independencia Quezaltepeque se repartía entre los territorios de la hacienda Atapasco de los dominicos; la hacienda Tacachico propiedad del peninsular Gregorio Castricciones 1780-183025; la hacienda Tutultepeque de Miguel Lansel y de la Familia Bustamante hacia mediados del siglo XIX; Los Santos Inocentes hacienda de la señora Luisa de Lara a finales del siglo XVIII, y a principios del siglo XIX propiedad Don José Rossy cuyas tierras estaban en disputa por falta de tierras de ejido y comunes26; y las tierras ejidales de las comunidades del volcán.
Hacia la segunda mitad de siglo XIX, a partir de la Estadística de Ignacio Gómez28 es posible aproximarse al estado del pueblo, para el cual se estimó una población de 2,991 habitantes. El territorio Quezaltepeque no difiere en gran medida del asentamiento colonial, lo componen las tres antiguas haciendas Tacachico, Tutultepeque Atapasco, los sitios de ganado, las tierras ejidales y comunales y el centro del poder administrativo, sin embargo, para este período se hace referencia a los asentamientos rurales de la jurisdicción como los valles Realengo, Potrerillos, Aposentos, Macanse y García. El casco urbano lo componían 300 casas, una escuela, el cabildo, la iglesia y el convento; además se contaban entre las riquezas del pueblo el puente Atapasco, una importante obra de ingeniería colonial.
Por decreto Legislativo de mayo 1865 se forma el Departamento de La Libertad integrado por dos distritos, el Distrito de Nueva San Salvador y El Distrito de San Juan Opico, dentro este último, queda el pueblo de Quezaltepeque. Para estos años la delimitación territorial es más precisa pues aparte de las tres haciendas mencionadas y un ejido, se identifican la Aldea San Francisco Realengo y doce valles29: Aguacate, Segura, Agua Caliente, Primavera, Jirón, Santa Lucía, Santa Rosa, Platanillos, San Juan Los Planes, Macanse, La Majada y Sitio El Niño30.
Se sabe que, al menos hasta 1865 solo existe una escuela en el pueblo, cuyo principal obstáculo para el avance en la educación era la asistencia de alumnos, que aún no se lograba garantizar, aparentemente porque los padres preferían emplearlos en tareas domésticas y en la agricultura por lo cual constantemente los sacaban de la escuela.
Cinco años después se identifican tres escuelas en el municipio y dos de ellas son rurales, una situada en el valle Jirón y otra en el valle Platanillos.
Curiosamente para 1870 el estado deficiente en la educación se le atribuye a la negligencia del preceptor, pues de las tres escuelas, únicamente funcionaba la de Platanillos, la cual pese a la falta de un local y útiles presentó buen desempeño en el aprendizaje de los alumnos ese año, gracias a los esfuerzos de los padres de familia31; es decir, contrario al discurso de 1865, que culpa a los padres del negar la escuela a sus hijos, para 1870 se está hablando de padres organizados con interés en la educación.
Para el inicio de esta década de 1870 además de hacer funcionar una escuela rural se contaban entre las obras de progreso la construcción de 18 casas de tejas en el interior del municipio, y la apertura de caminos de dos ruedas. Según hoja estadística de 1873 la población del municipio era de 2,927 habitantes32.
Respecto a la agricultura las plantaciones aseguraban buenas cosechas de añil, azúcar y granos. Tales avances en obras públicas, educación, más el crecimiento en la agricultura y comercio fueron parte del argumento bajo el cual en marzo de 1874 el pueblo fue elevado a la categoría de Villa. A Finales de la siguiente década, en 1888 la población de la villa es de aproximadamente 4,085 personas33, el pueblo está conformado por 106 casas, dos portales, y los edificios municipales (cabildo, escuela, palacio municipal, comandancia y cárceles) entre los que se cuentan los inmuebles religiosos (convento, iglesia, calvario y cementerio); en el interior, el territorio estaba repartido en 38 fincas, 6 haciendas y 45 terrenos, más cierta cantidad, no registrada, de casas, parcelas y terrenos rurales. Para esta época dos de las haciendas coloniales Atapasco y Tacachico se han fraccionado, la primera en Atapasco Grande y Atapasquito y la segunda en Tacachico, Segura y Paso
Hondo.
En 1897 se pretendió anexar las haciendas Segura y Paso Hondo de Quezaltepeque a la jurisdicción del Paisnal, para una mejor administración y control de la policía sobre los colonos de estas haciendas, situadas a una legua de centro administrativo del Paisnal mientras que de Quezaltepeque, a siete leguas.32
Si bien no se logró pasar Segura al Paisnal, pero en 1912 el territorio disminuyó al perder las tierras de la Hacienda Tutultepeque que pasaron a formar parte del Municipio de Nejapa por decreto legislativo, la razón de esta ruptura se justifica en la necesidad de ampliar el territorio de Nejapa, sin embargo, hay que considerar que los vínculos de la Hacienda Tutultepeque con el centro de poder municipal siempre fueron débiles, relacionándose ésta directamente con el poder central, y la incidencia de sus propietarios para efectuar este cambio siendo los Bustamante importantes funcionarios dentro del gobierno34 ocupando cargos en la Junta de Fomento, y relacionados a ésta.
La villa fue elevada a ciudad en 1905 y en mayo de 1915 se separa administrativamente del distrito de Opico y pasa a integrar un tercer distrito para el Departamento de La Libertad, el distrito de Quezaltepeque creado por decreto legislativo, y a éste se agregó el pueblo de San Pablo Tacachico como anexo.
Otro cambio importante en la delimitación territorial fue la desmembración de doce caballerías de la Hacienda Tacachico, que constituían una finca de propiedad de Doña Elvira Mercedes González de García González que le fueron otorgadas al Doctor Fernando López originario de Santa Ana, en 1916.
El terreno lotificado lindaba al oriente con la Hacienda Tutultepeque, al norte con terrenos que fueron de Don Gustavo Ramón González, al poniente con la Hacienda El Jocote quedando de por medio el río Sucio, y al sur con terrenos que fueron ejidos del pueblo de Quezaltepeque separados por la quebrada la Mica35.
Las doce caballerías fueron divididas en más de 23 lotes entre una manzana y más de ocho manzanas, que se vendieron a 50 y 60 pesos cada una, lotes que fueron comprados por vecinos de los valles Jirón y Platanillos, colonos de Tacachico y jornaleros originarios de Coatepeque y Chalatenango entre los años 1919 y 1923, quienes viajaban a Quezaltepeque por temporadas de trabajo desde finales del siglo XIX. La venta de parte de la Hacienda Tacachico dio origen a un nuevo valle y fue así como surgió a principios del siglo XX el Cantón Las Mercedes, que conservó el sobrenombre de la finca, con el que se consolidó la actual división político-administrativa al interior de Quezaltepeque (Véase mapas 3 y 4).
Oficialmente el interior del municipio de Quezaltepeque quedó integrado por 13 cantones repartidos en 47 caseríos (Véase cuadro Nº 1). Los nombres de los cantones y caseríos responde a apellidos de las familias más antiguas de la población que habitaron los valles, algunos pertenecen a antiguas haciendas y fincas, y otros son topónimos originarios. También se perdieron muchos nombres de lugares importantes como el de Los Tetuntes, cuya delimitación no está del todo clara pero que al parecer fue parte del territorio de una comunidad indígena extinguida.
Comprenden parte de la historia geológica del municipio importantes fenómenos naturales que han cambiado el paisaje físico sobre todo las erupciones volcánicas tanto las antiguas de las que no existen estudios pero que hay una marcada presencia de lavas antiquísimas en los suelos, así como las erupciones del Volcán de San Salvador o Quezaltepeq. La terrible erupción de 165841 destruyó las haciendas en el contorno del antiguo pueblo de Nejapa, pueblo que quedó sitiado por la lava, arruinó las Estanzuelas de indios y afectó la hacienda Atapasco del convento de los dominicos42.
Esta erupción del playón originó el traslado de los pobladores de Nejapa, que inmediato al suceso se repartieron entre Quezaltepeque y Opico, posteriormente fueron agregados al pueblo de Quezaltepeque, donde los nejapas ocuparon las tierras del noroeste en las riberas del río sucio, este asentamiento temporáneo dio origen al valle sitio de los nejapas, lugar que habitaron los despoblados antes de trasladarse al Valle Camotepeque de donde finalmente se movilizaron al actual territorio en el que está ahora Nejapa.
En junio de 1917 hubo otra movilización de pobladores de los valles del volcán hacia los valles del norte del municipio, ocasionada por la erupción del Volcán de San Salvador. Los temblores dejaron en ruinas las casas de adobe del pueblo, a excepción de las casas modernas recién construidas y el cabildo, la casa de la hacienda Miranda fue arrasaba por una de las corriente de lava43.
Las lavas de ésta erupción cubrieron los suelos de Quezaltepeque sobreponiéndose a las anteriores, de ésta manera se amplió el bosque negro, el cual se forman con la vegetación que se levanta sobre las rocas volcánicas más antiguas, esta extensa área cubierta por lava que se extiende desde la cima del volcán hasta el cantón El Puente y es conocida como el playón.
Existe el relato que esta erupción provocó el traslado de una laguna que estaba en el cantón El Puente, donde aún se encuentran rastros acuíferos de la laguna que al parecer fue absorbida reapareciendo en Chanmico, donde se encuentra actualmente. Sobre la charca que quedó en Quezaltepeque, vestigio de este fenómeno natural, se cuenta que ahí hubo una vez una laguna y que ésta se la llevó una bruja quien la puso dentro de un huevo.
El territorio que corresponde a Quezaltepeque está dentro de cuatro zonas climáticas diferentes, por tanto el municipio es afectado por cuatro estados del clima (Véase mapa Nº 6). La mayor extensión de sus tierras está en la categoría de valles bajos, sabanas tropicales o tierra caliente con una elevación de los 0-800 msnm; tiene una menor proporción de valles superiores o sabanas tropicales calurosas entre los 800-1200 msnm; una pequeña parte de clima tropical de altura de tierra templada entre los 1200-1800 msnm; y una escasa área de clima tropical de altura o de tierra fría entre los 1800-2700 msnm44.
La principal cuenca hidrográfica de Quezaltepeque es el Río Nixapán, Sucio o Negro que nace del rebalse de la Laguna del Valle de Zapotitán y forma su caudal con los arroyos que desembocan en sus aguas, cruza de sur a norte y separa los departamentos de La Libertad y San Salvador, su trayecto por el municipio es de 14 kilómetros. Antiguamente este río de agua salobre tuvo un amplio caudal y era navegable. Afluentes del Río Sucio son el Río Claro que se forma de las aguas de la vertiente “La Toma”, la quebrada el Agua Caliente que vierte del nacimiento “La Llorona” en Platanillos, quebrada “El paso” o Santa Lucía a la que se unen El Coyol y el Chagüite, Quebrada Honda, quebrada el Copinol, quebrada “La Mica”, la quebrada Tacachico y Paso Hondo, Poloncuilo, entre otros pequeños arroyos de invierno (véase mapa No. 7).
Los informes de finales del siglo XIX se anticipan en anunciar la deforestación del territorio de Quezaltepeque producto de la extensión de tierras labradas para la agricultura y la comercialización de maderas para la construcción. La hacienda Tacachico además de caracterizarse por ser productora de añil, granos, azúcar y ganado, también incurría en la explotación de maderas, algunas de las tierras que destinaba a este rubro se ubicaban en la Loma del Espino, en el actual cantón Las Mercedes, donde además mantenía extensos zacatales.
De estas tierras denominadas como tierras bajas se sacaba las maderas del quebracho, el guachipilín, el güiligüiste, el tempisque, el chichipate, el iguano, la caoba, el salamo, el laurel, el maquishuat y el cedro utilizado para elaborar los horcones de las casas y muebles. Otros árboles explotados no por sus maderas sino por sus propiedades eran el sicagüite y el nance para la curtimbre y el de mora para la tinta. La otra zona de explotación de maderas es el sureste del municipio de donde se extraían el Tatascamite utilizado para la construcción de viviendas, para carbón y herrería, y las varas de cuilote para elaboración de paredes.
Desde la época colonial la tala de árboles de finas maderas como la caoba, al igual que las carboneras, incidieron en la reducción del área boscosa, sin embargo fue el cultivo del café el cual incrementó la destrucción del bosque primitivo, al sustituirlo por árboles de sombra apropiada para producir café de buena calidad, sobre todo en las tierras altas del Volcán. La siguiente cita refiere la desaparición de las montañas de Quezaltepeque ubicadas en el Volcán de San Salvador45 y la sustitución del bosque por el paisaje cafetalero:
“Aunque estas tierras volcánicas a las que me refiero antiguamente se componían de colinas montañosas que se constituían también en guarida de todo género de fierras y animales silvestres del país hoy todo se ha extinguido con el adelanto de la Agricultura pues ya no existen montañas de ningún género”46. A eso también se agrega el uso de maderas para las calderas del ferrocarril, introducido a finales del siglo XIX.
La misma cita da cuenta cómo el desaparecimiento de los bosques implicó la destrucción de la fauna, sin embargo pueden mencionarse algunas especies de animales como el coyote, tigrillo, el zonto o gato de monte, el mapache, el micoleón, la cotuza, el venado, el conejo de monte, el puerco espín, el cusuco, la iguana y el garrobo, varias especies de culebras: masacuata, tepolcuba, chinchintora, tamagás, el coral, bejuquilla; varias especies de pájaros como la chachalaca, la chacha o gallina de monte, el gavilán sarado, el cenzontel, la chiltota, el cheje, el tecolote, el talapo, y los pericos barranqueños que se crían en las barrancas del Río Sucio, entre otros.
Los depósitos de lava volcánica fueron favorables para la preservación de especies como el coyote y el tigrillo, entre otras que tiene su hábitat en las áreas cubiertas de lava, pese a que las montañas del maipaisal47 no estuvieron fuera del alcance de la explotación de madera, a finales del siglo XIX aserradores incluso de otros municipios solicitaban al gobernador departamental permiso para cortar árboles en el malpais para construcción de edificios, debido a la calidad de maderas que el teshcal preservó.
[i] El Salvador La Tierra y el Hombre, Browning David. Pag. 172.
[ii] Llamado así, por el sitio actual donde se encuentra conocido como Pueblo Viejo Las Marías o Hacienda Las Marías.
[iii] Diario Oficial, tomo 375, nº 72. Resolución Interna 0003 publicada por CONCULTURA el 21 de abril de 2007.
[iv] Lo alcanzado en materia de responsabilidad del Estado ha sido posible al esfuerzo de reconocimiento, estudio y difusión que instituciones locales como la Fundación Quino Caso han desarrollado en los últimos diez años.
[v] Infraestructura donde se dé procesaba la extracción del colorante azul, llamado añil.
[vi] Quezaltepeque en tan solo doscientos años invisibilizó a la gente indígena como comunidad cultural y se interpuso un nuevo grupo poblacional surgido del cruce entre españoles e indígenas, el mestizo o ladino. En poblaciones donde se cultivó el añil con cierto grado de intensidad, se vio aumentada la desestructuración de la comunidad indígena, esto lógicamente tiene que ver, con el fuerte impacto que ocasionó la aplicación de los modelos económicos, religioso-ideológicos que imponían los españoles y sus descendientes. Esto se manifestaba en tres acontecimientos importantes: 1. Donde había añil se había intensificado la propiedad privada a través de la hacienda en detrimento de la tierra como parte de la comunidad, lo cual permitía la cohesión de la comunidad indígena, alrededor de lo que venía sobreviviendo de su cosmovisión ancestral. 2. Las difíciles condiciones laborales en las haciendas añileras eran propensas al desarrollo de enfermedades que afectaban a la población indígena y de las cuales no tenían respuestas sus organismos, ni un medio de salud que les cubriera. 3. El contacto más directo entre español e indígena, facilitó las condiciones para que se cruzaran genes y cultura, lo cual va dando lugar a una creciente población ladina, que va modificando las lógicas de asentamiento y las características socioculturales de los territorios, entre estas una profundización de la discriminación contra el indígena.
[vii] Esta hacienda estaba dentro de los límites territoriales de Quezaltepeque antes que fuera cedida al pueblo indígena de los Nixapa afectado por la erupción volcánica de 1658.
[viii] El Salvador Historia Contemporánea, Carlos Gregorio López Bernal, p.268
[ix] La Prensa Gráfica, Revista Dominical, 9 de diciembre de 2007.
[x] Para transportar los productos agrícolas a principios del siglo diecinueve había en El Salvador únicamente tres puentes, uno de piedra y los otros dos de madera (David Browning, El Salvador La Tierra y El Hombre, p. 274.)
[xi] El salvador la Tierra y El Hombre, David Browning P. 139
[xii] Idem, p. 207
[xiii] Estos nuevos asentamientos que se constituían a partir de las migraciones que hacia la población indígena de sus asentamientos tradicionales se les llamaba “Pajuides”, los cuales eran poblados clandestinos de refugio para evadir el pago de tributo y demás exacciones coloniales (El Salvador, Historia Contemporánea, López Bernal Carlos y Knut Walter Franklin, p. 271.)
[xiv] Chavarría y otros, “Guía de aplicación de leyes y ordenanzas tributarias municipales y sus efectos en la recaudación de impuestos de la Alcaldía de Quezaltepeque”, Universidad de El Salvador, p. 15.
[xv] David Browning, El Salvador la Tierra y El Hombre, p. 293.
[xvi] Segundo Montes, El agro salvadoreño (1973-1980), p. 39.
[xvii] David Browning, El Salvador la Tierra y El Hombre, p. 263.
[xviii] Idem, p. 266.
[xix] D.O. 25 de agosto, 1854
[xx] Segundo Montes sostiene que con la introducción del café en la estructura económica del país se consolida el modo de producción capitalista en El Salvador, el cual afecta a todos los niveles de la realidad, el social, el cultural, el político y el ideológico. Con la extinción de tierras ejidales y comunales se separa a las mayorías poblacionales para el caso indígenas y mestizos de su medio de producción, la tierra; y los convierte en una fuerza de trabajo libre, desposeídos de su medio de sustento con la excepción de su energía. Por otro lado, el café permite a partir de las condiciones legales que propicia el Estado, la regulación y coacción de esa mano de obra libre, la apropiación de los medios de producción en pocas manos y en consecuencia la acumulación y concentración de riqueza en una reducida élite económica que tiene sus expresiones también a nivel local y que de alguna manera cambia: de la elite añilera a una nueva, la elite cafetalera, donde hay participación de inmigrantes extranjeros.
[xxi] D.O. 7 de octubre de 1953.